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Etiquetas | Francia | Terrorismo

Qué envidia ser francés

Isaac Parejo
lunes, 16 de noviembre de 2015, 23:15 h (CET)
Los terribles atentados de París el pasado viernes han dejado en evidencia a toda España. Francia, el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad nos dio todo un ejemplo de cómo mantenerse unidos ante una tragedia de un tamaño solo comparable a nuestro negro 11 de Marzo de 2004.

Aquella imagen de los asistentes al estadio Saint-Denis evacuados cantando la Marsellesa, quedará grabada en la retina de todo el planeta como el paradigma perfecto de la unión de un pueblo. A nadie en Francia se le ha ocurrido, ni siquiera pasado por la mente, culpar o responsabilizar al Gobierno de los terribles atentados como sí sucedió en nuestro fatídico 11M. Todo lo contrario, ciudadanos, oposición y Gobierno han sido uno solo para enfrentarse a la mayor amenaza de Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Aquel oscuro 11 de Marzo y sus posteriores días hasta las elecciones generales fue usado de forma torticera, cruel, mezquina y aberrante por la oposición, especialmente por el PSOE, para fines electorales en unas jornadas previas a unas elecciones generales donde el PP tenía asegurada la victoria. Las manifestaciones que se dieron en la jornada de reflexión llamando asesino al Gobierno nos recordará siempre que somos un pueblo que no sabe avanzar, que se deja guiar como rebaño por los líderes políticos que mejor nos vendan sus postulados, a sabiendas ellos de que lo único que persiguen es el poder a toda costa.

No pretendo excusar al gobierno de Aznar, ni mucho menos, pues no hay duda de que los atentados fueron una consecuencia de la presencia de militares españoles en Irak. No entraremos en teorías y me ceñiré a la versión oficial (pues un humilde servidor continúa dudando de la autoría de los atentados debido a un oscuro y hermético proceso judicial en el que se dio carpetazo con mil preguntas sin responder), pero los únicos asesinos aquel día fueron los terroristas, los que colocaron cuatro bombas y volaron por los aires los trenes de la estación de Atocha llevándose a casi 200 personas por delante. Gritar a los cuatro vientos que Aznar fue el responsable porque Al Qaeda se vengó de su colaboración con EEUU es darle la razón a una organización terrorista internacional que años atrás mató a 3000 personas en las Torres Gemelas de Nueva York.

Estos días la izquierda ha vuelto a desempolvar el bochornoso cartel del “no a la guerra” con el que activistas y oposición política consiguieron salirse con la suya y manipular a su antojo a la opinión pública. No han renovado el cartel, han sacado directamente el mismo que el de aquel año 2003. La oposición ha fracasado en todos sus intentos de darle la vuelta al pastel, pues ni la bochornosa corrupción que acucia al PP, ni los brutales recortes han conseguido desbancar a Rajoy de la primera posición. De modo que han ido a la desesperada, al argumento tipo de la izquierda en este país: La guerra de Irak y el 11M. Era el último bastión que les quedaba para arañar el voto de forma torticera y hacer recordar al votante del PP las mentiras del gobierno de Aznar durante aquellos días.

Mientras tanto, nuestros vecinos galos, en una situación exactamente igual que la que nosotros vivimos en aquellos días negros de Marzo, demuestran que no tienen complejos, que pueden entonar el himno de su país sin temor a que nadie les llame fascistas, que pueden proyectar su bandera o convertirla en un holograma gigante y sentirse orgullosos de su patria, que tienen a un presidente que va a dar la cara por ellos y que no dudó en vengar a sus ciudadanos al día siguiente bombardeando masivamente al EI. En España, en cambio, se llamó asesino al Gobierno, se rompieron relaciones con EEUU y se retiraron las tropas de Irak en cuanto el nuevo ejecutivo socialista llegó al poder. Ganaron los terroristas y a Zapatero le dio exactamente igual, dio la razón a todos aquellos que con sus consignas exclamaban poco menos que si nos habían atacado era porque “algo habíamos hecho”. La barbaridad no es pequeña, pero ocurrió.

Estos días ha vuelto el espíritu de aquellas infames jornadas. La historia ser repite: el PP vuelve a estar en el Gobierno, el PSOE en la oposición y con una guerra contra terroristas islámicos de por medio. Es el caldo de cultivo perfecto para que pueda ser usado de nuevo ante la desesperación de la cercanía de unas elecciones en las que se vislumbra una nueva victoria del centro-derecha. Pero en esta ocasión los voceros del “no a la guerra” no están siendo los socialistas (de momento) sino sus socios de gobierno, Podemos, que están dispuestos a usar la estrategia de 2004 para ver si así se repite la historia. Ellos saben a qué electorado se dirigen, por eso no les importa lo más mínimo que sus mensajes estén cargados de un infantilismo insultante. La demagogia y la simplificación de lo complejo siempre ha sido algo característico de Pablo Iglesias y los suyos. Por fortuna la sociedad, aunque sea poco, ha evolucionado y madurado y no está dispuesta a ser conducida como ganado como en las vísperas de aquellas generales. Esta nueva versión del año 2004 nace muerta, porque ya se sabe que las segundas partes nunca fueron buenas, y en este caso ni siquiera la primera lo fue.

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