El pasado 9 de marzo de 2020, sin esperar ningún decreto ni imposición gubernativa, los tres habitantes de la misma decidimos confinarnos en nuestra casa. Dos mujeres y un hombre con un montón de años a las espaldas.
El “estado de sitio” comenzó con un aprovisionamiento excesivo, propiciado por los temores a una larga temporada de confinamiento y a un desabastecimiento de los supermercados. La intendencia se encargó a los hijos, que iban dejando bolsas de comida en el porche de la casa. Inmediatamente se procedía a la desinfección de las mismas. Todo cuanto procedía del exterior se sometía a una rigurosa cuarentena.
Los días se llenaban con horas de caminata en la terraza de la casa así como kilómetros de bicicleta estática para evitar anquilosarse. Miles de puzzles, libros releídos –entre ellos “El Quijote”-. Salidas al porche a las ocho de la tarde para aplaudir y parte telefónico diario de todos y cada uno de los hijos y nietos.
Llegó el permiso para salir a caminar. La primera vez que lo hice, pertrechado de dos mascarillas –por si acaso-, me crucé con un conocido y le miré como si se tratara de un alienígena. Cuando llegó el verano nos fuimos a la Torre de Benagalbón (el paraíso). Podíamos andar por el paseo marítimo, bajar a la playa y ver la gente desde el balcón. ¡Cómo añoro ese tiempo!
Llegó la segunda y la tercera ola del Covid sin respiro. Dimos un paso atrás, las cifras comenzaron a subir y el miedo al contagio nos volvió a confinar hasta el día de hoy. Veremos que novedades nos trae el futuro.
¿Qué ha pasado en nuestras vidas además de un año cronológico? Pienso que hemos consumido mucho más tiempo que el que denotan los almanaques. Personalmente he perdido, en gran parte, la sensación de sentirme útil a los demás. Ha decrecido extraordinariamente el ritmo de dedicación a mil cosas en mi papel de jubilado currante. Nos estamos apoltronando un poco y adaptando al pancismo y al “sillónball”. Hemos perdido el contacto con los de fuera de casa, aunque, en mi caso, he mejorado, y mucho, en el de los que conviven conmigo a diario.
En fin, este año se nos ha hecho bastante largo. La perspectiva de recibir la vacuna salvadora se nos está haciendo demasiado larga. Se nos rodea a diario de una tormenta de fechas y de cifras. Pero no llega. Mis hijos sanitarios y docentes ya están vacunados. Ahora dicen que nos tocará a nosotros para Abril. Paciencia y barajar.
Los mayores estamos dando la talla suficientemente. Hemos sufrido la pérdida de momentos y ocasiones irrepetibles. En mi caso un bautizo, una comunión y las bodas de oro matrimoniales. Se nos han marchado amigos y familiares a los que no hemos podido acompañar en los últimos momentos. Etc. Etc. Todo ello poniendo al mal tiempo buena cara.
El antídoto a la mala sensación que nos ha dejado este año horrible se cimienta en la esperanza de que todo esto pasará. Que quedará en nuestra memoria como un mal sueño. Ahora a reforzar nuestro espíritu y a celebrar una Semana Santa virtual. ¡Ya llegará el verano!
Nota.- Escribo todo esto para animar a mis lectores que hagan un pequeño recuento de su experiencia a lo largo de este año. Nos puede venir bien a todos.
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