Una ciudad se le suele distinguir por sus monumentos, espacios, calles, jardines o lugares reconocidos por todos los que la visitan o visitarán. Las plazas son un emblema, algo reconocible, que nos define la propia vida de la ciudad. Son lugares dónde se celebran eventos, ya sean de tipo comercial, social o cultural.
Cuando las antiguas sociedades las conciben, le dan un uso netamente comercial: es el nacimiento de las ferias y mercados públicos dónde poder intercambiar o adquirir productos para la vida cotidiana: enseres, ánforas, vajillas, telas, joyas… o los productos que formaban la cesta de la compra: carnes, pescados, frutas y verduras, vinos, aceites… La plaza, se convierte de esta forma, en el epicentro de todas las actividades de la población.
Hay lugares, dónde las plazas son espacios que se cubren con soportales para proteger a sus moradores de las inclemencias meteorológicas. En Castilla, son muy frecuentes, ya que o hace mucho frío y nieva, o hace calor en exceso y hay que guarecerse del sol y sus altas temperaturas. Con el paso del tiempo, las plazas adquieren diversas funciones: suelen estar los templos y los edificios públicos municipales además de las fondas o los modernos locales de restauración, dónde poder tomarnos un respiro, alimentando nuestros cuerpos físicos.
Valencia, está sufriendo la remodelación de sus plazas. No sabemos a que responde, pero lo cierto es que cada nueva plaza, nos encontramos con determinadas sorpresas, que no son del agrado de todos. En otros tiempos podíamos acceder a los lugares públicos no solo paseando, sino en los modernos autobuses o en los cómodos taxis. Pero ahora no, solo podemos llegar con la consabida bicicleta, esa que la primera autoridad dijo que gastaría y que solo lo hizo el primero de los días, porque el segundo ya gastó el coche oficial. Y cuando ves los resultados, te vienen las preguntas: ¿se ha pensado en las personas mayores o en las de movilidad reducida? ¿cómo van a poder acceder a disfrutar de los nuevos espacios públicos? Si alguien necesita un servicio de urgencias médicas, ¿Cómo va a llegar una ambulancia o el equipo médico? ¿Y si hay un incendio? ¿cómo pueden sofocarlo los coches de bomberos?
En la nueva plaza de la Reina, en la que todavía residen personas y no precisamente muy jóvenes, si hay que asistirles medicamente, ¿cómo van a llegar los servicios de urgencia? ¿se ha pensado en colocar lugares con desfibriladores y botiquines para primeros auxilios? ¿habrá un sistema de seguridad para hacer que se respeten los monumentos y los espacios singulares? Han colocado servicios, que servirán como lugar de referencia para determinadas actividades no saludables precisamente.
¿Se ha previsto colocar fuentes de agua para que los paseantes puedan refrescarse? ¿Por qué se han colocado cipreses en hilera, que son más bien de cementerio, para enmarcar y dar sentido lineal a la torre del Miguelete? ¿se ha pensado en las altas temperaturas? Para mitigar el calor, no solo hay que poner toldos y elementos de vapor de agua, sino de toda la vida, se han colocado fuentes ornamentales -como las que hay en el palacio del Generalife en Granada- que nos den idea de frescor y nos ayuden a pasar mejor las olas de calor tan recurrentes en nuestra tierra.
Si volvemos nuestra mirada sobre la plaza de la Ciudad de Brujas, nos daremos cuenta de que falta precisamente la escultura de Juan Luis Vives. Este gran valenciano, que no era franquista ni de derechas, tuvo que salir de su tierra por ser judío, además de ser llamado como preceptor de la reina de Inglaterra. Tuvo como compañeros a Erasmo de Rotterdam y fue también consejero de las monarquías germánicas y borgoñonas. Fijo su residencia, en la ciudad belga de Brujas, dónde hay un busto de su persona, llevado por valencianos que le rindieron el mejor de los homenajes. Y allí sigue desde 1957. ¿Me pueden ustedes decir dónde está la escultura que había en la plaza de la ciudad de Valencia? ¿Van a volverla a colocar? Lo cierto es que seguimos sin respetar el patrimonio y lo destruimos o tapamos según se nos antoje.
Sigamos paseando por nuestras plazas, a las horas en las que la canícula no nos afecte demasiado, pisando con orgullo por los lugares que nuestros antepasados también lo hicieron.
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