En la Iglesia católica el año litúrgico se abre con el Adviento, «el tiempo de preparación para la solemnidad de Navidad», indica el Ceremonial de los Obispos. Y junto a esta finalidad, hay que sumar la costumbre de la vigilia que ayuda al cristiano a crear una atmósfera de piadosa, paciente y alegre espera por el Nacimiento del Niño Jesús.
Quizás esta sea la razón que justifica el refrán «Cada cosa a su tiempo, y los nabos en Adviento». Un dicho popular que tiene como principal destinatario al impaciente y cuyo significado, según el Centro Virtual Cervantes, hace referencia a que «se debe realizar cada acto en el momento más oportuno o favorable».
Independientemente de que la época de recolección del nabo sea en Adviento, también se puede establecer otra relación. Durante siglos el nabo ha sido, y es, un alimento esencial para la supervivencia humana, desde hace más de tres mil años. Al igual que Cristo, que es alimento de Salvación para la humanidad.
Es más, podemos establecer otra similitud. El color litúrgico asignado a las celebraciones que se desarrollan en Adviento es el morado. Un color que también está presente en algunas variedades de esta hortaliza.
El origen de esta paremia, «Cada cosa a su tiempo, y los nabos en Adviento», se sitúa en el siglo XVI, en pleno Siglo de Oro. De ahí su inclusión en la literatura de la época como en La Dorotea del dramaturgo insigne Lope de Vega.
Se trata de un ejemplo más de cómo la sabiduría popular tiene el ingenio suficiente de unir realidades y conocimientos distintos, pero de interés para el pueblo, el alimento y la religión. En este sentido, los refranes son tradición oral, testigos de las creencias e ideas de nuestra cultura popular, de nuestro pensamiento como comunidad a lo largo de la historia.
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