Este Miércoles 20 de Julio se celebra el día mundial del Ajedrez, un juego que se considera de origen chino o hindú, transmitido por los persas a los otomanos que en el esplendor de su imperio amenazaron a la misma Europa. El juego circuló por el imperio turco y los musulmanes magrebíes lo introdujeron en el califato omeya de Córdoba, fusionando en un sincretismo fabuloso con la cultura ibérica.
Para fines del siglo XIII, el rey Alfonso X "el Sabio" escribía que "el ajedrez es una magnífica herramienta para la buena convivencia de musulmanes, judíos y cristianos". Cuando el juego cruzó el estrecho de Gibraltar, aún la Reina no constituía la pieza más poderosa y despiadada del tablero. Su lugar lo ocupaba el acompañante del rey, la alferza, un peón que sólo podía ir a un escaque contiguo, siempre en diagonal, sea cual fuere la dirección y el sentido. Se jugaba en un tablero de casillas rojas y negras, alegoría de un anarquismo al que se debía poner fin.
Algunos historiadores dedujeron que todos los indicios señalan a la Reina Isabel la Católica, - según Vargas Llosa ávida lectora de las narraciones eróticas de Giovanni Bocaccio y financista del seductor aventurero Cristóbal Colón - como responsable de la transmutación de la alferza en poderosa Reina.
Emancipada, inteligente y seductora, dotada de poder implacable y movimientos ilimitados, las explicaciones alternativas al ejemplo de Isabel son escasas. Solo aquella mujer, que participó activamente en una Reconquista en la que hombres derramaron lágrimas de mujer por dominios que fueron incapaces de defender como hombres, pudo ser la musa inspiradora de tan grandioso poderío.
Cuatro siglos transcurrieron para que las reglas que instaló Isabel se hagan universales, cuando al decir de Borges, ya llevaba encendida en Oriente quince siglos una guerra, cuyo anfiteatro desde que en 1924 naciera la FIDE, es hoy toda la tierra.
En su libro al que dio el nombre que lleva la narración sobre otro mítico autor ciego, el cronista del caballo de Troya Homero, Borges incluyó sentencias de otro tablero en su extraordinario poema al ajedrez. En realidad sus versos eran reflexiones sobre Omar, para quien la vida no era otra cosa que un tablero de complicado ajedrez, de días y noches, como casillas negras y blancas de piezas que se odian por tener diferentes colores. Aunque en un juego infinito y eterno, sea difícil discernir el principio, lo pudo ver un escritor ciego.
Una y otra vez, cuando los jugadores se hayan ido consumidos por el tiempo, más allá de lo negro y blanco de su destino, renacerá el Dios detrás del jugador para remover las piezas. LAW
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