Que al escritor Gabriel Martínez (Rafal, Alicante, 1952) lo mueve la pasión no es algo desconocido a estas alturas para nadie que haya leído alguno de sus muchos libros. Enreda y desenreda con esmero sus thrillers y elabora con minuciosidad sus novelas históricas, tan bien documentadas que una de ellas, La estirpe del Cóndor, logró ser finalista del Premio Azorín de Novela. Pero lo que no soporta este autor alicantino, y algo sabe de este tema, sobre el que ha escrito en alguna de sus novelas, son los totalitarismos ni a quienes no admiten un criterio diferente.
¿Hay que escribir para uno o para los demás? En mi caso, escribo para mí, la historia que me atrapa en cada momento. Supongo que es el privilegio de los que no lo necesitamos para comer, pero no soy un onanista. La vocación es que te lean, porque una novela sin lectores está incompleta, adquiere otra dimensión cuando llega al lector, a veces inesperada para el propio escritor. ¿Prefieres publicar tus novelas por tu cuenta o te gustaría contar con el respaldo de una editorial? He tenido grandes éxitos con la autopublicación, pero en estos momentos me gustaría contar con el apoyo y la experiencia de una editorial.
Lograste ser finalista del Premio Azorín de Novela con La estirpe del Cóndor, ¿dirías que es esa tu mejor novela? La estirpe del Cóndor es una buena novela, pero tengo otras tan buenas o mejores que ella. Volveremos a Mandalay o Las putas de Nuestra Señora de la Candelaria lo son. Es difícil elegir al mejor entre tus hijos. ¿Disfrutas más escribiendo personajes de contrastes marcados, como el Brayan de Las putas de Nuestra Señora de la Candelaria, un chico de profundos valores pero que ejerce de sicario, o protagonistas de valores más positivos, como el comandante Roncal? Cualquier personaje tiene recovecos psicológicos específicos, porque cada uno de ellos lleva su mochila a la espalda. Todos tienen su parte oscura, aunque a veces se manifieste de una manera más sutil.
El asesino de la Vía Láctea ha sido traducido al alemán, ¿te anima esto a escribir con el objetivo de llegar a mercados extranjeros? En cada momento escribo la historia que me atrapa, la que me apasiona. Si tiene éxito, fantástico, y si además una editorial extranjera la traduce y publica, mejor todavía. Como escritor de thriller y de novela histórica, ¿cómo ves ambos mercados en nuestro país? ¿Cuál dirías que goza de mejor acogida? Yo creo que ambos géneros literarios gozan de muy buena salud.Uno es más fácil de leer y digerir; el otro requiere de cierto interés previo, madurez y una buena dosis de reflexión. Su acogida depende del tramo de edad. Entre los jóvenes, sin duda hay preferencia por los thrillers; en personas más maduras, la novela histórica tiene más adeptos. ¿Eres de esos escritores que guardan muchas novelas en el cajón? Definitivamente, sí. En estos momentos tengo en el cajón, durmiendo el sueño de los justos, seis novelas escritas durante los últimos seis años: tres thrillers y tres novelas históricas, algunas de ellas de lo mejor que he escrito nunca. En este mundo, en el que una polémica en Twitter te puede hacer tanto daño, imagina que escribes una novela que toca un tema espinoso y se te llenan las redes de haters, ¿saltas al barro como un Pérez-Reverte, intentas dialogar o directamente cierras la cuenta? Los haters son los nuevos fascistas, los que no admiten un criterio distinto al suyo. Precisamente, una de las novelas históricas que tengo en el cajón es, a pesar de estar muy bien documentada, políticamente incorrecta, porque desmonta mitos alimentados durante años. Acepto bien cualquier crítica, pero no a los haters profesionales. Mi instinto me haría saltar al barro, como Pérez-Reverte. Seguro.
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