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Derecho a la vida

Los países deben apoyar económicamente y a través de la red sanitaria a todas las mujeres, para lograr formas de vida más racionales
José Manuel López García
lunes, 27 de junio de 2022, 08:39 h (CET)

La cuestión del aborto es polémica por muchas razones y motivos. Lo que ha sucedido en Estados Unidos estos días, con la anulación de la protección del derecho al aborto, por parte del Tribunal Supremo es entendible, si se piensa que la vida es un valor esencial para cualquiera y que está apoyado, de un modo inequívoco, en  los Derechos Humanos.


La sentencia del más alto tribunal estadounidense no ilegaliza el aborto y deja su regulación a cada Estado norteamericano, si bien algo más de la mitad  de  Estados  ya lo han prohibido. En mi opinión, debe ser regulado.  En primer lugar, se tendría que admitir el derecho a la objeción de conciencia  de médicos y sanitarios, por motivos éticos o religiosos, algo que ya está regulado normativamente en España.


Como dicen o señalan algunos expertos  en estas cuestiones, si el derecho a abortar fuera ilimitado, la mitad, un tercio  u otro porcentaje similar de  personas no nacerían. Si se les da este argumento o planteamiento a jóvenes y adultos, muchos consideran que da igual, porque ya están vivos, pero si no lo estuvieran no podrían decir nada. En esta cuestión, el todo o nada no sirve.  Todos estamos contentos de haber venido al mundo.


Existen procedimientos anticonceptivos cada vez más eficaces para que las mujeres de todas las edades no tengan hijos, si no lo desean. Incluso ya existe la píldora del día después.Y si un cierto número de embarazadas no desean tener  descendencia, pueden dar en adopción al nacido o nacida, tan simple como eso.


De esta manera, posibilitan que una nueva persona que, en principio,  tiene derecho reconocido a poder vivir, llegue a la existencia y pueda disfrutar de una vida plena al ser adoptado por otra familia. Esto es lo lógico y lo que está de acuerdo con los Derechos Humanos.


La comodidad y el capricho no pueden ser criterios para impedir que nazcan seres humanos, con toda una vida por delante. También es cierto que en casos de violaciones, malformaciones y peligro para la vida de la madre, a mi juicio, es lícito abortar en las primeras semanas de la gestación. En los demás casos, aunque haya problemas económicos o psicológicos de las madres existen subvenciones y sistemas y procedimientos de ayuda eficaz para las madres, con el fin de evitar que aborten. Considero que el aborto terapéutico debería estar indicado para las 4 o 6 primeras semanas del embarazo, aunque puede haber excepciones justificadas, por razones médicas, que protejan la vida de las gestantes.


En mi opinión, el cuerpo de las madres es suyo, pero la vida que surge en su interior es diferente a la suya, ya que es otro ser humano y eso no hay que olvidarlo nunca y ha surgido con el concurso del varón. En circunstancias normales la mayor parte de los embarazos llegan a término, con resultado satisfactorio y sin grandes problemas.  Mejorar la educación sexual de los adolescentes y jóvenes y de toda la población es algo prioritario, para que haya el menor número posible de abortos en los países. De tal forma, que se realicen los que sean absolutamente necesarios, por las razones ya indicadas.


Filósofos de la categoría de Gustavo Bueno se han opuesto al aborto. Para él no es suficiente que no haya sido  deseado el embarazo,  ya que se debería haber conocido “los procedimientos de control de la natalidad de los cuales nuestro presente dispone; y el no haberlos utilizado implicará en principio una gran negligencia…”. En definitiva, para Bueno desde el materialismo bioético se deriva un claro juicio condenatorio, respecto a la práctica incondicional del aborto de embriones o fetos bien formados.


Indudablemente, hay millones de familias en todo el planeta que quieren adoptar a recién nacidos, algo que está regulado por las leyes y debe ser objeto de más campañas de  visibilización e información en los medios de comunicación, aunque es difícil que la población con mentalidad materialista y consumista acepte esta opción positiva, de forma masiva y generalizada.


Vivimos en una sociedad líquida, inestable y, sobre todo, individualista. Hace falta que la fraternidad, solidaridad y empatía por el surgimiento de nuevas vidas afloren, en vez de la simple comodidad, la dejadez, la irresponsabilidad y la irracionalidad tan abundantes en el mundo, en todos los sentidos. Además, los países deben apoyar económicamente y a través de la red sanitaria a todas las mujeres, para lograr formas de vida más racionales y satisfactorias para todos.





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