“España es un país suficientemente complejo como para que ningún idiota pueda llegar a La Moncloa”. La frase, del ex presidente del Senado Juan José Laborda, la recoge José García Abad en su libro ‘El Maquiavelo de León’. Podría ser el comienzo de un panegírico a los presidentes del Gobierno de España, pasados, presente o futuros, pero no lo es. Allá cada cual con sus sombras y candelas. Es una afirmación a favor de la figura Presidente del Gobierno, hoy sometida a las ocurrencias del inquilino actual en la Moncloa y a las jugarretas que él urde contra otros u otros urden contra él.
Estamos gobernados por el Gobierno de Coalición de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Un gobierno, hecho a medida en beneficio de ambos y utilizado por los dos, que deteriorar la figura Presidente de Gobierno. Hasta dónde no estaba escrito, hasta ahora, pero acaba de escribirse. En Montauban, al sur de Francia.
“Coincidiendo con una cumbre hispano-francesa, Pedro Sánchez y Emmanuel Macron depositaron ayer una corona de flores sobre la tumba de Manuel Azaña, presidente de la Segunda República española”, publicaba en portada el diario La Vanguardia, como segunda noticia del día. Como primera, pisto de telediario bajo el epígrafe ‘Tormenta Política’, el cataclismo: ‘Iglesias abre una crisis en el Gobierno al dimitir y designa sucesora a Díaz’.
La noticia, vista fugaz en un telediario, merecía atención. Por sacar información, había que fijarse en el gabacho. Enarca él - en Francia alumno de la Escuela Nacional de Administración (ENA) – y con conocimiento de la lengua de Cervantes, había que tratar de interpretar lo que decía. Difícil porque llevaba mascarilla. No se oyó qué dijo, pero ante la situación, más o menos, se supuso: Pierre (en Francia a Pedro le dicen Pierre) te han cambiado la gente que se sienta en las chaises (en Francia las sillas son chaises) que hay autour (los franceses por decir alrededor dicen autour) de la mesa de tu Consejo de Ministros. No se pudo ver, por las mascarillas; ni oir, porque puede que no hubiera (o se quitara) el micrófono que se ocupa de estas cosas, pero Sánchez puso cara rara. Aún así, mirada a frente, la del ‘aló Presidente’ de la tele; manos al aire (ahí el detalle) sin movimientos ensayados; y la verborrea de un discurso, para salir del paso y cubrir el expediente.
El caso es que Pablo Iglesias, con patada en la mesa y jab más uppercut al hígado de Sánchez, endilgó su crisis de Gobierno: la suya. Sin contar con el presidente de Gobierno que se enteró a mesa puesta y con una lista dispuesta. Absolutismo dictatorial de Iglesias con Sánchez, y en su partido imponiéndose candidato en Madrid con estropicio Logro del protagonismo perdido en las sombras de La Moncloa. Anticipo ante el conflicto que predecían los augures. Machos alfa a punto de berrea. Celos, recelos, desconfianzas, reconcomios mil. Cornadas, navajas, cuchillos. Y más.
Pero a la sombra de La Moncloa seguirá la cosa. Aún. Porque Sánchez e Iglesias se necesitan. Ambos han de estirar el chicle, el conocido u otro que se inventen. Con el rifirrafe, sangre, arañazos y raspones. Tras la crisis de gobierno, resuelta o parcheada, propuestas, acuerdos (antiguos o nuevos), y el reparto de rigor, o de ocasión. Servidumbres de la tele. Opiniones fabricadas, dirigidas. Y la primavera, que la sangre altera, fuera de La Moncloa.
Fuera, porque dentro, está Pedro Sánchez. Que como líder y secretario general del PSOE, en primavera y con la sangre como sea, puede hacer lo que le plazca, en Ferraz o en La Moncloa. Pero como Presidente del Gobierno de España, no. No es razonable suponer o esperar que Sánchez tenga respeto a nada, ni a la presidencia. Pero la presidencia del Gobierno de España merece, además de respeto, saber estar y rectitud de disposición y espíritu. Además, el débito que nace de algunas consideraciones que importan, entre ellas las Juan José Laborda sobre idiotas, los idiotas en La Moncloa.
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