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España malparida

Pedro de Hoyos
martes, 10 de noviembre de 2015, 06:23 h (CET)
La colaboración del PSOE con los catalanistas, más aquella declaración de Zapatero, el inútil de León, apoyando el estatut que saliera y como saliera del Parlament, y la inacción de Rajoy, el tonto de Pontevedra, han facilitado esta declaración unilateral de independencia de Cataluña. Aunque el Estado intervenga, tribunales, leyes, democracia, el mal ya está hecho y la separación anímica y emocional de Cataluña del resto de España es un hecho que tardará décadas en desaparecer… si es que desaparece alguna vez. Particularmente estoy convencido de que Cataluña será independiente. Y quizá no tarde mucho.

Es increíble que tras años y años de régimen nacionalista, con todas las televisiones locales a su favor, con la prensa comprada y sumisa y obediente, con la Educación manipulada, influyendo en la mentalidad tierna y párvula de los niños, el Estado, representado por el Rey y Rajoy, se haya mantenido al margen. Incluso cuando los tribunales hablaban a su favor. Incluso cuando las instituciones catalanas desobedecían a esos tribunales. ¿No estaba ya hecha entonces la desconexión? Salvo para los millones que aportábamos con nuestros impuestos para sostener hospitales, farmacias y seguridad social.

Lo comprensible es que los ricos se quieran deshacer de los pobres, es parte de la condición humana y es lo que pasa con Cataluña actualmente. Es absurdo que una de las regiones más ricas y prósperas acuse a las pobres de robarle, pero es lo que hacían los señores medievales cuando un labriego se llevaba una patata en el bolsillo.

Desde tiempos de Franco a Cataluña se le ha dado dinero y empresas que se negaron a otras partes. Y hombres para trabajar en esas empresas y aumentar ese dinero. Hombres que dejaban atrás tierras desoladas y vacías. Pueblos muertos. Trenes inmensos cruzaban “el Estado” para acarrear obreros gallegos, extremeños y castellanos. Nadie ha invertido en Cataluña más que Franco.

Y posteriormente miles de voluntarios para engrandecer una Barcelona olímpica con la colaboración generosa y altruista de los ciudadanos y, otra vez, con el dinero de toda España. Cataluña nos roba. O al menos nos chupa la sangre. Es la Cataluña parasitaria la que se quiere ir, la que quiere más, siempre más o nos amenaza. No es la Cataluña productiva, obrera y trabajadora, sino la que quiere gastarse el dinero en embajadas, en subvenciones periodísticas mientras nosotros le pagamos la Seguridad social.

A la Cataluña catalanista le duele ser Extremadura. Que hasta Ceuta y Melilla tengan su propia autonomía. Que Andalucía, que Cantabria o que ese engendro malparido de Castilla-La Mancha (Reclamo una vez más una autonomía para Castilla-La Tierra de Campos y otra para Castilla-La Tierra de Pinares) sean consideradas al mismo nivel que Cataluña. Horror. España salió mal parida de la Transición, se repartió café para todos, justo lo que ningún nacionalista (“¿Quién como yo?”) puede permitir. La España malparida de la transición pensó que podía prescindir del papel de Castilla y la partió en cantabrias, riojas y manchas que ni pintan ni cortan en una España encabronada. Lo que los nacionalistas no esperaban ni podían permitir es que un riojano estuviese a la misma altura de un catalán. España creyó ser más fuerte deshaciéndose de Castilla centrípeta y con ello se hizo volátil, etérea y gaseosa. Pasajera, fugaz y efímera.

En el pecado lleva España la penitencia y llorará haberse olvidado del papel de Castilla.

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