Erase una vez un pastorcillo que guiaba a todas las ovejas del rebaño. El pastorcillo, aburrido al segundo año de tomar cargo, decidió reírse del fiel rebaño que tenía a su mando.
— ¡Que viene el fascismo! — Chilló lo más alto que pudo— ¡que viene el fascismo!
En cuanto las ovejas escucharon el alarido del pastor subieron a lo alto de la colina y vieron a su amo discutiendo con un popurrí de botones descosidos: las disidentes del 15 de mayo.
— ¡Fascistas! ¡fascistas! —Balaron al unísono— amamantando al descontextualizado eco.
Dos semanas más tarde el pastorcillo, aburrido de la letanía de las nubes, subió a lo alto de la colina y agitó sus brazos.
— ¡Qué viene el fascismo!— Gritó con voz grave— ¡que viene el fascismo!
Las ovejas, dejando migas de pan en el camino para saber volver a casa, llegaron a la altura del pastorcillo y lo vieron discutir con sus antiguas colegas: las disidentes del Vistalegre II”.
— ¡Fascistas! ¡fascistas!— Balaron al unísono— sin dudar del pastorcillo.
Cierto día una oveja, agobiada por la incertidumbre, planteó una duda a sus camaradas.
— ¿Vosotras pensáis que el fascismo es lo que dice el pastorcillo?— Baló Herminia después de haber sido esquilada por el pastorcillo.
— ¡Fascista! ¡fascista!— balaron sus compañeras—sin dudar del pastorcillo.
Tres semanas más tarde las ovejas, hartas de subir a la cima de la colina, comenzaron a sospechar de la actitud del pastorcillo.
— ¿Os habéis dado cuenta que todas las fascistas son ovejas que dudan de la jerarquía del pastorcillo?
— ¡Fascista! ¡fascista!— baló Herminia — sin dudar del pastorcillo.
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