Indudablemente, se ha producido un gran cambio en la situación política española. El sistema de partidos, ya no será el mismo que el de los tres últimos decenios. Y esto representa, sin duda, un cambio histórico. El bipartidismo ha quedado muy tocado.
La pérdida de votos respecto a las pasadas elecciones de los dos grandes partidos es considerable. Y esto crea un nuevo mapa político. Los pactos será imprescindibles a partir de ahora, y eso creará políticas que se apoyen, en parte, en el consenso, las concesiones parciales, y los acuerdos, aunque sin traspasar determinadas líneas rojas de los nuevos partidos emergentes.
El triunfo de las fuerzas de izquierda, y el desplome del partido en el gobierno, impulsan una nueva forma de ejercer la política. Estará más basada en la participación de los ciudadanos y, no tanto, quizás en los aparatos de los partidos, al menos, en teoría. Esperemos que en la práctica se concreten, de modo claro, estos nuevos hábitos políticos. Impulsados, en mi opinión, por Podemos con sus círculos, etc., y la participación política ciudadana que propicia.
En cualquier caso, la inexistencia de mayorías absolutas considero que favorece una gobernabilidad más racional y sensata, ya que representa mejor los intereses de la mayoría de la ciudadanía, sobre todo, en relación con las cuestiones relativas a trabajo, sanidad, educación, etc.
Además, si esta tendencia de aumento de votos para los partidos nuevos y de izquierda, se consolida en las próximas elecciones generales, que es lo más probable, en principio, esto puede ser muy positivo de cara a una reconsideración, derogación, paralización o sustitución de algunas leyes, y también en otros ámbitos de carácter laboral y social.
Parece claro, a mi juicio, que una gran parte de la ciudadanía se ha decantado por dar un voto de confianza a los nuevos partidos, y a las formaciones políticas de izquierda, con la esperanza y el deseo de que gobiernen a favor de las personas, y no pendientes de los bancos, multinacionales, grandes empresas y, en general, de los exclusivos intereses del neocapitalismo europeo y mundial.
En este sentido, considero que este gran toque de atención que han dado los ciudadanos, sobre todo, al partido en el gobierno, es una anticipación o ensayo general de lo que puede ocurrir en las cercanas elecciones generales.
La ciudadanía ha castigado las prácticas corruptas, a la hora de depositar los votos, y también la falta de medidas reales y efectivas que garanticen de verdad un trabajo de calidad a la población en edad de trabajar, y una política impositiva mucho más dura para combatir el fraude fiscal y la impunidad. Porque considero que los ciudadanos deben contribuir en mucha menor medida, y las grandes fortunas, empresas y bancos, etc, deben pagar mucho más a Hacienda. El principio de proporcionalidad debería ser cambiado para favorecer más a las rentas más bajas.
Lo que parece claro, a mi juicio, es que la participación ciudadana puede ser, cada vez más decisiva, en las formas de hacer una política realmente social.
Al respecto, el previsible logro de la alcaldía de Ada Colau en Barcelona, y de la juez emérita del Tribunal Supremo y política Carmena Castrillo en Madrid abren un nuevo escenario político que impulsará una actividad política más solidaria, que lleve a la práctica una mayor atención a las necesidades de todos los ciudadanos, desde el ámbito local.
Algo que, si la ciudadanía la valora positivamente, dentro de unos meses podría ser extrapolable a todo el territorio, en función del resultado de las elecciones generales.
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