Se podría decir aquello de que “para este viajeno hacían falta alforjas” y, con mayor motivo todavía, si tomamos en cuenta que esta guerra de Afganistán ha durado 20 años y ha costado muchos cientos sino miles de muertos, tanto a las tropas de la ONU como a las del resto de naciones que han intervenido en ella, principalmente EEUU y Canadá.
Probablemente si leemos la prensa de estos días una cantidad muy numerosa de periodistas, tertulianos, políticos y enterados nos pretenderán vender sus respectivas versiones de las causas, motivos, maquinaciones, contubernios y demás zarandajas que se les ocurran para intentar darnos una explicación plausible del porqué una contienda que lleva dos décadas de luchas, muertes, asesinatos, torturas, hambrunas y miserias.
Tanto unos como otros parece que han decidido (otra explicación no parece que exista) que todo lo pasado no cuenta, que pelillos a la mar y que, en aras a no se sabe que intereses, que tipo de confabulaciones o que clase de sinvergonzonerías, ahora resulta más conveniente entregarles el mando a los talibanes que ¡Oh milagro de la diplomacia! Parece que, de pronto se han convertido de asesinos inmisericordes, de torturadores de masas y de esclavizadores de mujeres en seres civilizados, que hablan en inglés, que comprometen a crear un gobierno con participación del resto de ciudadanos no talibanes y que, de pronto, de salvajes doctrinarios se van a tornar en educados, sensatos y experimentados gobernantes capaces de sacar a esta pobre nación de las vicisitudes que llevan años padeciendo gracias, precisamente, al fanatismo religioso de estos señores de la guerra.
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