La tensión emocional fruto de incertidumbre vivida en los últimos meses hace que relajarse y descansar este verano sea más importante que nunca. Aunque existen numerosas prácticas efectivas1 para combatir la sensación de inquietud, como son los ejercicios de relajación muscular, meditación o respiración profunda, para poder desconectar y cargar las pilas durante las vacaciones es importante identificar y corregir aquellas situaciones que pueden llegar a generar una sensación de intranquilidad.
La Sociedad Española de Psiquiatría define la ansiedad como aquel sentimiento natural de temor o inquietud que toda persona experimenta cuando se enfrenta a situaciones amenazantes. Aunque bien gestionada puede resultar de gran ayuda a la hora de afrontar un episodio difícil, si se mantiene en el tiempo podría aumentar la probabilidad de desarrollar problemas de salud: debilitamiento del sistema inmunológico, cansancio crónico, úlceras de estómago, enfermedades cardiovasculares, problemas respiratorios, etc… entre otros.
La prevención es la mejor arma para limitar el impacto de la ansiedad. Tal y como destaca la Dra. María Sánchez, e-Health Medical Manager en Cigna España, “el origen de esta ansiedad está, en muchos casos, vinculado al contexto de incertidumbre en el que vivimos. Teniendo en cuenta el escaso margen de maniobra con el que contamos para cambiar la realidad, lo mejor es invertir nuestros esfuerzos en la prevención. Para ello, no solo debemos poner en práctica ejercicios o hábitos placenteros que reviertan el sentimiento de tensión y nos ayuden a desconectar, sino también saber identificar aquellos aspectos que, aunque parece que no tienen nada que ver con nuestra situación anímica, sí que afectan a nuestro estado de tranquilidad”.
Con motivo del Día Mundial de la Relajación (15 de agosto), la aseguradora de salud Cigna expone algunos de estos hábitos o situaciones de la vida diaria que afectan a la capacidad de relajación e incrementan la tensión emocional:
La procrastinación La época estival suele dar mayor pie a procrastinar, es decir, posponer las actividades importantes para dedicar el tiempo a tareas más entretenidas, pero menos relevantes. Sin embargo, lo cierto es que esta práctica es una fuente de preocupación e inquietud. Para evitarla, lo recomendable es visualizar la recompensa de hacer la tarea a tiempo, contar a los demás lo que se va a hacer para reforzar la sensación de deber, evaluar las consecuencias de la inacción, identificar y visualizar el primer paso para comenzar la acción y darse un pequeño premio tras realizarla.
Los compromisos innecesarios Más allá de las responsabilidades laborales, suelen surgir, sobre todo en verano y durante las vacaciones, otro tipo de compromisos a nivel personal, como reuniones familiares, encuentros con amigos, visitas o viajes por cortesía… Todos estos planes, si se conciben como una obligación, son enormemente contraproducentes. Para combatirlos, hay varias opciones: desde compartir con los demás la sensación de incomodidad, hasta desestimar directamente su realización. Eso sí, en este caso, habrá que hacerlo con tiempo.
El desorden Verano, vacaciones y desorden suelen venir de la mano, más aún si tenemos en cuenta que este año nuestro hogar ha sido también una oficina, un colegio, una sala de juegos…Se ha comprobado que vivir en un desorden continuo obstaculiza el equilibrio emocional y psicológico y ejerce como desencadenante de otras situaciones que también generan tensión e inquietud: cansancio, sentimiento de culpa, preocupación por no encontrar algo, retraso de tareas… Así, una de las soluciones para ponerle remedio es imponer el orden en todas las variables que afectan a la vida diaria, y no solo a los artículos personales que nos rodean. Por ejemplo: escribir una lista con las tareas a emprender a lo largo del día y el orden de realizarlas, ponerse alarmas y recordatorios, controlar dónde guardamos las cosas y cómo lo hacemos… Esto permitirá tener todo más controlado, ayudará a administrar el tiempo en base a prioridades y servirá para no dejarse nada por hacer.
La ausencia de horarios para dormir En verano es muy común acostarse cada día a una hora diferente, lo que perjudica nuestra capacidad para conciliar el sueño y, por ende, la calidad del mismo. De hecho, tal y como muestra el último estudio de Cigna, ‘COVID-19 Global Impact’, perteneciente a su informe anual ‘360º Well-Being Survey 2020’, el porcentaje de españoles que reconoce no dormir las horas suficientes ha crecido desde el confinamiento, al pasar de un 29% en abril a un 39% actualmente. Para solucionarlo, es conveniente dormir al menos 7 horas, tratar de no hacer uso de los dispositivos móviles antes de acostarse y procurar que el espacio de descanso sea el adecuado en cuanto a temperatura, ruidos, luz, mobiliario, ropa de cama… El exceso de control Querer tenerlo todo bajo control durante las vacaciones es una de las principales fuentes de estrés y ansiedad. Para combatir este problema hay que comprender que hay cosas que se escapan de nuestro comportamiento (el clima, las acciones de los demás, el contexto sanitario que nos rodea…) y que, a veces es necesario delegar para que las cosas que sí se pueden controlar salgan bien, pero con ayuda de los demás.
Los pensamientos negativos El hecho de tener más tiempo libre durante las vacaciones puede abocar a analizar en exceso cada situación, encontrar problemas inexistentes y pensar siempre en negativo. A la larga, esta práctica provoca un aumento de la tensión interna y una tendencia a creer que las situaciones son mucho más graves de lo que realmente son. Para evitar caer en esto, una solución que se puede poner en práctica es la denominada “técnica de parada de pensamiento”, que consiste, tal y como explican desde el Instituto Europeo de Psicología Aplicada, en detener los pensamientos negativos que nos generan malestar emocional, y sustituirlos por otros mejores y más adaptativos.
Además de estas situaciones que tienen una incidencia directa en nuestra capacidad para relajarnos, existen otros muchos aspectos relacionados con un estilo de vida saludable a los que debe prestarse atención y que también son comunes durante la época estival. Es el caso de llevar una vida demasiado sedentaria, seguir una dieta deficitaria y que conlleve el exceso de consumo de azúcar, fritos y grasas trans, o el abuso de alcohol, ya que también afectan a nuestra capacidad de “reseteo” mental.
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