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Desde hace un tiempo se ha instalado en nuestra sociedad la cultura de la muerte. Esta cultura ataca a la dignidad y la vida de las personas. El aborto, la eutanasia o el mercadeo del cuerpo de las personas vulneran los principios más dignos del ser humano, y que deben ser defendidos.
Desde hace ya un tiempo, sorprende que la ONU, en su ámbito dedicado a los derechos de los menores, acuse al Vaticano de pasividad en la lucha contra los abusos sexuales a jóvenes. Parece que esos responsables lumbreras de la ONU ignoran la batería de medidas que la Santa Sede viene tomando desde hace años para remediar esas conductas.
Hay quien dice que la muerte de un niño no se puede cerrar de ningún modo, en el corazón de algunos padres… Tendrán otros hijos, continuarán con la vida, pero el hijo perdido vivirá siempre en su corazón, como también su pérdida. Sobrevivirán, con un vacío en su corazón, un vacío permanente.
El Tribunal Constitucional acaba de dar su asentimiento a que las niñas de la edad de 16 y 17 años pueden abortar sin necesidad de comunicárselo a sus padres, pues no necesitan se permiso para llevarlo a cabo.¿Esto es progresismo o recular hacia la barbarie?
El reciente movimiento liderado por Macron para incluir el aborto en la Constitución francesa y su propuesta para su inclusión en la legislación europea han avivado el debate sobre este tema sensible. A primera vista, la despenalización del aborto puede parecer un triunfo de la libertad de elección de la mujer. Sin embargo, es esencial considerar la perspectiva del ser humano no nacido, cuya vida se ve truncada en lugar de tener la oportunidad de nacer.
“¿En qué momento exacto fue grande Estados Unidos?” es la pregunta que se les suele hacer a los simpatizantes de Donald Trump que portan las gorras con la inscripción Make America Great Again (MAGA), un eslogan de campaña de Trump que significa “Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo”.
Sé que soy una voz que predica en el desierto y que posiblemente pocos, muy pocos estén de acuerdo conmigo, salvo las personas que defienden el derecho a vivir de todo ser humano; por ello me pregunto: ¿se puede llegar a tal grado de aberración al dar carta libre para el asesinato de la criatura humana más indefensa como es el feto?
No se pueden negar las evidencias que demuestran que muchos estudios científicos atestiguan que la vida de un mamífero, animal o ser humano, comienza desde el momento en el que el óvulo es fecundado por el espermatozoide; a partir de entonces esa nueva célula que se ha formado recibe el nombre de cigoto que ha resultado de la unión de un espermatozoide con un óvulo, como hemos enunciado.
El escrito “Santidad de la vida no nacida”, dice: “La vida de un ser humano no puede ser destruida injustamente sin incurrir en la vida del Dios sagrado, que ve la destrucción de su imagen como una afrenta a sí mismo”, señala, “incluso antes de nacer todos los seres humanos somos la imagen de Dios, y sus vidas no pueden ser destruidas sin borrar su gloria”.
Creo que se trata de una buena noticia el que decidamos decir “sí a la vida de los demás”. Empezando por el prójimo-próximo. Ese que deambula por nuestro metro cuadrado. Y continuando por aquellos a los que una sonrisa o un apoyo explícito, les permiten superar los problemas que les producen una sociedad hostil e individualista.
El próximo viernes 8 de septiembre se estrena "Las buenas compañías", de Sílvia Munt. La directora y actriz catalana ha decidido pasar a la ficción una historia real que ocurrió en los años 70 en Euskadi, donde un grupo de mujeres decidieron organizarse para ayudar a otras a cruzar la frontera hasta Biarritz, buscando abortar con dignidad. La historia se basa en el suceso de las 11 de Basauri, caso que impulsó la Ley del Aborto en España.
Soy un defensor a ultranza de cualquier forma de vida. Todos los seres creados cumplimos un fin y propósito en el acontecer de la Humanidad. Desde el macrocosmos al microcosmos todos hemos de realizar y llevar a cabo la función para la cual hemos sido originados.
Es posible que para algunos/as de mis habituales lectores, el aborto les resulte un tema aburrido o superado ya por esta sociedad relativista y permisiva. Pero como tengo la sana costumbre de documentarme sobre los temas a los que me enfrento semanalmente como opinador y columnista, la lectura de una biografía sobre la conversión al catolicismo de Bernard Nathanson, apodado el “rey del aborto”, me ha motivado para hacer una reflexión sobre el tema.
«La gente quiere que aquí se liberalicen las leyes del aborto. La sociedad ha cambiado, incluso los políticos pueden verlo», afirma Kinga Jelinska, activista polaca por los derechos reproductivos. «En cuatro o cinco años, creo, las leyes del aborto aquí se liberalizarán, porque es lo que la gente apoya», anticipa.
Según últimas investigaciones, parece que es un bulo, una leyenda urbana como lo llamamos hoy, que los espartanos, cuando nacía un niño con algún defecto físico, o tara intelectual, se desprendían de él Arrojándolo desde el monte Taigeto a las frías aguas del río Eurotas, como dice Plutarco en sus Vidas Paralelas.
Sé que formulo una pregunta retórica, pues la respuesta ya va implícita en el enunciado, por ello la contestación lógica es que sí, que vamos directos al precipicio al que, si no se le pone remedio, dudo que lo haya, terminaremos en le ruina, no solo económica, sino moral, jamás acaecida en nuestra España.
He recibido una comunicación cuyo título es el que encabeza este escrito. Si esa aseveración se hubiese enunciado como un silogismo, hubiese sido, más o menos, así: El aborto es un crimen. Los católicos rechazan a quienes lo admiten, es así que el P.P. admite y está de acuerdo con el aborto, y yo soy católico, luego rechazo al P.P.
Este es mi segundo articulillo después de mi “recuperación”. Algún amigo me ha indicado que en el anterior puse “guerra de Croacia” en lugar de guerra de Ukrania. Arreglado mi error, aunque no la guerra. Hice propósito de tratar cosas positivas, pero no parece que pueda hacerlo. La situación política de España no puede ser peor, en mi opinión.
No, no estamos en Marruecos, Rusia o Kenia u otros países, en los que la pena de muerte se practica en los casos determinados por sus leyes. Esta fue abolida oficialmente en España en 1985, salvo en casos de guerra que se establecen en el Código militar, como traición, rebelión militar, espionaje, sabotaje o crímenes de guerra.
Si hay algo enigmático en el ser humano es que cada uno de los que tenemos el privilegio de haber sido “elegidos” para la vida nos diferenciamos del “otro” física y anímicamente: “la vida que estamos llamados a promover y defender no es un concepto abstracto, sino que se manifiesta siempre en una persona de carne y hueso: un niño recién concebido, un pobre marginado, un enfermo solo y desanimado…” (Papa Francisco).
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