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​Hay vida más allá de la tele

No se trata de demonizar la TV, pero sí de limitar su uso
Redacción
jueves, 8 de abril de 2021, 05:08 h (CET)

Otras Actividades 1


Los españoles pasamos una media de cuatro horas viendo la tele, una cifra que aumenta hasta casi las ocho horas en caso de los mayores de 65 años. Algo preocupante si tenemos en cuenta que, además, la pandemia ha aumentado estas cifras en un 20 %.


Esta vida contemplativa tiene efectos secundarios adversos, según estudios recientes,ver la televisión durante cuatro horas al día se asocia con deterioro cognitivo y una disminución de la memoria verbal. Además, cuando estamos pegados a la pantalla, nuestro nivel metabólico se reduce más incluso que en estado de reposo, lo que potencia la obesidad y eleva el riesgo cardiovascular. La combinación de estímulos sensoriales con la pasividad de ser espectador actúa sobre ciertas áreas cerebrales del lenguaje, las matemáticas y la comprensión lectora, entre otras.


Ver la tele desplaza actividades físicas y otras cognitivamente beneficiosas, como son los juegos de mesa, la lectura, las manualidades, la socialización. Por ello, los expertos de thyssenkrupp Home Solutions recomiendan tener siempre muy presentes los siguientes consejos:


1. Consumo responsable

Ese «bebe con moderación», que nadie sabe exactamente cuánto es, debe ser también «ve la tele con moderación». No se trata de demonizar la TV, pero sí de limitar su uso. Es necesaria como medio de conexión con el mundo, fuente de información y entretenimiento, pero no hay que abusar. Por ejemplo, el aparato puede estar encendido para las noticias, algún espacio favorito, un documental de vez en cuando, una peli a la semana, pero no para hilar un programa con otro de la mañana a la noche. Esto es, hay que procurar no pasar de las dos horas diarias.


Ocupar el tiempo libre con opciones distintas permite entrenar otras capacidades, como la creatividad, la paciencia, la memoria, la atención, la concentración, el orden, la precisión, la autoconfianza, la autoestima, el trabajo en equipo, el buen humor... Esto es, habilidades necesarias para preservar la salud mental y física.


2. La importancia de mantener un horario

Hay que hacerse un horario, bien en papel, bien con notitas o post-it y tenerlo a la vista para saber qué hacer al día siguiente. El hecho de organizar la agenda reservando un tiempo para cada cosa obliga a no abandonarse delante de la tele. Dependiendo de las limitaciones, las obligaciones, las aficiones e, incluso, el clima, es importante fijarse un horario de rutinas para el cuidado personal, la cocina, otros quehaceres domésticos y las actividades que posibilitan mantenerse en forma, ejercitar la mente, relajarse, divertirse, estar al aire libre y socializarse.


3. Lo primero es moverse

Incluso las personas con movilidad reducida o en silla de ruedas pueden y deben hacer ejercicio cada día. La actividad física ayuda a preservar la salud, protege el corazón y previene dolencias peligrosas como la diabetes o la hipertensión. Además, ayuda a mantener la autonomía y la competencia funcional. Algo tan sencillo y tan al alcance de casi todos como caminar protege la salud. Un podómetro o una aplicación en el móvil harán las caminatas más divertidas, y si hay un amigo con quien salir a andar, aún mejor.


Conviene sumar ejercicios con pesas, que pueden hacerse mientras se ve la tele. En cualquier caso, es importante no pasar mucho rato sentados, levantarse a menudo. También se recomienda apuntarse a alguna actividad fuera de casa, como taichí o yoga, gimnasia de mantenimiento, pilates, baile, natación... una o dos veces por semana.


4. Otras actividades

Hay que procurarse otras actividades y aficiones al margen de la televisión. Las actividades recreativas aportan ventajas biológicas, psicológicas y sociológicas. Los expertos recomiendan algunas:


Juegos de mesa. El dominó, las cartas, las damas, el bingo son actividades que ejercitan el cerebro, entrenan la agilidad mental, elevan la autoestima, divierten, permiten la interacción social e incrementan el aprendizaje.


Juegos de memoria. Suponen un entrenamiento para mantener las habilidades cognitivas y la concentración. Los hay de cartas, de adivinanzas, de personajes ocultos, de pistas... También los crucigramas, sudokus, sopas de palabras son divertidos y útiles.


Rompecabezas. Los puzles de mayor o menor dificultad son fabulosos para ejercitar la percepción espacial.


Labores. Hacer ganchillo y punto, bordar con lana, coser figuras de fieltro o muñecos de trapo sirve para entrenar la coordinación, relajar, crear, regalar a las personas queridas, despertar la motivación. Muchas mujeres saben hacer este tipo de labores, pero puede que no conozcan lo suficiente o no tengan ideas; además de encontrar tutoriales en internet, numerosas mercerías de barrio ofrecen talleres de formación (para hombres y mujeres).


Cocinar. Más de moda que nunca, gracias a los programas de la tele. Así que toca levantarse del sofá y poner en práctica lo visto. Se trata de una actividad que requiere paciencia y concentración. La cocina es también un acto de amor para quienes comparten mesa o se benefician del táper. Existen todo tipo de cursos para especializarse en cocina china, peruana, vegetariana, arroces, repostería...


Artesanía. Las posibilidades son infinitas y a gusto de cada uno: cerámica, textil, madera, vidrio, metal, juguetes, belenes, velas, cuero, perfumes, papel y cartón... Muchos artesanos están ahora ofreciendo sus clases online.


Bisutería. Hacer pulseras, pendientes, broches y collares permite entrenar la atención y la concentración, mejora la motricidad manual, la precisión y la coordinación ojo mano. Es una labor creativa y artística. Las tiendas especializadas y las mercerías venden todo tipo de elementos para crear accesorios.


Cinefórum. Hay plataformas para ver buenas películas en la tele. La idea es acordar con los amigos el título de la semana. Se puede tomar nota mientras se está viendo para no olvidar los detalles relevantes y después, por Zoom o por Skype o en una terracita, comentar lo visto.


Escritura. Está al alcance de todos, mejor o peor. Escribir ejercita la memoria, ayuda a la concentración y entrena la motricidad. Memorias y recuerdos, autobiografías, relatos, cuentos para los nietos o un recetario con los platos estrella. Puede ser un bonito regalo para las personas que nos quieren y a quienes queremos.


El árbol genealógico. Toda familia agradece no perder la memoria de sus antepasados. A veces, con la lejanía, la historia se pierde. Reconstruir ese entramado familiar, con textos, fotos, ilustraciones, documentos, supone una apasionante investigación que puede llevar a contactar con parientes lejanos. Es un bonito legado para las generaciones futuras.


Cuidado de plantas. No todo el mundo tiene un jardín donde ejercitarse cambiando flores cada temporada o plantando perejil y albahaca, pero seguro que sí cuenta con balcón, terraza o ventanas para poner macetas.


Actualización en tecnología. Del miedo a la informática también se sale. Hay que actualizarse, porque la tecnología ayuda a estar conectado con el mundo, a comprar, hacer operaciones bancarias o incluso a visitar museos por internet.


Limpieza y orden. Seguro que acumulamos más de lo que vamos a usar el resto de nuestra vida. Organizar armarios, garajes, trasteros es una actividad que debe hacerse periódicamente. Llevar trastos al punto limpio o hacer donaciones es una buena forma de soltar lastre.


Bricolaje. Lijar, barnizar y pintar sillas, mesas, puertas o muebles anticuados es una actividad divertida que da otra cara a los objetos habituales. La restauración es creativa, buena para el cuerpo y la mente.


Lectura. Es el número uno para el cerebro. No hay por qué leer a los clásicos si no apetece, también valen las revistas, los periódicos o los best sellers, tanto en la tableta como en papel, o, si se prefiere, escuchar audiolibros. La lectura aporta diversión, amplía la cultura y el vocabulario, facilita la capacidad de análisis y de síntesis, supone un ejercicio intelectual, mantiene la comprensión lectora, activa la memoria, despierta la empatía y ayuda a la resolución de problemas.


Aprender. Nunca es tarde para estudiar. Sus ventajas son inmensas, tanto para el cerebro como para la autoestima. Historia, inglés, música, cursos académicos o no previenen el deterioro cognitivo.


Autoabastecimiento. Con tanto sobresalto como venimos sufriendo, no está de más aprender a hacer ciertas cosas, como jabón, velas, pan..., o bien plantarse un huerto urbano en la terraza gracias a las mesas de cultivo en las que ni siquiera hace falta doblar el espinazo.


Fotografía. Hay pocas actividades tan divertidas. Cualquier smartphone permite retratar a los amigos, los nietos, la calle, las flores, los comercios y millones de situaciones y escenarios para luego jugar con las sencillas aplicaciones de retoque fotográfico. También se puede invertir en una cámara mejor para seguir progresando. Hacer fotos es más que darle al clic: hay que aprender a encuadrar, componer, aprovechar la luz, etc.


Cuidado de mascotas. Las personas que tienen animales de compañía sufren menos estrés, reducen la tensión arterial, disfrutan de mejor salud y se sienten más útiles. Un perro obliga a moverse y salir de casa, que es lo ideal; pero también sirve un gato, un pájaro o un acuario lleno de pececillos a los que cuidar. Un ser vivo exige responsabilidad, cuidados, juegos, empatía...


Pintar y colorear. Todo el mundo puede sacar a relucir al niño que tiene dentro con diversos materiales: óleo, acuarelas, ceras, lápices, rotuladores, bolígrafos... en casa o en una academia. También hay quienes disfrutan coloreando mandalas o láminas. Pintar tiene beneficios para la salud mental, la autoestima, la motricidad, la concentración, la creatividad.


Papiroflexia. Hacer figuritas de papel era una de las aficiones de Unamuno. El arte de plegar un trozo de papel para ver nacer una figura mantiene ocupadas las manos y la mente, ejercita la coordinación y la memoria, parece magia a los ojos de los niños y crea adicción. En internet existen tutoriales para practicar, pero también hay cursos de nivel para impresionar.


Vida social. La soledad es mala para la salud. Puede que uno llegue a pensar que está a gusto y que no necesita a nadie, pero la ciencia demuestra que es falso. Se asocia a mayor riesgo de ansiedad y depresión, deterioro cognitivo, demencia, menor longevidad. En la medida de lo posible, hay que esforzarse por hacer vida social, pero hay que ser precavidos y, en estos tiempos de coronavirus, mejor no arriesgarse, así que podemos socializar llamando más por teléfono, charlando por Skype o Zoom, o apuntandose a un club de lectura online...


Cualquiera de estas actividades proporciona una mayor satisfacción personal que ver la tele durante horas y mejora las expectativas de vida. 

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