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Simulaciones reales

Si aspiramos a ser personas cabales, hemos de ejercer como tales
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 22 de abril de 2022, 11:35 h (CET)

No será por falta de sabiondos, no; aunque si hacemos muchas preguntas pronto nos daremos cuenta de la poca firmeza del pretendido suelo del conocimiento adquirido. Actuamos en tiempos de perfiles técnicos avanzados. Obedeciendo a sus recomendaciones, la precisión de cuanto percibimos, lejos de acentuarse, se diluye como verdaderos azucarillos en el agua. ¡Existen tantos factores subyacentes apenas intuidos! Se encrespa potente la pregunta. QUÉ ES cada cosa, las aparentes realidades, las afirmaciones e incluso qué somos las personas. Esta inquietud la experimentamos sobre todo a la hora de confrontarnos en las relaciones humanas y también con el resto del mundo.


Nos gusta hablar de transparencia, evidencias, objetividad, como si esto dependiera únicamente de la voluntad personal; creídos de estar en posesión de los recursos adecuados para actuar en consecuencia. Para cada sujeto resulta imposible poner de manifiesto todos los factores de su personalidad; por imposibilidad de abarcar ese conjunto y por desconocimientos múltiples. Con esa carga constitutiva avanzan los comportamientos en la brega diaria, para poner en práctica su REPRESENTACIÓN escénica particular. Es decir, de todos los factores emana una selección puesta de manifiesto; no se trata del conjunto como tal. Por lo tanto, estamos ante una simulación del amplio contenido.


El foco de esa simulación adquiere unas proporciones ilimitadas, en la medida que contemplamos los ambientes con mayor número de individuos. No sólo se suman las respectivas de cada sujeto, emergen nuevas muestras desde las actividades grupales. Entre varios se pueden aumentar los conocimientos, pero se quiera o no, también se añaden las simulaciones de cada interviniente. La COSTUMBRE nos acomoda, actuamos inmersos en esas prácticas. En efecto, son reales; sin embargo, la confusión estriba en considerarlas toda la realidad, sino la principal. El deslinde se convierte en un imperativo acuciante; si no lo tomamos en cuenta, la deriva apunta a una progresiva pérdida de control.


Ahora, en esto de las actuaciones virtuales, hemos sobrepasado las tendencias, protagonizando avalanchas abrumadoras. Desde las instituciones a los bancos y empresas, nos empujan con insolencia hacia esas áreas. No hará falta insistir en los foros o redes cibernéticas. Se agranda el espacio ocupado por estas actuaciones en paralelo a la vida diaria. No cabe duda, forman parte de la realidad actual. Sus influencias se palpan en las diferentes áreas sociales. En ellas se prolongan las simulaciones procedentes de las personas emisoras. Si acaso, intensificadas por la absurda progresión de los ANÓNIMOS; aunque estos supongan una acentuación degradante, aupando las deformaciones y los ocultamientos.


Sin darnos cuenta o a pesar de ello, lo que ya sería el colmo de la necedad, nos aferramos a baluartes inseguros. Pudiera tratarse del destino irrebatible, basado en esa incertidumbre que nos envuelve. Aunque así fuera, nos aboca a una tesitura decisiva; o bien nos limitamos a una respuesta de mediocres aspiraciones, o por el contrario, actuamos con la ambición de aumentar las satisfacciones. Sean cuales sean los recursos disponibles, por los adentros de cada sujeto brotan las sensaciones peculiares. Por eso las VIVENCIAS propias son intransferibles. En la medida de su engarce con las circunstancias del entorno determinaremos su carácter participativo o plenamente enajenadas de su ubicación.


Como ocurre con todas las actividades humanas, sus efectos se muestran desde múltiples perspectivas. Los actuantes las contemplan desde su plataforma; quienes las sufren las aprecian de manera distinta. De nuevo estamos ante fenómenos subjetivos, apreciados como tales bajo los matices particulares. Simuladas en mayor o menor medida las actuaciones, conviene tener muy presente la deriva de sus CONSECUENCIAS. Con frecuencia nos adherimos al error de limitarnos a las apreciaciones subjetivas. A ello contribuyen los anónimos, los ambientes y las impresiones personales, pero no estaremos al margen de las repercusiones sobre los demás; no quererlo ver es una clara estupidez.


En cuestión de actitudes, en los ambientes actuales se aprecian dos tendencias contrapuestas. Los empoderados piensan en tener todo controlado sin recabar justificaciones; mientras la frivolidad social se apunta a las decisiones arbitrarias. En ambos casos, les viene de perlas la despersonalización en los esquemas virtuales, sin entrar a fondo en las conexiones establecidas ni en la investigación de sus consecuencias. Desaparece el interés por los efectos SUBYACENTES de sus procedimientos; bien sean a largo plazo, psicológicos, en la intimidad de las personas e incluso en los mecanismos físicos o biológicos. Dicha proyección adopta visos de un desapego progresivo de difícil arreglo.


Si algo tenemos claro, es la profusión de interrogantes miremos hacia donde sea; a su vez, la inconmensurable variedad en cualquier campo, físico, molecular, ondas, energías, formas de vida, mentalidades y situaciones. Por eso hablamos de simulaciones prácticas. La ligazón de todo ello es evidente e inevitable. Pues bien, lejos de entendernos con esa diversidad, organizamos artilugios para uniformarnos, en una especie de AVERSIÓN a la pluralidad, como una nueva simulación homologante, creando cotos cerrados e intolerantes de como se debe pensar, pautas de diversión, supersticiones e ideas sectarias. Una frivolidad obsesiva desentendida de la sana convivencia comunitaria.


Al ojear algunos párrafos en torno al premio Nobel de principios del siglo pasado, me hicieron sonreír sus alusiones a la inquietante separación de la técnica con respecto a la sabiduría de los razonamientos humanos. Clamaban por la necesaria unión de ambos conceptos si pretendiéramos una vida confortable. En aquella distorsión asientan gran parte de los despropósitos contemplados a diario y en los sectores más diversos. La ORIENTACIÓN adecuada no es difícil de encontrar si se le presta atención con ganas de buscar mejores calidades. Si la sociedad se desentiende del planteamiento, de los intentos para equilibrar las condiciones, el lamento servirá de poco, seguiremos descentrados.


Corremos el riesgo descrito por aquel experimento del ascensor, como todos están mirando donde no hay puerta, yo también, aunque esté en la puerta; Asch evidenciaba así el arrastre de la masa. En esa línea, trasladamos las RESPONSABILIDADES a la nube, por enajenación acabamos en la nube. Al menos, con una creatividad bien enfocada podríamos organizar determinados puntos de apoyo, aunque también fueran figurados y efímeros por la dificultad de mantenerlos.


Tenemos indudables dificultades para fijar posiciones, pero disponemos de ciertas posibilidades para dejar constancia del talante propio. En las buenas o en las malas ponemos de manifiesto el sello particular. Indudablemente con tendencias que pueden ser contrapuestas, marcadas por las diferencias, la malicia descorazonadora o por la PRESTANCIA cabal y benefactora.

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