De acuerdo con el último informe de Crédito y Caución, la recuperación económica ha comenzado en la mayoría de países asiáticos. La recesión de sus economías en 2020 fue corta y no tan profunda como en el resto del mundo. Con la excepción de India y Filipinas, la recuperación fue clara a partir del tercer trimestre y la región retrocederá solo un 1,3% en 2020, con un repunte esperado del 6,5% en 2021. El crecimiento subyacente más fuerte se registra en Vietnam y China. La respuesta fiscal y monetaria ha variado de un país a otro. Tailandia, China y Malasia han aplicado hasta ahora el mayor estímulo fiscal en el Asia emergente. Sin embargo, las autoridades chinas se contendrán en 2021 para evitar un mayor crecimiento de su apalancamiento. La denominada deuda aumentada, que incluye a la administración central, las administraciones locales y sus vehículos de financiación probablemente sobrepasará el 100% del PIB a finales de este año. Aún más preocupante es la deuda de las empresas no financieras, en torno al 160% del PIB. La deuda de los hogares es menor, aunque ha aumentado hasta casi el 60% del PIB. Indonesia y Filipinas tienen menos margen para aplicar paquetes de estímulo adicionales.
El nuevo plan quinquenal de China enfatiza la autosuficiencia tecnológica por un lado y la doble circulación por otro, un concepto que implica reforzar el mercado interno sin dejar de lado el pilar exterior. La economía china persigue reforzar su resiliencia frente a shocks externos y adaptarse a la tendencia internacional a la desvinculación de las economías. Tras las restricciones impuestas por Estados Unidos a la alta tecnología y las inversiones chinas, Reino Unido, Australia, India, Japón y varios países de la Unión Europea han adoptado medidas similares. Tras un largo período de globalización en el que la transferencia de tecnología y conocimientos a través del comercio y la inversión ha sido beneficiosa para la productividad y el crecimiento del PIB de China, esta desvinculación de las economías probablemente reducirá sus tasas de crecimiento.
Se espera que la nueva administración norteamericana mantenga un enfoque firme con China, aunque reduciendo el uso de aranceles punitivos. Además, es previsible que retome el enfoque multilateral para trabajar con la Unión Europea y Japón a la hora de persuadir a China de que introduzca cambios en el comercio y la competencia. El fin de las guerras comerciales será favorable para el comercio internacional y asiático a corto plazo. Aún más importante podría ser que Estados Unidos retome los acuerdos de libre comercio en Asia. No obstante, la disociación comercial y tecnológica de las economías de Estados Unidos y China continuará gradualmente en los próximos años.
Esta tendencia tendrá consecuencias para el resto de la región. La principal es que las empresas reajustarán sus cadenas de suministro mediante la reubicación de su producción. Las situaciones vividas durante la pandemia y el rápido aumento de los costes salariales chinos, probablemente, aceleren el proceso. Vietnam es el destino más frecuente para las empresas que trasladan parte de su cadena de suministro fuera de China. Además de los bajos costos salariales, el país cuenta a su favor con la participación en varios acuerdos comerciales. Malasia también se está beneficiando del ajuste. Aunque sus niveles salariales son comparables a los de China, la capacitación de su mano de obra para la fabricación de productos electrónicos especializados es superior. Por otro lado, la problemática situación de Hong Kong ha propiciado que Singapur se convierta en el gran receptor de inversión extranjera directa de la región
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