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Entre la pandemia y el asalto al planeta Marte

Con la cantidad de problemas que tenemos en nuestro mundo a qué viene conquistar Marte
Francisco Rodríguez
miércoles, 3 de marzo de 2021, 15:08 h (CET)

Recuerdo cuando hace más de cincuenta años estábamos pendientes de la llegada a la Luna del cohete Apolo donde quedó una bandera de USA y las huellas de las botas del astronauta Amstrong.

Después se han hecho muchos lanzamientos al espacio pero ahora el objetivo es el planeta Marte.

La NASA, China, Rusia y hasta los Emiratos árabes tienen como objetivo llegar a este planeta y conquistarlo.

La nave Perseverance enviada por los americanos ya ha aterrizado allí con unas imponentes máquinas dispuestas a estudiar si existe agua, vida, ricos minerales o tierras raras. Los otros países quizás también hayan llegado con los mismos objetivos.

Parece chocante que en un tiempo de pandemia en todo nuestro planeta, se emplee tanto dinero en esta aventura y sus problemáticos beneficios que no llegarán a los que lo pasan mal.

Creo que hay mucho que estudiar en nuestra tierra para hacerla más habitable para más gente, como por ejemplo, quién es el autor del universo y quién es el hombre. Seguro que los científicos me hablarán de la evolución, pero no podrán explicarme quien dio el ser a todos los mundos o a una simple bacteria.

Hemos rechazado a Dios para ponernos en su lugar, pero solo hacemos el ridículo. Podemos calcular distancias y velocidades, agujeros negros o bosones de Higgs, pero seguiremos sin la explicación de la realidad del universo, de la realidad de la vida, de nuestra ansia de infinito y la constatación de nuestra pequeñez.

Son patéticos nuestros alardes de sabiduría mientras que tenemos claro que nuestros años terminarán en un suspiro ¿y después qué? Creo que al otro lado de la muerte hay una realidad feliz para quien vivió haciendo el bien y otra realidad pavorosa para quien hizo el mal.

Muchos pensarán que tras la muerte no hay nada y que el destino del criminal y del virtuoso es idéntico. No puede ser que el delincuente y sus víctimas tengan la nada por destino.

Conocer las realidades últimas que nos afectan me parece más importante y necesario que ir a millones de kilómetros para conquistar un planeta vacio o pretender poblarlo como han escrito los novelistas de ciencia-ficción.

Quien hizo el sol, la luna y las estrellas tiene que ser tan poderoso que puede crear la vida en la forma que tenga por conveniente. Los que lleguen en un cohete o desembarquen con máquinas podrán tomar muestras o hacer fotos. ¿Merece todo ello la pena o se trata de distraernos para que nos entretengamos con estas aventuras, mientras hay tanto que hacer en la tierra?

Entre las muchas cosas que sería necesario hacer en la tierra una de ellas es averiguar si la pandemia que padecemos es una cosa fortuita, una imprudencia de laboratorio o si es un crimen ideado por razones económicas o de poder político, por cerebros que quieren efectuar el gran reseteo del planeta, empezar de nuevo para manejarnos a su antojo.

No sé si en la agenda 2030 se contempla el asalto a Marte, pero sí el asalto a nuestra forma de vivir y de pensar.

Frente a tantos sabios y científicos que quieren explicar y conquistar el universo, yo sigo creyendo en Dios Todopoderoso que hizo el cielo y la tierra y en Jesucristo, su único Hijo nuestro Señor.

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Transcurren días de confusión, o así me lo parece, inmerso en la actual vorágine de dichos y hechos en la que se percibe, aunque pueda parecer lo contrario, un predominio del olvido sobre la memoria, pues se superponen pequeños y grandes olvidos (la magnitud, en cada caso, queda a cargo de cada cual). Pienso, en relación con ello, acerca de lo esencial y de lo accesorio. No es fácil discernir entre uno y otro.

Quizá haya sido siempre así, aunque ahora se note mayormente; de cualquier manera, si nos ponemos a observar cómo nos relacionamos, el desapego, la crispación e incluso el enfrentamiento, cobran un rango predominante e inquietante.

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre una realidad que nos atraviesa a todos, pero no por igual: en el mundo contemporáneo, los mercados ocupan un lugar central en nuestras vidas, en tanto que no sólo determinan lo que compramos o vendemos, sino que también influyen en áreas fundamentales como la educación, la salud, la justicia e incluso las relaciones humanas.

 
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