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Cuenca de luto

José Manuel López García
viernes, 14 de agosto de 2015, 08:10 h (CET)
Ciertamente, toda España está afectada por este horrible doble crimen de dos jóvenes inocentes e indefensas frente a la salvaje violencia del presunto criminal. Su detención en una localidad de Rumanía no sé, si aminora o reduce el dolor, pero, al menos, pone de manifiesto que la labor de la policía es magnífica, tanto a nivel nacional como internacional.

El número de asesinatos relacionados, directamente, con la violencia de género debería hacer reflexionar más a los políticos y parlamentarios españoles.

De poco sirve lamentarse, por este tipo de delitos contra la vida. Me parece que, aunque ya exista una normativa legal para amparar los derechos de las mujeres, no es suficiente. Y la prueba de lo que digo es que a pesar de las medidas de protección para impedir o evitar la violencia machista, siguen produciéndose cada poco asesinatos, sobre todo en casos de divorcios, separaciones o en situaciones de ruptura sentimental.

Tal vez se tengan que implementar más medidas que sean más eficaces para que esto no siga sucediendo. Las pulseras electrónicas, u otros procedimientos similares, quizás tengan fallos de seguridad, o desde que avisan no den un tiempo de reacción adecuado a las fuerzas de seguridad, para que puedan intervenir con éxito o buenos resultados.

En todo caso, lo que es obvio, es la necesidad de que todos los individuos que tengan antecedentes por maltrato y retención ilegal, como es el caso, según escriben los medios, del presunto asesino Sergio Morate, deben ser vigilados y controlados de un modo minucioso. Precisamente, para evitar que ejecuten conductas tan atroces.

Ya se sabe que la prevención de delitos gravísimos es difícil, porque el número de policías no puede ser mucho mayor del que ya es, por razones fácilmente entendibles. Si bien creo que tanto a nivel judicial, legislativo, sanitario como policial se deberían desarrollar programas de acción, con diagnósticos psicológicos y psiquiátricos para cuantificar los riesgos reales de personas que ya han maltratado, y se han mostrado violentos, vuelvan a realizar agresiones.Y esto, ya ha sido puesto de manifiesto, por acreditados expertos en estos asuntos.

Aunque esto sea extremadamente complejo, me parece absolutamente indispensable, si se quieren, evitar de un modo más eficiente los abundantes casos de violencia contra las mujeres.

Indudablemente, debe respetarse el garantismo procesal, y la presunción de inocencia, pero pienso que ante posibles riesgos conviene que se arbitren medidas de seguimiento exhaustivo de los que, a juicio, de los psiquiatras pueden cometer agresiones, aunque el riesgo de que esto suceda no sea muy elevado.

Y si el espíritu de nuestro ordenamiento legal en lo referente a estas cuestiones ya es así, lo que resta es reforzar su aplicación con más medios electrónicos.

Actualmente, los dispositivos electrónicos de seguimiento cada vez son más sofisticados y precisos. Y en unos años o décadas con la nanotecnología, y el rápido desarrollo de la tecnología digital la prevención de los delitos, probablemente, se incremente.

A mi juicio, la clave está en una extraordinaria minuciosidad, por parte del sistema judicial y policial en el control de las personas que ya han cometido delitos de maltrato, y que se han mostrado violentos, teniendo un historial de agresiones probado. Considerando también que la naturaleza humana puede mostrase agresiva por primera vez, en una persona, de un modo que no es previsible.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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