¿Qué es Latinoamérica? Sin dudarlo, mi hogar.
Un saludo en medio de un paisaje lleno de nieve y hielo -calculo a unos 15 ºC bajo cero-, a bordo de un buque de la Armada de Chile, frente a la base naval Capitán Arturo Prat, me cimbra, porque el mensaje que subyace a las palabras del oficial que las emite es muy claro: la poesía nos hermana y no tiene fronteras.
Se trata de un video (bit.ly/3qM8GMj) de medio minuto en el cual Máximo Ariel Avilés Vidal, Teniente Primero de la Armada de Chile, saluda a quienes conformamos la emisión dominical de #Poesíaalasocho, cuya señal se origina en Puebla, México, pero se produce y co conduce en territorio chileno por mis queridos amigos Marco Muñoz del Campo y Raúl Estrada Albornoz. Aunque las palabras son breves veo mucho detrás de todo esto.
Lo primero en lo que caigo en cuenta es, cómo es que la poesía se convierte en inseparable compañera de quienes trabajan en los lugares más recónditos del planeta. En voz de Raúl Estrada me entero que muchos pescadores, marinos y militares chilenos –como seguramente sucede con sus pares en todo el planeta–son asiduos a la poesía. Allá donde solamente se ve neblina, nubes, hielo y más hielo, quienes cumplen con su labor escriben pensamientos, versos y poemas a sus seres queridos, a su patria, al planeta, a todo.
Me dice Raúl, quien se desempeñó como investigador y profesor en el área de Estudios Ambientales, en Servicio Hidrográfico de la Armada (SHOA), que es frecuente encontrar poemarios en las embarcaciones de aquellos lugares remotos. También me percato que aquellas personas que están tan lejos cumpliendo misiones de trabajo peligrosos lo hacen inspirados y motivados por la lírica épica, la poesía histórica: su himno, sus poemas patrios, su bandera.
¿Cuántos poemas se habrán generado en esos rudos territorios? ¿Cuántos poetas andarán entre placas de hielo llevando en su mente aquella poesía íntima que tal vez no aflore en forma de poema?
Lanzo esas preguntas para mí al mismo tiempo que me queda claro el poder de visibilización que provocan gestos como el del Teniente Avilés. Me sacude sentirme tan confortable mientras hay poetas que van por los mares gélidos haciendo su trabajo. No sé por qué, pero imagino que debe haber algunas mujeres y hombres que estén tatuadas con algún verso, con algún poema, el cual a veces se convierte en un punto de anclaje al valor, para aferrarse a la vida, cuando se vive peligro y se ve de frente a la muerte.
También caigo en cuenta de hasta dónde ha llegado la iniciativa #Poesíaalasocho, la cual lancé en abril del año pasado con motivo de la contingencia sanitaria provocada por el covid-19, misma que se cimenta en cuatro pilares: son tiempos históricos, la poesía tiene valor social, todo es poetizable y la educación permanente.
Recapitulo sobre los vínculos que a través de la tecnología hemos conseguido, las ciudades que hemos recorrido, los países que hemos transitado, las invaluables amistades y alianzas que hemos concretado. Veo gestos como el de Ariel Avilésy pienso en la labor social invaluable de proyectos hermanos como Chile, tierra de poetas y Acción Poética. Pienso también en la labor que han emprendido colegas poetas como Francisco Javier Estrada, Paloma Cuevas, Elizabeth Damián, Juan Contreras o Edith Barrios, solo por mencionar algunos nombres.
Sí, hasta la Antártica de Chile llegó #Poesíaalasocho, y con ello, nuestros hermanos marinos se robaron algunas de nuestras reflexiones y se quedaron con parte de nuestro corazón.
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