Por primera vez en muchos años he pasado una semana sin redactar uno de mis “segmentos de plata”. Parece ser que he perdido la motivación o he caído en el síndrome del folio en blanco. La vida se ha convertido en una monótona especie de sucesión de hechos totalmente predecibles por su reiteración. Los terremotos son una nueva remesa de serpientes de verano que hoy se han elevado a la categoría de posibles “maremotos en el mar de Alborán”. Lo que nos faltaba. Algo nuevo en lo que pensar.
Por otra parte recibo una copia de una notificación del Ministerio del Interior, en la que deniegan la inscripción en el registro de asociaciones, de la denominada “Asociación de abducidos por los alienígenas. España”. ¡Menuda injusticia! Otro grupo de personas “especiales” a las que no se tiene en cuenta para nuestro desarrollo futuro. La realidad es que esta negativa se encuentra recogida en toda la prensa nacional.
¿Se ha preocupado alguien de preguntarles si tienen algún mensaje que transmitirle a este mundo incrédulo? ¿Se les ha denegado la posibilidad de tener una sede social provista de salas de abducción o de esparcimiento y recreo de los alienígenas? Otro colectivo que se siente vetado y oprimido. Me recuerdan a la serie televisiva del “Sr. Monk”. Otro tipo raro, raro. Nadie les comprende. Yo sí.
Creo que este mundo está agotando la capacidad de acoger más “gente distinta”. El número de pirados por metro cuadrado –en el que me incluyo- es superior al de individuos sin calificar. Ya no sé si son todos los que están o están todos los que son.
Espero que esta noticia no sea una fake news más -ayer leí que había muerto el Papa Benedicto-. Tengo una copia del BOE en el que se recoge la negativa del Ministerio del Interior a la inscripción, que pude tomar de Internet. No se si reírme o llorar. O apuntarme a la asociación en el exilio. En una mesa cercana a la que ocupamos cada mañana para las partidas de dominó se sientan cuatro que dicen ser indígenas del lugar pero, por la forma en que gritan y gesticulan, parecen haber sido abducidos y transfundidos de savia alienígena.
La buena noticia de hoy me llega a través de la ventana junto a la que estoy escribiendo estas ideas intrascendentes. La playa está llena, el mar esta como un plato (con medusas a gogó) y tenemos 24 grados de temperatura a las doce de la mañana. ¿Qué más podemos pedir?
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