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Ficha técnica
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78 - Real Madrid: Llull (12), Carroll (16), Rudy Fernández (7), Ayón (2) y Reyes (2) --quinteto inicial--; Sergio Rodríguez (11), Nocioni (12), Maciulis (9), Rivers (5), Slaughter (2) y Bourousis (-).
59 - Olympiacos Mantzaris (1), Spanoulis (3), Darden (-), Printezis (11) y Dunston (4) --quinteto inicial--; Petway (2), Hunter (10), Papapetrou (-), Sloukas (10), Agravanis (-), Lafayette (1) y Lojeski (17).
Parciales: 15-19, 20-9, 18-18 y 25-13.
Árbitros: Pukl (SLO), Ryzhyk (UKR) y Belosevic (SRB). Sin eliminados.
Incidencias: Final de la Final Four de la Euroliga, disputado en el Palacio de los Deportes (Madrid) ante 12.987 espectadores. El Rey Felipe VI presidió, y entregó el trofeo de campeón, el encuentro.
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Rivers, Rudy Fernández, Nocioni, Campazzo, Maciulis, Reyes, Sergio Rodríguez, Ayón, Carroll, Llull, Bourousis, Slaughter, Mejri y, por supuesto, Pablo Laso. Catorce nombres que ya forman parte de la historia del Real Madrid. Son los hombres de la NOVENA COPA DE EUROPA del Real Madrid. Esa que ha tardado tantos años en volver a casa, a las vitrinas del club más laureado del viejo continente. El Real Madrid vuelve a ser Rey de Europa. La NOVENA ya se ha conseguido. Y se ha hecho ante Olympiacos, tras un encuentro que exigió el máximo a un grupo que aprendió a sufrir (con dos subcampeonatos incluidos) para luego ganar y saborear un éxito que les sitúa con todos los honores en la historia del baloncesto.
No sucedió nada que no estuviera previsto. Bastó con diseminar lo visto durante el primer cuarto. El Olympiacos no escondió sus bazas: músculo y contacto extremo en cada acción defensiva y ralentizando cada ataque hasta agotar posesiones. La pizarra tampoco ocultó sus deseos de frenar, con esas faltas tácticas, cualquier ataque de velocidad del Real Madrid. Era de esperar. Lo que no entraba dentro de la lógica era la aportación anotadora de Lojeski (10 puntos en primer cuarto). Sus canastas castigaron una tímida defensa blanca. El marcador se resintió hasta los 6 puntos de diferencia (12-16). Tampoco entraba en los planes que Ayón sumara dos faltas consecutivas, junto cuando su garra e ímpetu se antojaba esencial. Y mucho menos que el Real Madrid apenas superara el 30% en tiros de campo. El cuarto se cerró con un 15-19; y con unas sensaciones de necesidad imperiosa de voltear el ritmo. Olympiacos tenía el partido donde más se gusta. Y en estos terrenos tan pantanosos suelen ser impacables con sus adversarios.
Sin el aporte necesario de Reyes y Rudy (sólo Llull estaba en modo conexión), Laso recurrió a la segunda unidad, como sucedió con el Fenerbahce. Y acertó. No estuvo fino Rivers desde el perímetro, pero ayudó a subir el tono defensivo. El Real Madrid empezó a no arrugarse en el contacto y a no empecinarse en buscar tiros complicados y de forma individualista. Esto es un trabajo de equipo. Por eso mismo, Nocioni apretó las tuercas en defensa y ataque. El argentino no se amilana fácilmente. Más bien todo lo contrario. Se motiva y motiva al resto. En él nació esa intensidad que requería el partido. Defendió y anotó. Como también hizo Maciulis. El lituano aportó 9 puntos justo cuando el Olympiacos prendía la mecha: 15-21. Esto rescató al Real Madrid. Defendió mejor (los griegos pasaron de anotar 19 puntos a sólo 9) y encontró soluciones ofensivas. A eso se unió que el Olympiacos firmó un 6/14 en tiros libres. Consecuencia: primeras ventajas para el Real Madrid. Más tranquilidad. Menos nervios. Mejor disposición para hacer frente al músculo de Olympiacos. El descanso se alcanzó con un prometedor 32-26 a favor del Real Madrid. Y a estas alturas, ni Spanoulis ni Printezis estaban cómodos (3 y 2 puntos, respectivamente).
Carroll, en modo francotirador
Ambos continuaron desaparecidos durante el tercer cuarto. No así Lojeski. Hubo noticias de él. Y no buenas. Volvió para apagar un fuego en el Olympiacos. Salieron dormidos y se vieron 11 abajo (40-29). El Real Madrid empezaba a ser ese Real Madrid de buenas ocasiones. Buenas defensas y ataques con más fundamento. Era el momento de romper el partido, a pesar de la tercera falta de Llull. Un activo al banquillo justo cuando surgió Lojeski y Sloukas. Entre ambos lideraron un parcial de 0-11 que restableció el equilibrio en el marcador: 43-41. Entonces, emergió un francotirador: Jaycee Carroll. Sus once puntos consecutivos, con tres triples incluidos, revivieron al Real Madrid. El tercer acto se cerró con un 53-46. Todo abierto, pero con ventaja. Algo era algo.
La tensión se palpaba en el ambiente. Cada jugada valdría oro. Para empezar, triple de Nocioni y diez puntos de diferencia: 56-46. Pero, nuevamente, el vértigo apareció con dos balones perdidos y dos acciones defensivas muy frágiles. Nuevamente menguó esa ventaja, gracias también al acierto de Sloukas: 62-55 a cinco minutos para la conclusión. Empezaba el tiempo donde o se templan los nervios y se controla el corazón o cualquier error o despiste cuenta más que un acierto en el desenlace del encuentro. Y volvió a aparecer él. Un argentino fichado para poner garra cuando se debe poner garra. Nocioni cogió el balón y firmó un triple para volver a situar al Real Madrid diez arriba a poco más de tres minutos para el final: 65-55. Y si faltaba algo, puso un tapón marca de la casa. Nocioni creía más que nadie en el triunfo. Él lo hacía todo: anotaba, defendía, animaba a sus compañeros y tiraba del público, fieles entregados como nunca. La ocasión lo merecía. Se empezaba a acariciar la novena. Sólo faltaba la estocada. Los tiros libres de Llull (más una entrada a canasta) y Ayón impulsaron más al Real Madrid: 71-55 a casi dos minutos para el final.
Nocioni, MVP
La situación de Olympiacos empezaba a ser crítica. Necesitaba anotar con rapidez y defender mejor. En lo primero, sus porcentajes eran un claro lastre: 5 de 23 en triples y 12 de 26 en tiros libres. Y tampoco acertó en defensa. El Real Madrid veía el aro tan grande como una piscina. La suerte estaba echada. El título era blanco. No hubo proeza de Spanoulis y el Real Madrid -con Nocioni como MVP- conquistó la Novena y volvió a ser nombrado Rey de Europa.
CSKA, tercero, tras vencer a Fenerbahce
El conjunto moscovita, el equipo que cuenta con el mayor presupuesto del baloncesto europeo (unos 35 millones de euros) se marcha de Madrid con el premio de consolación: tercero. Es decir, una recompensa menor a tenor de las expectativas y del juego expuesto en el Palacio de los Deportes. El CSKA se marcha al diván del psicólogo. Deben aclarar sus ideas. ¿Cómo es posible comenzar avasallando al Fenerbahce y acabar sufriendo? Sus desconexiones físicas y mentales son tan asombrosas como su lista de jugadores con galones. Al descanso, con una defensa muy sería y un ataque voraz, el CSKA tenía atado el tercer puesto. Se iba a ir de Madrid hasta con una buena sensación (24-48). Parecía una tarde perfecta, para redimirse de lo sucedido el viernes. Pero no. El CSKA es un grupo destinado a terapia.
A falta de seis minutos para la finalización, el marcador registraba un empate a 70 puntos. Ver para creer. La desconexión del CSKA había sido absoluta. A esto se sumó que Goudelock se empeñó en ganarse un buen contrato: 24 puntos (15 puntos tras el descanso) y Bjelica en demostrar que su MVP de Liga Regular de Euroliga no era casualidad: 18 puntos, con 14 tras el descanso. Y cerca estuvieron de hacer una remontada con tintes históricos. Les faltó aire al final y que Goudelock no se dejara, por el suelo, un balón en un ataque final. Ni voltearon el marcador ni ganaron, pero se marcharon con una buena sensación de su primera presencia en una Final Four. Hubo aplausos desde las gradas. El CSKA se marchó con el tercer puesto y dispuesto a dejarse aconsejar por el psicólogo.
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