No, no es el desvarío de mi mente calenturienta, ni el desatino de un momento de enajenación. Quiero hacerme comunista desde el momento en el que se me demuestre que esta formación política ha causado algún bien a la Humanidad.
Cuando se me convenza de ello, doy mi palabra de honor de que me afiliaré al partido, obtendré mi carné y pagaré cumplidamente las cuotas que me correspondan.
Vaya por delante que no he pertenecido, no me afiliaré, ni seré miembro de ningún partido político. Yo milito en la OPOSICIÓN, por una razón muy sencilla porque los ciudadanos tenemos que controlar a los que nos gobiernan puesto que disponen de nuestro dinero que, con tanto sacrificio, esfuerzo y resignación les entregamos para que ellos los despilfarren en cosas innecesarias, en vil provecho de sus apetencias personales o en favorecer a sus “amigotes”, como el caso de la aerolínea de Venezuela.
¡Ya lo creo que me haré comunista, cuando compruebe que lo que preconizan no es: “lo mío para mí, y lo tuyo para los dos”!
Refieren que, allá por finales del siglo XIX o principios del XX, cuando el Comunismo estaba dando sus primeros vagidos en nuestra España, se reunieron tres comunistas acérrimos y comenzaron a distribuir los bienes que les arrebatarían a los pudientes: “El Cortijo de D. José para Miguel, las viñas de D. Gabriel para Rafael, las vacas de D. Antonio para José, y así sucesivamente, hasta que uno de ellos dijo y las cabras de… El que efectuaba el reparto dijo ¡Eh! las cabras ni se tocan, al preguntarle los otros dos por qué no se repartirían, respondió, porque yo tengo un rebaño.
¿Verdad, mentira?, ¿fábula, cuento? Nunca se sabrá, pero refleja claramente el “lo mío para mí y lo tuyo para os dos”
Creeré en el Comunismo cuando se me demuestre que el “Archipiélago Gulag” que narra Aleksandr Solzhenitsyn es una falacia, lo mismo que los millones de muertos causados por la hambruna provocada por Stalin en Ucrania, Kubán, y otras distintas regiones de las URSS, en el contexto de la colectivización de la tierra durante los años 1932-1933 en la cual habrían muerto de hambre entre 1,5 y 12 millones de personas (los historiadoras continúan investigando la veracidad de estos datos).
Quien desee ampliar sus conocimientos de los millones de muertos causados por el Comunismo a lo largo de los tiempos, y hasta ahora, solo tiene que buscar en Internet y tendrá cumplida satisfacción.
Son incontables los exterminados en Rusia, China, Corea del Norte o cualquier otro país en el que esta doctrina se haya implantado.
Creeré en el Comunismo cuando se me demuestre que la llegada al poder de Mao Tse -tung no provocó la muerte de entre 48 y 78 millones de personas, cuando se me convenza de que los asesinados lo merecían y no era por no pertenecer al Partido.
También creeré y me haré comunista cuando este cínico, desvergonzado, insolente y caradura de Pablo Iglesias abandone su palacio mansión de Galapagar y vuelva a vivir en Vallecas, para poder atacar a “la Casta” que fue la argucia de la que se valió para auparse al poder.
No sé cómo no se le cae la cara de vergüenza al reclamar la compensación de 5,300 € mensuales por haber sido miembro del Gobierno durante 14 meses.
Ciertamente tiene derecho a ellos, pero ¿este es el cínico, en el peor sentido de la palabra, no en el de los filósofos griegos, que venía a acabar con “la Casta”?
En España tenemos un dicho que lo retrata perfectamente: “No pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió”.
Este oscuro e irrelevante profesor de Universidad (¡A saber cómo consiguió el puesto!) se ha aupado sobre los desheredados para alcanzar cotas de poder que jamás hubiese imaginado. Ha pedido y mendigado dominio de todas las formas posibles, pero siempre desde la tenebrosidad.
Decía que “quería asaltar el cielo”, no lo ha asaltado, lo ha arrebatado con sus turbios tejemanejes que lo han aupado sobre todos los desharrapados que decía defender.
Así cualquiera se hace comunista. Estoy deseando de serlo, pero no se me presenta la oportunidad, porque soy un oscuro hombre de la calle, un ciudadano de a pie que solo he hecho tres cosas en mi vida, trabajar y estudiar al mismo tiempo, y cuando me casé y tuve hijos, cuidar de mi familia. Vivo en un modesto piso que con muchos esfuerzos he conseguido tras largos años de hipoteca, y no tengo más bienes que mis hijos y mi modesta casa, por eso yo quisiera ser comunista como Pablo Iglesias y disfrutar de sus innumerables prebendas conseguidas engañando a los bobalicones que creen en él sin darse cuenta de que los embauca.
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