|
Paco Roca (Valencia, 1969) es un versátil autor de cómic e ilustración. Comenzó su carrera como dibujante publicitario y acabó montando un estudio en su ciudad natal, donde pronto comenzó a compaginar su trabajo con la creación de cómics. Actualmente, posee las siguientes obras editadas: ‘El faro’, ‘Los hijos de la Alhambra’, ‘Arrugas’ (Premio Nacional de Comic de 2008, premios al mejor guión y mejor obra en Salón del Cómic de Barcelona de este mismo año y Goya al mejor guión en 2012, en la versión cinematográfica dirigida por Ignacio Ferreras, que también se llevó la estatuilla a la mejor película de animación), ‘Las calles de arena’, ‘Emotional World Tour’, ‘El invierno del dibujante’ (premio al mejor guión y mejor obra del Salón del Cómic de Barcelona de 2011), ‘Memorias de un hombre en pijama’ y ‘Andanzas de un hombre en pijama’. Tras ilustrar ‘La metamorfosis’ de Franz Kafka, dio forma definitiva a ‘El juego lúgubre’, otra antigua obra suya. Con ‘Los surcos del azar’, que vio la luz a finales de 2013, obtuvo el premio Zona Cómic y el de mejor obra nacional del Salón del Cómic de Barcelona de 2014.
|
|
En algún lugar, Paco Roca ha dicho que, tras la muerte de su padre, un día se puso a escribir sobre él y solo fue capaz de completar dos folios. Esas dos páginas dieron mucho de sí, tanto que constituyeron el embrión de su último cómic, ‘La casa’, en el que desde la ficción el dibujante valenciano explora la relación que mantuvo con su padre a lo largo de su vida. La idea para hacerlo le sobrevino en un momento clave, donde coincidieron la muerte de su padre, el nacimiento de su primera hija y la conclusión de una de sus mejores obras: ‘Los surcos del azar’. El desencadenante de la obra es un chalet que su progenitor construyó poco a poco y que se convirtió en el centro de la vida familiar. Mi encuentro con Paco Roca tuvo lugar un lunes de febrero en el Excel.lent Café de Valencia, mientras Nacho Marín tomaba fotos para la entrevista y un grupo de estudiantes, aposentados en la mesa contigua, bullangueaban sin control e invadían nuestra conversación con gritos de jolgorio inapelable, de los que solo nos aislaba un curioso mueble, atravesado de arriba abajo por un mozo perchero. En verdad, escaso parapeto para tan ruidosa algarabía.
Paco, casi al mismo tiempo, dos dibujantes valencianos, Daniel Torres y tú, habéis publicado sendos trabajos que comparten el mismo título: ‘La casa’. Aunque los contenidos son distintos, ¿es simple casualidad o conocíais de antemano vuestros respectivos proyectos?
Es una pura casualidad ¡y de las grandes!, porque coincidimos dos dibujantes valencianos, que publican en el mismo mes sus trabajos y los dos se llaman ‘La casa’. Cuando me enteré de la circunstancia, era tarde para cambiar, porque la campaña de promoción estaba ya en marcha y, además, no se me ocurría ningún título mejor. Los otros que pensé eran demasiado pretenciosos.
¿POR QUÉ ‘LA CASA’?
¿Cómo surge la idea de escribir y dibujar ‘La casa’?
Nunca he acabado un cómic y me he planteado qué iba a hacer a continuación, porque siempre tengo nuevas ideas planificadas. De hecho ya tenía tres proyectos pensados, pero ‘La casa’ era una historia emocional y sentí la necesidad de abordarlo enseguida. Podía haberlo dibujado algunos años después, pero pensé que tan tarde ya no me apetecería llevarlo a cabo o que, incluso, habría perdido sentido hacerlo. Todo se precipitó porque en poco tiempo ocurrieron dos cosas muy importantes en mi vida: el nacimiento de mi hija y la muerte de mi padre. ‘La casa’ me ofrecía la posibilidad de poner en orden mis sentimientos. Todo estaba muy vivo todavía y, sin duda, era el momento adecuado.
Por lo tanto, ¿tiene un componente terapéutico?
Sí, por supuesto. Creo que hacer algo creativo siempre conlleva un componente de terapia en mayor o menor grado. Con ‘Los surcos del azar’ traté de poner en orden mi mente con respecto a la memoria histórica y analizar mi propia perspectiva política. En ‘La casa’ es mucho más evidente lo que pretendía.
Para dibujar el álbum tuviste que vivir en la casa durante un tiempo.
En efecto, pero eso no suponía ningún sacrificio. Llevaba abandonada cerca de un año y medio desde que mi padre murió. Habían entrado alguna vez a robar y poco más. Pensé que, como en todas mis historias, también me tenía que documentar y sin duda el mejor sitio era aquel. Hace año y medio escribí allí el guión, luego lo dibujé en mi estudio y este último verano regresé para completarlo. Para mí fue muy importante pasar un tiempo entre sus paredes y explorar mis sentimientos dentro de mi propio territorio. Cualquier cosa que necesitase para el álbum estaba a mi alcance y resultaba sencillo localizarla.
PACO ROCA: SU PADRE Y SU FAMILIA
Con ‘La casa’ has revivido la relación con tu padre, algo que conlleva una enorme carga afectiva, ¿te ha resultado sencillo reencontrarte con tu pasado familiar? ¿Has tenido que establecer alguna barrera para tomar distancia y narrar?
En cierta manera ese reencuentro lo he buscado yo. He tratado de ser muy sincero con todo. A la hora de narrar, lo que importa es tener algo que contar y ver cómo vas a hacerlo. En este caso se trataba de la muerte de mi padre. La muerte ocupa un lugar muy importante en la vida de todas las personas. Tú albergas una serie de sentimientos y, en lugar de diluirlos, te enfrentas a ellos de este modo, sin complejos: esto es lo que siento y esto es lo que voy a contar. Por un lado plantas cara a la rabia de perder a un ser querido y, por otro, sabes que no hay alternativa. Necesitaba poner en orden todas esas cosas, no rehuirlas. Y tampoco hay que olvidar que, aparcando el aspecto terapéutico, como autor era un buen reto ver cómo sacas fuera todo lo que llevas dentro.
Si repasamos tu trayectoria, podemos observar cómo ha evolucionado el cómic, una herramienta narrativa apta para caminar por territorios muy diversos: histórico, aventuras, erótico, intimista, sentimental…
Sí, es lo que tiene este género, a estas alturas es evidente que el cómic puede hablar de todo. A pesar de que antes la industria trazaba un solo camino a seguir, muchos hemos pensado así siempre y nos dábamos cuenta de que podíamos tratar cualquier tema. Solo había que atreverse y conseguir que existiera un mercado para ello. Hace años, los cómics podían comprarse exclusivamente en tiendas especializadas, muchos lectores eran aficionados a determinados géneros y, como la demanda era muy limitada, resultaba arriesgado dibujar historias de este tipo. Pero hoy la situación ha cambiado, el mercado se ha abierto y puedes encontrar cómics en los kioscos y en librerías de barrio lo que nos permite plantear apuestas más atrevidas. De todos modos, creo que todavía quedan muchos territorios por explorar, como por ejemplo el del periodismo dentro del apartado de la no ficción.
¿Es el lector quien ha madurado para permitir la existencia de esas apuestas más atrevidas?
No, el lector lo que ha hecho ha sido darle una oportunidad a los autores que son los que realmente han madurado. Estos cómics antes no funcionaban porque la mayoría se hacía para el extranjero, aunque también había quienes trabajaban para el mercado nacional. Los autores hemos apostado por el público español y hemos esperado su respuesta. Y lo hemos hecho con absoluta libertad, porque el autor que dibuja para el extranjero ya sabe cómo ha de ser ese cómic, mientras que cuando lo hace para España se deja llevar por lo que le surge, porque sabe que el público español lo va a comprender ya que ambos, dibujantes y lectores, vivimos la misma realidad actual y, si a nosotros nos interesa un tema, a ellos también. Ignoramos cómo van a funcionar estas historias en el extranjero, pero nuestro público es el de aquí. Fuera la cosa marchará bien si hay lectores que sienten curiosidad por ver cuáles son las preocupaciones de las personas de otros países, en este caso del nuestro.
Regresemos a ‘La casa’, ¿por qué has escogido el formato horizontal con tapa dura, tipo ‘Hazañas Bélicas’?
En primer lugar, es importante el tema de la pereza. Cuando ya tengo el guión hecho, no pienso ni en viñetas, ni en páginas, solo en la historia. Pero, al abocetarlo, hay cosas que te nacen de modo espontáneo y eso me agobia porque creo que me repito y que ya he utilizado antes ciertos recursos. Esa pereza cambia o se pierde al pasar del formato vertical al horizontal y eso me motiva mucho, porque me obliga a explorar de nuevo la técnica y el lenguaje del cómic y a no dar nada por asumido. En ‘La casa’ escogí el horizontal porque le iba bien a la historia, ya que aporta una serenidad de la que el vertical carece. Los silencios, por ejemplo, funcionan muy bien en este formato. Y en segundo lugar, como tú señalabas en la pregunta, el formato horizontal presenta un puntito de nostalgia para el lector habitual de cómics, ya que le recuerda los tebeos de ‘El capitán Trueno’, ‘Hazañas bélicas’, ‘El Guerrero del Antifaz’ o ‘Roberto, Alcázar y Pedrín’.
Aunque este no era el objetivo, el álbum tiene algo de mirada de época, de retrato de una generación, ¿no?
En cierta manera sí, aunque no entro demasiado en ello porque me interesaba más la relación padre-hijo. Pero sí está presente como telón de fondo esa generación de la postguerra, que surgió de la nada y prosperó hasta conseguir una segunda vivienda, algo muy curioso, porque se trataba de una clase media-baja que, con mucha austeridad, alcanzó cotas que solo poseía una elite. Desde luego lo consiguió a su manera, de un modo un poco cutre, pero gozó de una prosperidad que la nuestra no va a alcanzar nunca. También me interesaba mostrar la educación de los hombres de aquella época, hombres que no mostraban su cariño. Yo no recuerdo ningún abrazo de mi padre, ni ningún halago hacia mí. Sé que me quería, pero no me lo demostraba ostensiblemente. Aquella generación suya estaba un poco castrada para enseñar sus sentimientos. Recuerdo que cuando murió mi abuela, no vi a mi padre llorar ni nada parecido, actuó con mucha frialdad, se mantuvo completamente entero y a mí eso me llamaba la atención, porque si se me hubiera muerto mi madre, yo habría llorado mucho. Todos estos aspectos me apetecía contarlos también en el sentido de que su generación nunca protagonizó gestas históricas. Ellos carecían de los traumas de la guerra, eran hijos del franquismo, de acuerdo con el dictador o no, y habían crecido de ese modo. Eran así y basta.
En ‘La casa’ hay mucho desnudo personal y no solo tuyo, ¿qué piensa tu entorno familiar, tus hermanos, de tu trabajo?
Era importante introducir la ficción en ‘La casa’, no solo por lo que hubieran pensado ellos después, sino porque si no lo hacía así no podría hablar y me hubiera autocensurado. De este modo me liberé de lo que pudieran pensar, aunque tenía mis dudas. Mis hermanos no controlan el mundo del cómic, me leen a mí y poco más. En ocasiones les envío alguna reseña o alguna entrevista que me hacen y, como ven que se trata de ellos, piensan que es un regalo que les he hecho. Se sorprenden mucho cuando los citan al hablar de nuestra historia y de nuestro viejo chalet, porque estaban convencidos de que era algo que no podía interesar a la gente.
Como segunda vivienda, una casa donde se guardan muchos de los utensilios que no se usan ya en la primera, ¿tiene algo de museo del recuerdo?
Sí, claro, y más este tipo de chaletitos a los que iban a parar todos los trastos. Mientras quedase espacio no se tiraba nada. En la casa de mis padres están los recuerdos de toda una vida. Ahora que soy padre veo las cosas de otro modo, comprendo mejor a mi padre y ya me planteo no tirar ciertas cosas, como por ejemplo, el primer chupete de mi hija mayor. Más que por utilidad, guardamos las cosas por emotividad, porque los objetos en sí mismo contienen una parte de nuestra existencia. Eso aún se nota más, como fue nuestro caso, cuando los hijos se marchan de casa, aparecen poco por allí y los padres se quedan solos. Desde luego, esta historia hace unos años la hubiera contado de un modo distinto.
PACO ROCA, AUTOR-LECTOR DE CÓMICS
¿En tus trabajos percibes la presencia de la obra de otros dibujantes?
Claro que sí y con esto hay que tener cuidado o, al menos, replantearte las cosas cada día. En ‘Arrugas’, por ejemplo, cuando Emilio llega a su residencia, lo dibujé con una maleta. Al pasarlo a la película, Ignacio se la cambió por un modelo más actual, más real. Entonces me di cuenta de que le había colocado una maleta de Mortadelo y Filemón. Me dio mucha vergüenza y me pregunté cómo me había ocurrido eso. Muchas veces los dibujantes tenemos ya una iconografía grabada en la cabeza y eso te traiciona, unas veces para bien y otras para mal. Son tics que uno arrastra y que yo trato de suprimir si los veo inadecuados.
Como lector de cómic, ¿disfrutas viendo lo que hacen otros autores o estás tan pendiente de descubrir sus carpinterías y sus estructuras internas, que no te da tiempo a hacerlo?
Sí, eso me ocurre con todo en general, me cuesta mucho disfrutar con las cosas ahora. Igual es el precio que he de pagar por vivir de mi profesión. Cuando algo me está gustando mucho no lo disfruto, porque me pregunto cómo lo han hecho y, si no me gusta, me planteo cómo podrían mejorarlo. En este sentido, los autores perdemos un poco la capacidad para entrar en la fantasía de otros dibujantes, lo conseguimos a trozos y no siempre. Estamos dentro de la estructura y nos perdemos la superficie.
Actualmente diriges la versión animada de ‘Memorias de un hombre en pijama’, ¿hay mucha diferencia entre la concepción de un cómic y la dirección cinematográfica?
Estoy habituado a trabajar solo y la verdad es que soy muy inseguro y dudo continuamente de lo que hago, porque cuando trabajas en soledad no puedes más que confiar en ti mismo. Aunque en ocasiones pides el parecer de otras personas, las decisiones finales son tuyas y te guías por tu instinto. En una película es diferente, porque como director solo en ocasiones impones tu criterio. En el cine interviene mucha gente y, a veces, has de olvidarte de eso y proseguir con tus ideas, aunque luego veas que hay muchos caminos para conseguir el objetivo y asumas que todos son igual de buenos y de malos. De todos modos, es interesante trabajar con más personas, porque descubres otros puntos de vista y otras formas de enfocar una narración. Cuando estás en el medio cinematográfico te das cuenta de la gran cantidad de detalles que se te escapan y has de dejarte aconsejar por la gente que sabe del medio. Aprendes mucho, sin duda, pero alguien ha de imponer su criterio al final, para que nadie se salga de los parámetros que tú has trazado de antemano.
Terminamos por hoy. Guionista, dibujante, director de cine… ¿Algún día te veremos escribir una novela?
Hoy mismo he recibido la propuesta de una editorial para escribir una, pero no creo que la escriba nunca. No me veo, me parece que es mear fuera del tiesto. No soy buen guionista ni tampoco buen dibujante, pero creo que me defiendo bien haciendo ambas cosas a la vez. Escribir una novela requiere manejar con soltura el oficio de escritor. Tal vez sería capaz de adaptar un cómic a una novela, pero no podría hacer una novela partiendo de cero porque no poseo los conocimientos suficientes para escribir algo sin tener su imagen al lado. Es cierto que la idea me ha tentado alguna vez, porque el cómic en ocasiones me aburre, ya que cuentas la misma historia cinco veces: cuando haces el guión; cuando la dibujas a lápiz; cuando la entintas; cuando la coloreas; y cuando la repasas. Sé que un escritor corrige sus historias con frecuencia, pero la escribe una sola vez. Quizá sí me atrevería con el guión para una película, pero nada más.
|