Es cierto, no estaba en mis mejores días. Estaba en esos días del mes en los que el
café me sabe a arena; uno de esos días en los que la sintecho de mi calle me mira por
encima del hombro, el conductor del autobús me habla mal y me toca comer al lado
del típico niño que te señala con el dedito desde su mesa, en plan Ete, y te mira con
los ojos del gato de Sherk obligándote a que le digas algo, o le saques la lengua, a lo
que su madre con sonrisa complacida añade: «¿qué te dice el nene, eh?, ¿qué te
dice?».
Día en el que Madrid llueve y todo el mundo ha salido a la calle con un único propósito
vital: clavarme una de las puntas de su paraguas en el ojo. (Ahí lo he dado).
Y en esas estaba, pero no nos equivoquemos, no fue un arrebato. Fue una idea que
barruntaba desde hacía tiempo. Ella no estaba cumpliendo, no me hacía el menor
caso y la cosa no estaba funcionando. Y debo reconocerlo: sentía celos. Celos verdes
y pringosos. Sería cosa de mi imaginación, pero parecía que últimamente estaba
prestando más atención a mis colegas, como que para ellos siempre tenía mejores
palabras que para mí ¡y esto no podía continuar!
Porque su ausencia, su dejación en mí, estaba afectando alarmantemente a mi
escritura. Dos noches antes había abierto mis últimos words y lo que encontré allí fue
espeluznante: tópicos, palabras paisaje que están pero que nadie ve, arquetipos de
sitcom. Sí, esto tenía que acabar y cuánto antes. Me pondría una gabardina, la citaría
en el segundo piso de un parking a media noche y le diría que… ¡¿Le diría qué?!
Uf, nunca había hecho eso. Quizás gracias, ha estado bien, ha habido grandes
momentos, días luminosos, pero he encontrado una más joven, más trendy… Lo
siento mucho musa, pero estás despedida. O tal vez tiro de la vaselina, le agradezco
lo de aquel premio y entonces… ¡zasca!
Pero nada de esto hizo falta. La realidad vino con sus lecciones de practicidad y al
final todo fue mucho más fácil. Le envié un wasap preguntándole que si podíamos
vernos y me dijo que no, que «esta noche imposible, cari, estoy con un joven redactor
que promete mucho, ahora está haciendo los resúmenes de Gran Hermano VIP pero
ya está despuntando y requiere mucho de mí, ya sabes: ¡tiene que ver las 24 horas del
programa para hacer los resúmenes!». ¿Me estaba dejando? «No es por ti, es por
mí», sí, ¡me estaba dejando!, «no me siento realizada, la columna de siglo XXI y las
cuatro cosas que haces no dan para más». Escribiendo… Borra… Escribiendo (o está
transcribiendo el primer capítulo del Quijote o no sabe qué poner) y entonces: «Nunca
olvidaré lo de aquel premio…», ¡eso va antes, zorra!
Estoy en busca de musa. Mientras tanto, perdonarme si hay más columnas como esta.
|