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Ficha técnica
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96- Real Madrid: Llull (12), Carroll (7), Rudy (9), Reyes (-), Ayón (18) —equipo inicial—; Rodríguez (13), Nocioni (15), Slaughter (2), Rivers (17), Maciulis (2), Campazzo (-) y Bourousis (1).
87 – Fenerbahce Ulker Sipahi (-), Goudelock (26), Bogdanovic (12), Zoric (6) y Vesely (20) —equipo inicial—; Bjelica (11), Mahmutoglu (6), Zisis (2), Savas (2), Erden (-), Cetin (-) y Preldzic (2).br>
Parciales: 20-21; 35-14; 21-24; 20-28.
Árbitros: Christodoulou, Latisevs y Lottermoser.
Incidencias: Semifinal de la Final Four de la Euroliga, disputado en el Palacio de los Deportes (Madrid) ante 15.000 espectadores.
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Quizá sea el destino, cosas del azar o que la historia suele ser cíclica. El Real Madrid vuelve a tocar con sus manos una novena Copa de Europa de baloncesto (tercer intento consecutivo). La oportunidad es única. Están en estado de gracia y cuenta con el apoyo incondicional de sus seguidores al jugar en casa. Sólo hay un problema. Enfrente estará, nuevamente, el Olympiacos -o quizá deberíamos decir Spanoulis-, el verdugo de Londres; y dicho sea, el adversario contra el que se ganó la última Euroliga en Zaragoza, en 1995. El domingo se sabrá si el baloncesto y la historia se reconcilian con el Real Madrid o sigue castigando a una generación de jugadores que merecen una Copa de Europa; aunque sólo sea por cómo aman el baloncesto ofensivo, se esfuerzan en defensa y causan tanta felicidad en el personal.
Después de ver como griegos y moscovitas escatimaban puntos y baloncesto -que no emoción y admiración por Spanoulis-, el Real Madrid escribió otro capítulo brillante, sobresaliente, majestuoso y soberbio de baloncesto ofensivo -alcanzó los 55 puntos al descanso- sin olvidarse de imponer una férrea defensa al adversario. La mezcla está funcionan desde hace unas temporadas y sólo falta coronar el proyecto con la ansiada novena Copa de Europa. Quizá sea el domingo si el Real Madrid no se desconecta y sucumbe al encanto de Spanoulis, como sucedió en Londres. Si el Real Madrid consigue defender, correr y mantener su puntería, ese trofeo irá a sus vitrinas. Bien lo sabe todo un estratega como Zeljko Obradovic.
Ni el balcánico. El entrenador con más entorchados continental (uno de ellos hace 20 años al frente del Real Madrid) tampoco acertó a dar con la tecla para imponerse al Real Madrid. Después de un primer cuarto de toma de medidas (20-21) y con la preocupante segunda falta de Felipe Reyes, el Real Madrid le hizo un traje al Fenerbahce. Le endosó un parcial de 35-14 consecuencia de una efectiva segunda unidad. Sergio Rodríguez se encargó de poner la música. Es decir, de dar velocidad y movimiento al balón. Se hizo el amo. Maciulis y Rivers aportaron esa dosis de trabajo oscuro, ese que no se ve pero que es tremendamente efectivo en defensa. Además, el americano selló el cuarto con 12 puntos. Y en la zona, donde Vesely estaba causando problemas (13 puntos al descanso), emergió el talento de Ayón (16 puntos y 5 rebotes). Imparable el mexicano como importante fue la garra y los puntos de Nocioni. El Real Madrid no necesitaba de Llull, ni de Rudy, ni de Reyes para hacer descarrilar a los turcos.
Obradovic fue moviendo el banquillo, solicitando tiempos muertos y aguantando cabreos con unos y con otros. El Real Madrid estaba levitando: del 20-21 se pasó a los 21 puntos de diferencia con un 53-32. Obradovic, curiosamente el último técnico que ayudó al Real Madrid a levantar una Euroliga, estaba padeciendo el huracán blanco: defensa, puntería, garra y velocidad. Todo un cóctel explosivo. Al descanso, todo parecía resuelto, pero esto es baloncesto y deporte -bien lo sabe el CSKA- y tocaba medir los festejos. Faltaban otros 20 minutos para adquirir definitivamente el billete a la final. El trayecto iba según lo previsto. Restaba rematar la faena.
Dosificar fuerzas y jugar con el marcador
La continuación tuvo otro arranque espectacular: tres triples consecutivos y 26 de diferencia merced al acierto de Llull, Rudy y Carroll. Entonces, de forma incomprensible e inesperada, llegó un apagón que permitió al Fenerbahce soñar con una histórica remontada. Bogdanovic, Bjelica y Goudelock empezaron a sumar para preocupación de Laso. El marcador se estrechó hasta los 16 puntos en un suspiro (67-51). Se trató de un susto. Sergio Rodríguez tomó el mando y anotó un triple y Ayón volvió para continuar su labor (76-59). Así se alcanzó el cuarto final, el cual comenzó con otro triple de un inspirado Rivers. Gran labor defensiva y ofensiva del estadounidense. Y sin errar un solo tiro.
El conato de incendio pareció abortarse a falta del último tramo. Los 20 arriba se restablecieron a falta de siete minutos para el final. Ni siquiera la brusquedad de algún jugador del cuadro turco, ni el enésimo intento de remontada (92-82 a dos minutos del final) desquició a los blancos. Hubo control y concentración, aunque estos episodios de relax deben subsanarse con Olympiacos. Éstos tenían muy claro el objetivo, al cual veían cada vez más cercano: estar, por tercer año consecutivo, en una final de Euroliga y quitarse la espina del pasado. Enfrente estará Olympiacos y detrás toda una ciudad como Madrid volcada, y soñando, como nunca antes con este Real Madrid.
Spanoulis se viste de genio y tumba al CSKA
Dos puntos en sendos tiros y diez tiros errados durante 30 minutos de encuentro. Olympiacos afrontaba el último cuarto en mínima desventaja con el CSKA de Moscu (51-47). Entre otras razones, porque Spanoulis no estaba centrado. No encontraba sensaciones. Los helenos echaban en falta sus puntos. El CSKA siempre mandó en el marcador desde el comienzo y hasta gozó de rentas cómodas, aunque nunca superiores a esos diez puntos psicológicos. Bien es cierto que sólo Nando De Colo estaba demostrando su clase. Teodosic, Weems o Kirilenko estaban ausentes, con más errores que aciertos. Pese a la escasez de aporte de Spanoulis, el Olympiacos se plantó en el cuarto final con opciones de apuntarse las semifinales.
Ese cuarto de desenlace avanzaba pausadamente -Olympiacos siempre puso el ritmo más conveniente a sus intereses- y el CSKA acariciaba su presencia en la final de este próximo domingo en Madrid. Lo tenía en su bolsillo. Tuvo hasta nueve puntos de diferencia. Era prácticamente definitiva. Quedaban poco más de cuatro minutos. Los rusos festejaban y los griegos se resignaban a un encuentro muy bueno en defensa y con ciertas lagunas ofensivas, a excepción de Printezis. Nadie hubiera apostado por una remontada. La hubo. La hubo porque surgió un Dios del baloncesto con nombre de Spanoulis. Sus últimos tres minutos y medio de encuentro fueron una oda al espectáculo: anotó dos triples a cuál más decisivo más otra canasta de dos para voltear el marcador y situar a Olympiacos en la final del domingo. El campeón de Europa, en 2012 y 2013, defenderá su prestigio sobre la pista en la cita más decisiva del curso. Lo hará tras una exhibición de Spanoulis.
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