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​Perú: Gobierno abandona la constituyente

Castillo ya ha venido renegando de casi todas sus "palabras de maestro" y su principal slogan: "No más pobreza en un país rico"
Isaac Bigio
viernes, 4 de febrero de 2022, 12:19 h (CET)

Apenas Héctor Valer se posesionó como Primer Ministro en sus primeras declaraciones a la prensa, él planteó que era necesario "preparar ese momento constituyente para preparar una nueva constitución, pero ese nuevo momento constituyente no es un salto al vacío que se puede dar en 2 ó 3 años, tiene que ser en 4 años por lo menos".


Constitucionalmente, a este Presidente le quedan 4 1/2 años de mandato, aunque en 3 a 4 meses antes de finalizar su quinquenio han de realizarse las elecciones generales del 2026. Lo que el nuevo Presidente del Consejo de Ministros está postulando es que el "momento constituyente" va a demorar por lo menos 4 años, lo cual implica que puede alargarse mucho más. 


Si durante las elecciones Castillo postulaba que se convoque inmediatamente una asamblea constituyente donde la mayoría de sus miembros sean denominados por las organizaciones  laborales, campesinas y populares, ahora esa demanda se recorta y posterga. Ya se deja de lado el que estas organizaciones sociales pudiesen enviar sus propios representantes y se acepta que durante todo el tiempo que Castillo esté en Palacio sigue rigiendo la carta magna de 1993 impuesta por la dictadura fujimorista.


Valer habla de un "momento constituyente", algo muy distinto a la ofrecido en campaña. Además, a dicho "momento" se llegaría tras una serie de lo que él denomina "consensos" (es decir, componendas). Mientras tanto, la Presidente del Congreso Maricarmen Alva sostiene que para siempre la única forma de modificar la constitución fujimorista es a través de su institución, y punto. 


A poco de que Valer vertiere esas palabras, Hernando de Soto fue a Palacio para conversar con Castillo (posiblemente tentando ambos llegar a un acuerdo que pudiese desembocar en ofrecerle el Premierato) donde él le dijo que sus planes pudiesen perfectamente ser implementados con la actual carta magna.


En la entrevista que Castillo tuvo con Hildebrandt él le dijo que, en caso el Tribunal Constitucional avalase el veto congresal al referéndum constituyente, se limitará a informar al pueblo. Castillo bien pudo haberse negado a reconocer a la carta magna de la dictadura apelando un inciso de la de 1979 o llamar a grandes movilizaciones en pro de una nueva constituyente. No hizo nada de eso y se le dejó a su partido Perú Libre que haga una recolección de firmas, la cual la hizo de manera desordenada, desunida, excluyente y sectaria. Al final el Congreso ha aprobado rechazar cualquier posibillidad de referéndum que no sea autorizado por este organismo, mientras que su mayoría asegura que le ha de vetar.


Está claro que Castillo, al igual que antes lo hicieron los expresidentes Alejandro Toledo y Ollanta Humala, está dispuesto a gobernar respetando la constitución neoliberal, pro-transnacionales y privatizadora. 


Ahora, encima, ha colocado como a su Premier a un auto-proclamado aprista y conservador miembro del Opues Dei, el mismo que siempre ha sido enemigo de la izquierda, que debutó en el Congreso como miembro de la lista más ultraderechista que hay (la de Renovación Popular de López Aliaga) e hizo campaña expresa contra Castillo por ser comunista y a favor de Keiko Fujimori. 


Castillo ya ha venido renegando de casi todas sus "palabras de maestro" y su principal slogan ("no más pobreza en un país rico") jamás va a poder ser materializado mientras no se altere el orden neoliberal que ahora él defiende y preserva.


Castillo, quien hizo su formación política durante una década y media en el partido Perú Posible de Toledo, ha demostrado que va a ser como su anterior líder un hombre de extracción humilde que al llegar al poder decide olvidarse de sus promesas electorales para preservar y salvaguardar el sistema que inicialmente había condenado a sus ancestros a la pobreza.    


La consigna de una nueva constituyente, la misma que apasionó a cientos de miles en las marchas contra el golpe de fines del 2020 y durante las elecciones, se ha ido diluyendo. El deterioro de Castillo y de su Gobierno la han ido afectando.


Mientras tanto, Perú se convierte en el único de los 6 países que son o han sido parte de la Comunidad Andina de Naciones que no ha tenido una nueva constitución en este milenio. Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y Chile han electo sus propias constituyentes.


Cualquier Gobierno que quisiese hacer una serie de reformas sociales está obligado 100% a ir a este tipo  de asamblea. Esta, además serviría de contrapeso a un Congreso altamente obstruccionista e incubador de golpistas.


Hoy en Perú hay una suerte de dualidad de poderes entre un Ejecutivo que se inició como centro izquierdista y un Legislativo derechista. Dos cabezas no pueden convivir en un mismo cuerpo por mucho tiempo y una de ellas ha de imponerse sobre la otra. Un Castillo que pierde popularidad, que no ha querido ni quiere movillizar a las masas contra el Congreso o el golpismo y que permanentemente vive adaptándose a las presiones del Parlamento, cada vez se viene convirtiendo en un prisionero de una dictadura congresal, la misma que eventualmente podría acabar por sacarlo de Palacio (y sin que ello genere una reacción popular en contra como pasó con el golpe de Merino en 2020).


Así como van las cosas, la izquierda se viene quemando con este Gobierno y la única manera que tiene para evitar que el desgaste de Castillo de paso a un relevo aún más neoliberal es marcar sus diferencias con esta administración (auqnue deba defenderla frente a cualquier golpe) y buscar organizar a las masas levantando sus principales demandas.    

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