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Reyes Monforte (Madrid, 1975) es periodista y escritora. Su trayectoria profesional ha estado marcada por su labor en la radio, donde ha trabajado para distintas emisoras como Onda Cero y Punto Radio. También ha colaborado en programas televisivos en Antena 3 TV, Telemadrid, La 2 o El Mundo TV, ejerciendo de colaboradora y, en algunos de ellos, de guionista. Actualmente es columnista del diario La Razón. Como novelista ha escrito ‘Un burka por amor’, obra de la que lleva vendidas cincuenta y cuatro ediciones, ‘Amor cruel’, ‘La rosa escondida’, ‘La infiel’ y ‘Besos de arena’. Todos estos títulos han sido traducidos a varios idiomas.
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Reyes Monforte conquistó el Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio 2015 con su novela ‘Una pasión rusa’, editada por Espasa, en la que la escritora madrileña recrea la vida de Lina Codina, una auténtica desconocida por estos pagos pero que fue nada menos que la esposa del compositor ruso Sergei Prokofiev, con el que tuvo dos hijos, Oleg y Sviatoslav. Su matrimonio, que se prolongó desde 1923 hasta 1941, se vio truncado por la aparición en la vida del músico de Mira Mendelssohn, una joven de dieciocho años con la que se casó en 1948, tras convivir más de un lustro con ella. Con motivo de la promoción de su libro, pude mantener una charla con Reyes Monforte en La Chaise de Madame fru fru, un establecimiento de aire vintage sito en la calle Maestro Clavé de Valencia.
Reyes, Lina Codina es un personaje completamente desconocido en España, ¿no?
Totalmente, yo, que siempre he sido una admiradora de Prokofiev, no tenía ni idea de su existencia, es más, ignoraba que estuviera casado con una mujer española… Y menuda mujer, por cierto.
¿Cómo te cruzas con la vida de Lina Codina?
Descubrí la historia de casualidad. Había quedado a comer con unos amigos en un restaurante de la calle Bárbara de Braganza de Madrid y, como no había cobertura en el local, salí un momento a telefonear y me di de bruces con una placa conmemorativa que había colocado el ayuntamiento madrileño, donde decía «Aquí nació Lina Codina, cantante y esposa del compositor Sergei Prokofiev». Por curiosidad típicamente femenina, me puse a investigar sobre su vida. Encontré una fotografía suya, donde vi que era una mujer muy hermosa, bella y elegante y, tras rascar un poco más, llegué a la conclusión de que su historia era la historia del siglo XX, porque conoció la Belle Époque, la Rusia Soviética, la II Guerra Mundial y muchos acontecimientos más.
Una vez descubierta, ¿qué te invitó a pensar que la vida de Lina escondía una novela?
Lina era una mujer adelantada a su tiempo. Conoció a Prokofiev y se casó con él. Hablaba cinco idiomas, entre ellos el catalán, era optimista y muy positiva. Sus padres fueron cantantes y ella también lo fue. Poseía una capacidad increíble para seducir a los demás hasta tal punto que cuando Rubinstein la conoció, solo quería pasar el tiempo conversando a su lado. Fue tan determinante en la trayectoria del compositor ruso que los entendidos señalan que la mejor música que compuso corresponde al periodo que estuvieron casados. Todos estos elementos, que no son pocos, fueron los que me invitaron a escribir sobre su vida.
La novela la has titulado ‘La pasión rusa’, ¿por qué escogiste ese título?
No podía ser otro [risas], porque esta novela es una verdadera pasión rusa. Incluso cuando Prokofiev se enamoró de otra mujer más joven, siguió diciendo que Lina era la mujer de su vida, pero que tenía que vivir aquella pasión irrefrenable. Él llegó a proponerle que vivieran los tres juntos, cosa que ella no aceptó y prefirió seguir su camino.
¿’La pasión rusa’ es una novela de amor disfrazada con un envoltorio de novela histórica?
Creo que en esta vida todo es una historia de amor. El mundo se mueve por amor, no por dinero, ni por política, nada de eso. Y el siglo XX fue prolífico en historias de amor, sobre todo por parte de los artistas. En este sentido hay que imaginar lo que significó el París de los años veinte. La novela es el relato de la gran pasión que existió entre Lina y Sergei. De hecho, la propia Lina, tras su abandono, manifestó que si había resistido tanto tiempo las torturas del gulag fue porque le seguía amando. Los rusos viven una eterna contradicción, porque aman y odian a la vez intensamente, son grandes amantes de la vida y, sin embargo, siempre caminan al lado de la muerte.
Has escogido la tercera persona para narrar, ¿siendo Lina un personaje tan potente no te planteaste en ningún momento escribir en primera?
No. Esta historia era demasiado pasional y creo que desde fuera se observa y se cuenta mejor, con una perspectiva más adecuada.
En la novela la música ocupa un papel importante, ¿qué obras escuchabas mientras la escribías?
Mientras escribo no puedo escuchar nada, porque se me van las ideas de la cabeza, máxime si es la música de Prokofiev, que es muy envolvente y cuenta cosas. Si encima conoces su historia, sabes por qué la compuso y en qué momento, cvomo es el caso, peor aún.
De la mano de Lina has movido tu imaginación entre seres reales tan conocidos como Picasso, Ravel, Stravinsky, Arthur Rubinstein y muchos más, ¿qué sensación te queda de esos momentos?
Me queda una sensación de gran alegría y, mientras escribía, me sentía como el rey del mundo. Esto es como si fuera una superproducción y yo fuera la jefa del casting y de los guiones, siempre teniendo en cuenta que todos estos personajes existieron y que te puedes tomar algunas licencias, pero no demasiadas.
¿Has ficcionado mucho?
He ficcionado, claro, pero no tanto como pueda parecer. Los personajes son tan ricos que te preguntas cómo ficcionas a Stravinsky, a Picasso o a Coco Chanel y no encuentras respuesta, porque sus vidas te proporcionan suficiente material para jugar con ellas. Es como si te dan un puzle de diez mil piezas y, al principio, crees que no vas a ser capaz de organizarlo hasta que, después de mucho tiempo, lo acabas y te das cuenta de que la fotografía ha quedado perfecta.
¿La música emociona el espíritu de un modo que no lo consigue ninguna otra de las bellas artes?
No siempre, creo que en realidad lo que nos llega es el arte en sí, la cultura. Cualquier cosa que tenga que ver con los sentimientos emociona. Por ejemplo, yo escucho la Obertura de Romeo y Julieta de Prokofiev o su Concierto para piano número 1 y no me extraña que Lina se enamorase de él, como así ocurrió, pero cada persona se emociona de un modo distinto.
Prokofiev interpretaba ante el público sus obras al piano, ¿en aquella época, esta circunstancia era frecuente?
En aquel momento más que hoy. Por ejemplo, de Lorca con el que coincidieron en Cuba y que también se quedó prendado de Lina, se conservan grabaciones en las que él lee sus versos y lo cierto es que suena raro. Los poetas no tienen por qué interpretar bien su propia poesía. En el caso de Prokofiev, muchos pianistas no se atrevían a interpretar sus partituras porque decían que no les daba la muñeca. Él se reía de ellos y, cuando encontraba uno que lo intentaba, lo cuidaba mucho y lo animaba a hacerlo.
Lina era cantante y Sergei compositor y pianista, ¿se ayudaron mutuamente en sus trayectorias artísticas?
Sí que se ayudaron, aunque Prokofiev se alimentó más de ella que Lina de él. Ella era cantante, tenía una bonita voz y podía haber desarrollado perfectamente una carrera artística. Llegó a debutar en Milán, interpretando la protagonista femenina de Rigoletto, pero heredó de su padre el miedo escénico y tuvo que parar en mitad del estreno. Entonces no existía terapia ni tratamiento para combatir ese miedo y, como no era tonta, enseguida supo que no podría alcanzar la meta que soñaba. Por eso decidió no permanecer a la sombra de su marido, sino formar un tándem para que Prokofiev se convirtiese en el gran músico que llegó a ser.
Dices en la novela que el azul de París es especial, ¿cómo es ese cielo?
Una pasada, sobre todo el de París. Estoy convencida de que cuando Lina llegó a Francia, el azul de las aguas que bordean la costa francesa, el de las flores de las plazas, el de las paletas de los pintores, era muy especial, un azul de vida, de aventura, una tonalidad diferente que la atrajo enormemente, como le ocurre a cualquiera que visita la capital parisina. Picasso, que tuvo una época azul, también le dijo que el cielo allí era distinto, mágico. Todos los artistas se daban cuenta de eso.
¿De qué fuentes documentales has bebido para escribir la novela?
Por supuesto no he podido hablar con ninguno de los protagonistas, porque habían muerto todos, incluso los hijos de Lina y Sergei. Prokofiev murió el mismo día que Stalin, ni siquiera tuvo la compensación de ver la muerte de la persona que tanto daño le había hecho, y no pudieron sacar su cadáver de la casa donde falleció porque la ciudad estaba en pleno luto oficial. Stalin lo copaba todo. De hecho, el diario Pravda anunció su muerte quince días más tarde. De Prokofiev hay mucha documentación, la mayor parte en ruso, con lo que precisé de la ayuda de una traductora amiga. De Lina no tanta, casi toda de fuera de España. Pero la parte documental que más me ha interesado ha sido la que se refiere al tema del gulag, un asunto que no se hubiera conocido si Solzhenitsyn no hubiera publicado su ‘Archipiélago Gulag’.
¿Por qué te interesaba tanto este asunto del gulag?
Pues porque así como de los campos de concentración nazis existe mucha información, del gulag ruso no la hay. Los millones de muertes causadas por los nazis se quedan cortos en comparación con los que hubo en los campos soviéticos. Incluso intelectuales españoles hablaban de las virtudes del régimen soviético, sin tratar para nada acerca de lo que se ocultaba en ellos. Conocer la época del terror rojo de Stalin ha supuesto toda una aventura para mí.
A Lina la internaron en el gulag, ¿de qué la acusaban?
La vida de Lina pasó del cielo al infierno terrenal cuando regresó con Sergei a Rusia. Al principio las cosas marchaban bien, pero luego se demostró que todo era una mentira. Stalin, a pesar de que le gustaban las obras de Prokofiev, las prohibió. Decía que no componía para el pueblo. Lina le animaba a seguir escribiendo su música, alejado de imposiciones, y por eso Stalin decidió quitarla de en medio acusándola de conspiradora.
La última por hoy: ¿dónde se esconde Reyes Monforte en ‘La pasión rusa’?
Esto es como ‘¿Dónde está Wally?’, estoy en muchos sitios. La verdad es que me apasiona Lina y su historia, porque entendió la vida de una manera igual a como yo la entiendo. Para ella lo más importante era amar y ser amada y yo también pienso lo mismo. No le importaban los problemas que surgían en su camino, sino el modo de encararlos y de resolverlos. Me he quedado muy enganchada con este personaje, cosa que no me había ocurrido nunca con los protagonistas de mis anteriores novelas. Lo cierto es que Lina Codina es un chute de adrenalina.
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