La reciente controversia acerca de las vacunas de AstraZeneca y Janssen, debida a algunos casos en los que ha habido complicaciones de trombosis -unos pocos con resultado de muerte- me lleva a plantear una cuestión y a defender mi postura de no vacunarme si me ofrecen hacerlo con esas marcas, habida cuenta de que tengo 65 años y hasta hace pocas semanas se suponía que me tocaría ser vacunado con Pfizer, de la que no tengo constancia de que se hayan dado complicaciones similares a las de las marcas anteriores.
Para empezar, lo haremos hablando de precios. Por sintetizar un poco, la vacuna de AstraZeneca vale 1,78 euros, la de Pfizer vale 12 euros y la de Moderna vale 18 euros. Sobre otras tales como las chinas o la Sputnik, no sé.
Digo esto porque todo el mundo cree que la vacuna es gratis, pero no, en esta vida no hay nada gratis, aunque el Estado paternalista nos diga que sí. Todo cuesta dinero y siempre hay quien hace negocio, con las vacunas también, y comprando millones de dosis se llegan a acuerdos económicos muy concretos.
Me resulta muy sospechoso que una serie de políticos hayan emprendido una auténtica cruzada mediática en defensa de AstraZeneca cuando por otra parte la terca realidad de personas con trombosis o fallecidas a causa de dichas trombosis tras recibir la vacuna es minimizada con el argumento de que se trata de un 0,001% del total de los vacunados, lo que les lleva a razonar que son muchos más los beneficios derivados de vacunarse que de no vacunarse.
En ese razonamiento hay un elemento engañoso, pues mientras los políticos hablan de números, yo hablo de personas. ¿Serían capaces de ofrecer ese argumento a los familiares de esa profesora de Marbella que murió tras recibir dicha vacuna? ¿O a todos aquellos que han enfermado de trombosis como consecuencia de la misma? Yo conozco en mi entorno varios casos.
No comprendo ese empecinamiento en administrar a toda costa esa vacuna a los mayores de 60 años cuando se ha llegado técnicamenta a la conclusión de que a los menores de dicha edad no es recomendable. Quizá en el fondo es que tienen un stock al que hay que darle salida como sea, y que un jubilado muera o coja trombosis es menos perjudicial macroeconómicamente que la coja una persona de menos edad.
Tampoco entiendo esa presión para que nos pongamos la vacuna que los políticos dicen cuando hay varias aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento. ¿Hay algún negociete o comisiones no confesables en la compra masiva por la Unión Europea de esta vacuna cuyo precio es diez veces menor que la de Pfizer? No se por qué se pretende imponer una vacuna asimilable a producto de bazar cuando se trata de algo tan delicado como es la salud de las personas. Si todos tenemos libertad para comprar el coche que queremos de acuerdo con nuestras posibilidades, ¿por qué el Estado se empeña en meternos en el cuerpo un producto determinado comprado previamente por él? ¿No sería razonable instaurar un bono de 2 euros por ciudadano de modo que cada cual elija la vacuna que se quiere poner, pagando él mismo la diferencia, si es que desea una vacuna que es más cara pero le da más seguridad?
No creo que en un asunto tan importante como este vaya a haber mucha gente que no esté dispuesta a pagar los 10 euros de diferencia de su bolsillo, por muy pobre que sea. Incluso podría haber una bonificación adicional para casos de extrema pobreza.
El problema está en que, con tanto de hablar de “inmunidad de rebaño”, los políticos tales como Carmen Calvo o María Jesús Montero han creído que los españoles somos literalmente un rebaño de corderos. Por suerte estamos en Europa y desde las instituciones europeas y la propia Angela Merkel - y el propio Pedro Sánchez, que es más inteligente que las dos ministras mencionadas - las ha desautorizado en sus esperpénticas opiniones.
Hay otra cuestión a tocar: Una vacuna no es un medicamento curativo, de modo que mientras que en estos partimos de un enfermo, en la vacuna partimos de una persona sana. En un medicamento curativo la alternativa es vencer la enfermedad, aunque el medicamento ofrezca algunas contraindicaciones o efectos secundarios. La alternativa es seguir mal o correr un riesgo limitado a cambio de curarse. En la vacuna - a nivel personal, repito, personal - no hay tal alternativa, no siendo aceptable jugar a la ruleta rusa generando un problema nuevo, por muy pequeña que sea la proporción de que le toque a uno la bala, ya que el problema no es un mero juego estadístico, sino que le toque a uno la bala.
El consejero de sanidad de la Junta de Andalucía podrá hacer alarde de tener mucho coraje poniéndose la vacuna de AstraZeneca delante de las cámaras de televisión. Sin embargo, yo creo que esto no es una cuestión de valor sino de no crear un problema a añadir a los muchos que ya de por sí nos da la vida sin buscarlos. Y ello por no mencionar otras cuestiones opacas de las que los ciudadanos de a pie no tenemos ni la más mínima noción de cómo se cuecen.
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