El ser humano es el único animal (racional, según nos cuentan y aprendimos en los libros de texto) que sin estar dotado para volar, desde tiempo inmemorial ha venido desafiando a los dioses para hacerlo. Quizá desde que la cera de las alas de Ícaro se fundiera, acabando trágicamente con su sueño (un mito que acaso enlace con nuestro incosciente colectivo y el miedo de muchos a volar) quedó claro que nunca, sin el corsé de un ingenio mecánico preciso, podremos equipararnos a las águilas, a los muerciélagos... o a las moscas.
Francisco Narla, comandante de aviación comercial y escritor, desarrolló una ficción –la del piloto que precipita su avión al vacío- que cobró una inusitada actualidad a raíz del terrible suceso que acabó con la vida de 150 personas en los Alpes franceses, el pasado mes de marzo. En su novela Caja Negra, Narla desarrolla unos hechos que tienen claras y siniestras concomitancias con lo que, pocos años después de su primera edición, habría de ocurrir en la realidad. Ahora la ha reeditado Planeta y acaba de ser seleccionada en Japón dentro de la muestra de la News Spanish Books 2015 para su presentación a los editores japoneses.
¿Qué puede pasar por la mente de un piloto para llevarle a él y a todo el pasaje a una muerte segura?
De sus obras y de estas y otras cosas (incluso del placer de leer un buen libro, con la compañía de un whisky de malta y fumando una pipa junto al fuego) hablamos en los albores del otoño.
Antes de entrar en el meollo de Caja Negra, me gustaría que me hablaras de cómo empezaste en esto de la literatura
Depende de hasta cuándo nos queramos remontar. Me parece que hay dos hechos significativos. En primer lugar creo que todo escritor viene de ser un buen lector; y este es mi caso. Siempre he leído mucho. En segundo lugar, algo que también me viene de la infancia y que dejó una profunda impronta en mis dos vocaciones: mi descubrimiento de Saint -Exupery y sus relatos, especialmente “El principito” y “Vuelo nocturno”. La leyenda y el halo que envuelven la figura de Saint -Exupery condicionaron mucho todo lo que más adelante habría de desarrollar. Siempre quise emular muchas de las cosas que había leído. Hay otro detalle: siempre me gustó escribir. Hasta la madurez, hasta que empiezas a tener algo de habilidad, hace falta escribir mucho; de la misma manera que para volar, para convertirte en comandante o instructor, hacen falta muchas horas de vuelo. Ese afán de escribir constantemente me permitió, en un determinado momento, terminar una novela, Los lobos del centeno, de la cual debo decir (como lo hace Stephen King, refiriéndose a Carrie) que ahora la reescribiría casi por completo. Pero en eso consiste el proceso de aprendizaje.
¿Has cultivado algún otro género aparte del thriller?
La verdad es que he escrito casi de todo. Te sorprenderás si te digo que el libro que más he vendido, sobre todo en Sudamérica, donde el fenómeno de la piratería no está tan extendido, es un tratado de aerodinámica aplicada, un texto universitario. He escrito ensayo, poesía, artículos científicos centrados sobre todo en la aerodinámica; pero también sobre cocina y otros temas, digamos, más banales. En cuanto a la novela, mi respuesta no va a ser novedosa: creo que es muy importante que el escritor sea honesto; en el sentido de que pienso que debería escribir aquello que le gustaría leer. Como lector casi obsesivo –puedo “devorar” varias novelas al mes- hay muchas cosas que me satisface encontrar en ellas, y puedo pasar de un clásico al “bestseller” más comercial, escrito en español o en otra lengua que conozca. Mis gustos como lector son muy amplios, con lo que en mi faceta de escritor también he tendido a desarrollar diferentes temas. Pero hay que ser realista: salvo en el caso de Ken Follet y algunos pocos, una vez alcanzada cierta notoriedad –como en mi caso con Nassur, sobre todo a raíz de que se hiciera la serie de televisión- resulta difícil cambiar de género y que tus novelas sigan funcionando. Aunque haya habido gente que lo ha conseguido... Mi primera novela, Los lobos del centeno, de “tono costumbrista” según cierta crítica, me abrió muchas puertas. Era, en cierto modo, un “thriller” que se centraba en el periodo de entreguerras en la Galicia más profunda. En ella las leyendas cobraban vida, aunque depués hubiera una explicación científica. En la segunda, Caja Negra, seguí un poco el “estilo americano”, con un desarrollo rápido y la introducción de ciertos aspectos parapsicológicos. Ahora ha sido recuperada a raíz del suceso de Germanwings. Por su parte, Assur y Ronin son novelas históricas al uso. Pero creo que me tendré que quedar con las de “aventura con marco histórico”... por demanda de los lectores. Y es que las facturas no perdonan...
Caja Negra discurre en tres planos paralelos (el de Tomás -el piloto- el de Sinesio -el parapsicólogo- y el de Takeda, personaje que aparece por primera vez en la página 214) pero que están alejados cronológicamente ¿Aplicaste alguna técnica concreta para ensamblar las historias y hacerlas confluir en el sorprendente final o fueron las propias historias las que te señalaron el camino?
Con mayor o menor fortuna fue algo hecho adrede y con la máxima estrategia posible. De hecho, cuando tenía que explicar ciertas cosas relativas a la aviación o a la vida de “Thomas” –el piloto- trataba de compensarlo haciendo que el capítulo de “Sinesio” –el parapsicólogo- fuera más ligero o viceversa. A “Takeda” lo introduje en el momento en que más podía horripilar al lector, pero justo cuando pensé que la introducción de su historia no podía alejarlo de la trama principal. Cada método de escritura es bueno: dicen que Mark Twain empezaba a escribir a las 9 y terminaba a las 5, cuando el relój de su salón daba la hora, sin que le importara dejar una frase a medias. Yo, que soy muy aficionado al ajedrez, lo veo como una partida en la que debo considerar diversas jugadas, posibles acciones en la trama. Quiero decir con ello que cada acción tiene unas posibles consecuencias, igual que cada jugada en el tablero tiene unas posibles jugadas consecuentes. Cuando he decidido todos esos pasos (que no son tan difíciles como parecen, ya que, como ocurre con el ajedrez, el jugador avezado conoce de memoria decenas de movimientos posibles) es cuando me pongo a la tarea de mecanografiar. Traté de que la trama fuera ligera y fácil de leer; aun cuando ciertos datos –como los referentes a la parapsicología o la aviación- pudieran resultar algo engorrosos; pero los dosifiqué con cuidado. Con respecto al personaje de “Takeda”, el japonés, busqué sorprender, pero no tanto como para que al lector le desagradara el salto en la trama. Estas decisiones funcionan si las tomo antes de escribir.
¿Cuánto tiempo tardaste en terminarla?
Me llevó un poco menos tiempo que con las otras, ya que lo referente a la aviación me resultaba muy cercano. Lo que me entretuvo más fue documentarme sobre las psicofonías y el mundo de lo paranormal, porque me resultaban desconocidos. En tres o cuatro meses acabé con la tarea de documentación y en escribirla tardé unos dos meses.
¿Cuánto han influido las brumas gallegas y las tradiciones celtas en tu novela?
Enormemente. Para empezar, Galicia o las reminiscencias gallegas son siempre un referente en mis novelas. Quiero mucho a mi tierra y creo que está bien el decirlo. Me siento orgulloso de donde soy y de lo que soy; creo que me debo a algo. Me parece además que la cultura sincrética gallega me ha enseñado mucho. Aquellos cuentos que escuchaba de pequeño; los relatos de mi abuela junto a la “lareira” –el hogar- me influyeron mucho... En el caso concreto de Caja Negra constituyó el germen de la trama del personaje de Sinesio. Y por otro lado, ¿dónde situar ese evento paranormal que explique el por qué Thomas Rye es un asesino en serie? Si busco un lugar, un decorado, se me va la mente a Galicia. Podría haber funcionado también en cualquier otro lugar con cierto sincretismo celta o, quién sabe, en Oriente Próximo. Siempre hay que buscar esos elementos que puedan sorprender al lector sin que le resulten demasiado desconocidos. En Caja Negra Galicia tiene muchísima importancia y no por el hecho habitual de rendir homenaje a lo que aprecio (como ocurre con la naturaleza, a la que siempre incluyó en alguna escena) sino simplemente porque no tendría sentido sin esas brumas de mi tierra, sin el sincretismo, la tradición y el mundo gallego.
El libro ha sido reeditado a raíz de la catástrofe aérea en los Alpes franceses provocada por el copiloto ¿ Cuánto hay de coincidente entre Thomas, el personaje de tu novela, y Andreas Lubitz?
Muchísimo.De hecho yo diría que después de que el fiscal francés terminará de dar sus explicaciones y cuando toda la vorágine comenzó ( a la media hora ya había un montón de medios llamándome porque me recordaban de cuando la novela había salido) caí en la cuenta de que en sus acciones tienen mucho que ver. A raíz del accidente la parte de la novela más coincidente con el hecho me resultó espeluznante de leer, incluso para mí que la había escrito . En cuanto al carácter de mi personaje y del copiloto de Germanwings no lo sé, desconozco si lo que he leído sobre Andreas Lubitz es suficientemente objetivo. No conozco apenas detalles de su vida. Creo que sí comparten esa cierta sociopatía que se ve reflejada en el personaje de Thomas, así como también un indudable egocentrismo y un egoísmo recalcitrante. En la novela la explicación de todo proviene del mundo paranormal y en el caso real me resulta inexplicable cómo alguien ha podido ser tan malvado y egoísta. He dicho varias veces que traté de imaginar cuál podría ser la peor pesadilla a bordo de un avión. De hecho cuando preparaba la novela emplee los simuladores para hacer "cafradas". Por ejemplo que fallaran todos los hidráulicos, buscando la gran avería. Y cuando llevaba dos meses pensando llegué a la siguiente conclusión: lo más terrible de todo es que tu piloto sea un asesino. Pero jamás pensé que esa pesadilla qué iba a “encarcelar” en el papel, alguna vez se viera libre, plasmándose en la realidad.
Pero ha habido precedentes…
Esos precedentes son discutibles. Lo cierto es que en este caso es la primera vez que un informe oficial refleja que el accidente sea doloso. Los otros sucesos son más bien posibilidades de que hubiera habido una intencionalidad. El más conocido es el accidente del vuelo 990 de Egyptair, cuando en un momento dado el copiloto dice “A los brazos de Alá me entrego”, pero nunca en el informe oficial se atrevieron a declararlo de esa manera, puesto que podría tratarse de una reacción ante una avería. Hubo otro caso reciente en Namibia, en el que parece claro que el comandante decidió aislarse en la cabina y también otro que pareció coincidir con el aniversario de la muerte en acto de servicio del compañero de uno de los pilotos, quien además atravesaba serias dificultades económicas. Las versiones oficiales en estos casos contados siempre fueron muy cautelosas, quizá debido a que esa posibilidad resultaba demasiado escalofriante. El caso de Andreas Lubitz es el primero que no deja lugar a dudas y eso es perturbador.
¿ Por la premeditación?
Sí; y eso es quizá lo que resulte más espeluznante. Lo que existe antes del accidente; porque no se trata sólo de que esté dispuesto a estrellar el avión, sino que lo planificó concienzudamente, burlando los servicios médicos, ignorando las bajas para evitar que los problemas que tenía le obligarán a dejar de volar. Engañó al sistema aeronáutico. Lo tenía claro y eso es lo más aterrador. El acto frío de matar puede sorprender menos en un mundo globalizado, en el que somos testigos de tantas muertes absurdas. Pero es precisamente esa planificación lo que resulta más inquietante.
¿Como piloto crees que a partir de ese suceso se habrán extremado de verdad las medidas de seguridad en la cabina?
Creo sinceramente que no hay forma de salvaguardarse de algo así. Se hablaba, por ejemplo, de que había que impedir que el piloto se quedara solo en la cabina. Eso ya lo habían aplicado algunas compañías europeas y en Estados Unidos era obligatorio. Ahora es obligatorio a nivel mundial... pero ¡qué más da!¿ qué puede evitarse sentando a una azafata junto a un hombre entrenado que tiene un objetivo? ¿se puede evitar así que estampe el avión? Lo que ocurre es que la normativa no estaba pensada para eso; estaba ideada para prevenir ciertas eventualidades como, por ejemplo, que el piloto sufra un infarto, pero no para evitar que el piloto pudiera hacer daño ¿ Por qué es imposible evitarlo? Creo que tengo un ejemplo bastante ilustrador: si en las mejores agencias de espionaje del mundo se han colado “topos”, no parece fácil impedir que en una compañía aérea se introduzca alguien dispuesto a hacer daño. Pero hay que pensar en las incontables ocasiones en que el sistema, en condiciones normales, ha funcionado. Me refiero ante posibles problemas personales o de salud de los pilotos; cuando el sistema impide que esas personas se pongan al mando del avión. Ha funcionado, me atrevo a decir, en el 99,9% de los casos.
Volviendo a la literatura me gustaría que me hablaras de algún autor por el que sientas predilección o que te pudiera haber influido.
Hay tantos... Me vienen a la cabeza Dashiel Hammett y Raymond Chandler, qué son los dos padres de la novela negra. Hace poco he releído El halcón maltés y me pregunté cómo pudo haber tenido tanto éxito. Hay novelas que no soportan muy bien el paso del tiempo y otras sí ( La Celestina sigue siendo maravillosa, pero El halcón maltés...) los autores nórdicos de este género tampoco me resultan tan atrayentes, a pesar de su gran éxito. Tengo que reconocer que no me vuelven loco. Quizá el noruego Jo Nesbo sea el que más me interese, pero sin que realmente me apasione. Ahora estoy leyendo El abogado de Lincoln, de Michel Connelly, que me parece francamente buena. Pero como te he dicho no paró de leer y mis gustos son muy amplios.Los escritores aprendemos mucho leyendo.
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