El escrito “Santidad de la vida no nacida”, dice: “La vida de un ser humano no puede ser destruida injustamente sin incurrir en la vida del Dios sagrado, que ve la destrucción de su imagen como una afrenta a sí mismo”, señala, “incluso antes de nacer todos los seres humanos somos la imagen de Dios, y sus vidas no pueden ser destruidas sin borrar su gloria”. Francisco Peison autor del artículo “Los embriones congelaos son niños”, asegura que los textos entre comillas no forman parte de la meditación de un pastor de una de estas iglesias del nacionalismo cristiano de la ultraderecha norteamericana que han hecho del aborto un argumento de combate político. No, las firma el juez Tom Perker, presidente del Tribunal Supremo de Alabama”.
El problema que presentan los Pro Vida con respecto a los abortos es que creen que ejerciendo violencia van a cambiar la naturaleza de las aborcionistas. Se consideran tan moralistas que con sus excesos despedazan los principios de la moral. Con sus postulados cristianos farisaicos destrozan las reglas del amor: “Dios es amor”. Jesús nos dice: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros. Como os he amado, amaos también los unos a los otros. En esto conocerán todo que sois discípulos míos si os amáis entre vosotros” (Juan 13: 34, 35). Si los Pro Vida creen que el amor del que habla Jesús se limita a que tienen que practicarlo entre sus compadres, los sacará de dudas la orden taxativa de Jesús: “Yo os digo. Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os odian y orad por quienes os ultrajan y maldicen” (Mateo 5: 44). Los Pro Vida tienen que entender que si Dios los ha amado de tal manera que ha dado a su Hijo unigénito para su salvación (Juan 3: 16), los envía a un mundo atiborrado de odio para que de entre el montón de estiércol brote y florezca la bellísima flor del amor de Dios.
El apóstol Pablo dirigiéndose no exclusivamente a los Pro Vida, sino a los cristianos en general, nos dice: “Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento para que comprobéis cual es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12: 1, 2). Un reto muy alto es el que nos propone el apóstol Pablo. Exhibirse como cristiano dentro de las cuatro paredes de las parroquias o de otros locales eclesiales, es muy fácil. Donde se pone de manifiesto el verdadero espíritu cristiano es en la palestra pública dónde nos encontramos con los servidores del diablo que buscan nuestro mal: “Si a mí me han perseguido”, dice Jesús, “también a( vosotros os perseguirán” (Juan 15: 20). Jesús que resistió los asedios de Satanás y salió vencedor de los ataques nos da el ejemplo que tenemos que seguir (Juan 13: 15).
El apóstol Juan nos dice que los hijos de Dios “no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1: 13). El texto nos viene a decir que los cristianos no nacen siendo cristianos. Pueden nacer en un hogar cristiano. Los padres por más que se esfuercen no pueden convertirlos en hijos de Dios. Tienen educarlos en la fe cristiana, indiscutiblemente. Si no interviene la voluntad de Dios lo único que consiguen es que sus hijos se conviertan en paganos cristianizados.
La falacia de la Iglesia Católica consiste en enseñar que el agua bautismal tiene poder de borrar el pecado original y convertir al bautizado en un hijo de Dios. “Aun cuando se viste de seda la mona, mona se queda”. Los Pro Vida y los cristianos en general que no se les nota la santificación del Espíritu es que son paganos cristianizados. Según la enseñanza de la Biblia son carnales y las obras de la carne es lo que hacen. El siguiente texto nos descubre cuáles son estas obras: “Adulterio, fornicación, impureza, lascivia, idolatría, brujería, enemistades, disputas, celos, iras, rivalidades, divisiones, partidos, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas5: 19-21).
La voluntad de Dios es la santificación del Espíritu que no significa que los creyentes en Cristo hayan alcanzado la perfección. Consiste en el proceso de ir abandonando las obras carnales mencionadas para irlas sustituyendo por la obra del Espíritu que es: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5: 22, 23), que por ser obra del Espíritu no se ve en los Pro Vida que exigen duras penas a las mujeres que defienden lo que ellas consideran derecho a abortar porque erróneamente creen que con sus cuerpos pueden hacer lo que mejor les parezca.
Los Pro Vida creen que se comportan como siervos del Señor comportándose de la manera como lo hacen. Su defensa de la vida del embrión y del feto la hacen sin ciencia. El apóstol Pablo nos enseña cómo deben proceder los siervos del Señor a la hora de presentar el Evangelio entre los incrédulos: “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizás Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo en que están cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 2: 24, 25). Los Pro Vida tienen que limitarse a proclamar el Evangelio y dejar que sea Dios en Cristo por medio del Espíritu Santo quien obre en las mujeres Pro Aborto.
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