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La madre de Baltimore

Los padres exigían a los hijos
Pedro de Hoyos
domingo, 3 de mayo de 2015, 22:11 h (CET)
Hubo un tiempo en que los padres españoles eran exigentes con los niños. Hubo un tiempo en que todo el mundo era exigente con todo el mundo y la sociedad funcionaba a golpe de exigencia, las cosas se hacían porque sí y porque no había otra posibilidad. Bueno, siempre existía la posibilidad de no hacerlo, pero casi nadie se lo planteaba.

Los padres exigían a los hijos y estos, cuando se convertían en padres, exigían los mismo a sus hijos. Por las bravas. Luego la sociedad, quizá al ritmo de otro tipo de cambios, fue entendiendo que las obligaciones se podían reclamar de otra manera. A veces pienso que nos pasamos y los hijos pasaron a ser instalados como grandes dioses del hogar, a veces terroríficos dioses del hogar. En algunas casas se los entronizó. E insisto en el indefinido. Algunos padres, otro indefinido, tuvieron miedo de educar a sus hijos como habían sido educados y contra aquella educación aplicaron la libertad absoluta, sin freno ni cortapisa. Todo valía, “no vaya a ser que el niño se me traume”.

Este loco permisivismo, este libertinaje casi absoluto, creció entre la sociedad y sin llegar a ser mayoritario marcó la evolución de la sociedad durante un tiempo. “A ver si mi hijo va a crecer con las miserias que yo crecí”. Contra esto hubo alguna reacción social, todos conocemos las muy difundidas teorías de Don Emilio Calatayud, el famoso juez de menores que vino a poner las cosas en su sitio, y todos nos hemos quedado asombrados (¿por qué?) ante alguno de sus videos.

Estos estúpidos complejos propios de la evolución de franquismo a una sociedad más libre y más formada se adueñaron de ciertas capas sociales y todos hemos oído conversaciones sobre la rebelión en las aulas españolas o “lo imposibles que están estos hijos de hoy”. Los padres estúpidos que tienen miedo de reñir a sus hijos son parte habitual, pienso que cada vez menos, de nuestras calles, parques o lugares de reunión social.

Hasta que llegó la madre de Baltimore que sacó a bofetadas a su hijo de la manifestación por el asesinato de un hombre negro. (Por cierto, ¿por qué esto se está convirtiendo en habitual en EE. UU.?) La buena doña Toya Graham arreó a su más que adolescente hijo una larga serie de sopapos sacándole a mandoble limpio de la mani a la que el chavalete había ido convencido de ejercer un derecho constitucional. “Anda pa’casa, so gamberro” debió decir la iracunda señora. El video que todas las televisiones han ofrecido muestra a una madre alejada años luz de los estereotipos de acomplejados padres españoles, padres que tendrían pesadillas si osaran levantar la mano contra el nene de la casa. Y digo solo levantar... nada de dejarla caer, por supuesto.

Esta desinhibida madre ha levantado olas de admiración en parte de la sociedad española por su determinación y su coraje, su ausencia de complejos posfranquistas y ha recibido curiosos homenajes en la red. No sé cómo se verá su actitud en el contexto social en que se produjeron los hechos, pero en España habría sido denunciada y condenada. La ley ampara al chaval y viene a decir que la madre es un monstruo maltratador que debe ser reprimido. No voy a defender el guantazo limpio ni la humillación que ante millones de espectadores sufrió el mozalbete como sistema educativo, pero a veces uno tiene la sensación de que nos hemos pasado, de que un punto medio podría estar bien y que nos hemos pasado de acomplejados. Si hubiese más padres con esa determinación y coraje, con esas ideas tan claras, y no hablo de los sopapos, esas fiestas alcohólicas que eufemísticamente llamamos botellón tendrían muchos menos asistentes o la violencia machista que, por ejemplo, se produce con alborozo y jolgorio en los sanfermines, sería infinitamente menor. Pero somos España, qué le vamos a hacer.

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PD: Dentro de unos días el ayuntamiento de Palencia va a cerrar un parque municipal para que miles de ¿cultos universitarios? venidos de media España se emborrachen libérrimamente con la excusa de celebrar San Isidro. Beber por beber. La borrachera institucionalizada... Cuánto me gustaría ver a Doña Toya Graham dar una clase titulada “Democracia y Derechos”a estos universitarios. No, a sus padres. Y al ayuntamiento de Palencia.

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