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Patricia Alonso Jiménez (Madrid, 1979). Lateral derecho del C.H. Canyamelar de Valencia. Su carrera deportiva se ha desarrollado en los clubs C.Bm. Leganés, Osito L’Eliana, A.T. El Ferrobús-Mislata, Cementos La Unión, Mar Alicante, C.Bm. Elda Prestigio, C.Bm. Besançon (Francia) y C.H. Canyamelar. En su palmarés deportivo destacan 4 Ligas, 4 Copas de la Reina, 2 Copas ABF y 4 Supercopas de España. Con la camiseta nacional ha sido internacional en 100 ocasiones, habiendo anotado 220 goles. Con la Selección juvenil se proclamó campeona de Europa y en el Campeonato Mundial junior de China (1998) fue considerada la mejor jugadora del torneo y la máxima realizadora. Con la absoluta, alcanzó la medalla de oro en los Juegos Mediterráneos de Almería en 2005 y de plata en los de Túnez 2001. Participó en el Mundial de Francia de 2007. Es diploma olímpico por los juegos de Atenas de 2004. Está también en posesión de numerosas condecoraciones, medallas y distinciones individuales.
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El vestuario de un equipo de balonmano es un territorio sagrado, un espacio donde entrenador y jugadoras prenden la chispa de la magia cada día de partido. Sin embargo, un jueves por la tarde, antes de comenzar el entrenamiento, es un lugar solitario y silencioso, sin sobresaltos, únicamente salpicado por el murmullo de otros deportistas que deambulan por las tripas del pabellón de El Cabanyal. Bancos de madera, perchas metálicas en batería, espejos, duchas, asepsia y un atenuado olor a desinfectante lo dibujan. Algo después, cuando lleguen las jugadoras del Club Handbol Canyamelar, olerá a linimento, pomadas y otros ungüentos propios del arte de entrenar. Durante un rato, que se hizo corto, sentados sobre los bancos pude conversar con Patricia Alonso Jiménez, la lateral derecha del cuadro cabanyalero, dueña de la imaginación del juego colectivo. Cada fin de semana, por sus manos pasan muchas de las acciones decisivas que culminarán en gol o, al menos, en lanzamiento franco de ella misma o de cualquiera de sus compañeras. Nacida en Madrid, Patricia arrastra una mochila repleta de éxitos deportivos, aunque no todos los que ella hubiera deseado. Cuatro ligas, cuatro Copas de la Reina, cuatro Supercopas de España y dos campeonatos ABF jalonan su palmarés, sazonado por un diploma olímpico obtenido en Atenas 2004 con la Selección Española, cuya camiseta ha vestido en cien ocasiones.
Patricia recuerda que de pequeña le gustaban otros deportes. «Con el fútbol disfrutaba mucho, igual que con el tenis, que se me daba bien, pero yo veía a mi hermana Montaña, que fue portera internacional y viajaba mucho, y sentía una cierta envidia porque yo también quería hacerlo – dice la madrileña – . En un colegio cercano a mi casa me hicieron una prueba y ahí arrancó todo». Sus fundamentos deportivos no pudieron tener un mejor aval: el Balonmano Leganés, un club madrileño de enorme solera. «El éxito del Leganés radica en lo bien que cuida la cantera. Controla a los niños y niñas de los colegios y, a través de campañas de difusión, les explica que no todo es fútbol en la vida. Sus entrenadores trabajan muy bien en la pista». En la etapa formativa hubo un par de técnicos que marcaron su trayectoria futura como jugadora. «Pauli fue la entrenadora que supo sacar lo máximo posible de mí. Deportivamente, a ella le debo todo lo que soy ahora. Fue la primera que me hizo llorar con una bronca durante un partido en juveniles contra el Móstoles. Otro entrenador también muy importante fue Alberto Gómez. Pauli y él aprovecharon mis virtudes y corrigieron mis defectos».
Casi treinta años lleva invertidos Patricia Alonso en el deporte del cuarenta por veinte. «El balonmano es todo para mí, es mi vida, desde los ocho años le he dedicado todo mi tiempo. Jugué de central y de lateral izquierdo hasta que en la selección José Aldeguer me puso como lateral derecho. Desde entonces no he cambiado de posición. Aunque soy diestra, me siento completamente identificada con ese puesto». La primera línea de un equipo de balonmano es la encargada de armar los sistemas de ataque a la portería contraria. Cualesquiera de sus puestos específicos, central o laterales, permite desarrollar el juego con mayor creatividad que otros. «Es cierto, desde la primera línea se pueden crear jugadas bonitas, porque se dispone de más espacio que las pivotes o las extremos, que viven encajadas en su esquinita». Durante los partidos, Patricia se desenvuelve con mayor soltura dentro de los márgenes de la improvisación. «Improvisar me gusta mucho más. Hay que tener en cuenta que las jugadas marcadas sirven solo como punto de inicio de las acciones. No son para resolver, solo son un recurso más. Como en el Leganés había muy pocas jugadas preestablecidas y siempre trabajábamos fijaciones con éxito, prefiero jugar así». Ha aprendido tanto de lo que le han enseñado sus preparadores, que han sido varios a lo largo del tiempo (José Colmenero, José Aldeguer, Cristina Mayo, Ángel Sandoval, José Ignacio Prades, Susana Pareja, Pauli y Alberto Gómez), como de las compañeras que ha tenido a su lado. «Soy una jugadora que ataca y defiende, pero me gusta más atacar que defender y me siento especialmente cómoda cuando lo hago contra defensas abiertas. En defensa no es suficiente con que te guste defender, es preciso ser muy rápida para llegar a las ayudas y saber contar». En su juego como lateral derecho, siempre encuentra unas aliadas de lujo: las pivotes. «Toda la vida me he llevado muy bien con las pivotes y nos hemos ayudado mutuamente. Este año me está costando un poco más, pero me gusta mucho colaborar con ellas. Necesito que me bloqueen con frecuencia, porque mi juego siempre ha funcionado así».
Ya ha llovido desde entonces, quizá menos de lo que debería, pero en 1998 Patricia Alonso decidió abandonar Madrid. Tenía otras ofertas, pero se decantó por Valencia. «Vine aquí porque me llamó Cristina Mayo. Las condiciones económicas que me ofrecía eran buenas, pero sobre todo me convencieron sus razones para jugar en el Osito L’Eliana, junto a jugadoras tan importantes como Izaskun Múgica, Cristina Gómez, Susana Pareja o Natalia Morskova. En el Mar Osito se jugaba un balonmano muy rápido y me hicieron madurar mucho como persona y como jugadora». Llegó a Valencia con diecinueve años, una cría, pero se acostumbró con relativa facilidad, aunque de vez en cuando echa de menos Madrid. «El primer año me costó adaptarme. Era la primera vez que me separaba de mis padres y mis hermanos para vivir sola. Eso era como emigrar. Lloré muchas veces porque los echaba de menos, pero hoy en día aquí tengo mi vida. Me gusta la playa y poco a poco he ido conociendo gente y me siento cómoda, tanto que hasta me he comprado un casa».
Además de jugar en el Osito L’Eliana, la madrileña ha formado parte de todos los clubes importantes de balonmano femenino de la Comunidad Valenciana: Cementos La Unión, Mar Alicante, Elda Prestigio y ahora C.H. Canyamelar. Pero antes de llegar al distrito marítimo, Patricia jugó en Francia, enrolada en el C.Bm. Besançon. «Mi experiencia francesa fue impresionante. Allí se juega de otra manera y entienden el balonmano de modo distinto. Los pabellones se llenan cada semana y los periodistas tratan muy bien a los equipos. Todo lo que ellos hacen o dicen tiene repercusión mediática, la misma que tenía antes la Liga Española». Salir al extranjero mejora la calidad de las jugadoras hispanas, porque les permite competir al máximo nivel, pero también resta brillantez a la competición nacional. «Claro, el éxodo de jugadoras disminuye el nivel de nuestra liga, pero todas las que nos hemos marchado lo hicimos porque allí tienes la seguridad de que vas a cobrar cada mes, de que te hacen un contrato laboral y cotizas, mientras que aquí a veces ni te pagan. La vida en Francia es más cara, pero los salarios también son más altos y se puede vivir del balonmano». Patricia había firmado por dos temporadas con el Besançon, pero por motivos personales no cumplió la segunda y regresó a España. Le propusieron fichar por el C.H. Canyamelar de Valencia «y como eso me permitía estar cerca de mi madre y, además, mi amiga Susana Pareja era la entrenadora, acepté».
Para el Canyamelar, esta temporada los resultados deportivos no son todo lo buenos que era de desear. «Hasta ahora la cosa va regular. Perdimos contra Rocasa y Porriño por un solo gol de diferencia y eso lo acusamos. El encuentro contra el equipo canario debimos ganarlo porque hicimos un partidazo. En el del Porriño nos descentramos y, si no salimos concentradas desde el principio, luego no resulta fácil remontar. De todos modos, creo que vamos a recuperar posiciones si seguimos en la línea que llevamos ahora. Pienso que incluso mejoraremos la clasificación del año pasado». Quizá las valencianas hayan notado la inesperada marcha de su anterior preparadora, Susana Pareja, recién iniciada la competición. «Bueno, el nuevo entrenador intenta mantener la misma filosofía que Susana, pero aunque se parecen, es evidente que son técnicos diferentes».
A Patricia Alonso la llevó a la Selección Española por primera vez José Colmenero, pero desde la categoría juvenil hasta la senior la entrenó José Aldeguer. «Cuando estaba en la selección junior me convocaron para la absoluta. Aún no había cumplido los dieciochos años. Esa noche no podía dormir, llamaba a mis padres y les decía que tenía muchos nervios y todo era porque al día siguiente me concentraba para jugarnos la clasificación del europeo contra Lituania. Yo no me encontraba con jugadoras tan importantes como Begoña Sánchez, Montse Puche o Silvia del Olmo, pero debuté. Ellas me lo pusieron muy fácil y me ayudaron mucho». En el año 2004 obtuvo diploma olímpico en Atenas. «Fue una lástima, porque podíamos haber llegado a semifinales, pero perdimos contra Ucrania. No se puede explicar lo que son los Juegos Olímpicos, hay que vivirlos, es una experiencia impresionante. La sensación que experimenté cuando bajaba por la rampa al estadio y vi las gradas repletas de gente aplaudiendo, es algo inenarrable, muy emocionante».
La hora del adiós de Patricia Alonso no parece muy lejana. «Está cerca. Quiero retirarme esta temporada, pero tratan de convencerme para que juegue un año más. No sé lo que haré». Su balance como balonmanista es positivo para ella. «El balonmano me ha compensado todo el esfuerzo que le he dedicado, pero me ha faltado ganar una Champions. Siempre que lo intentamos, nos quedamos a medio camino». Pero hay vida después del balonmano. «Quiero estar un año alejada por completo de las pistas. Me lo piden mi mente y mi cuerpo. Pero nunca se sabe. Tal vez me entre el mono y necesite regresar para trabajar en algo relacionado con nuestro deporte». El futuro, de todos modos, parece vincularla al trabajo con deportistas. Sus estudios de acupuntura deportiva y quiromasaje la encaminan por esta senda. Al menos ese es su deseo.
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