Nada mejor que terminar el año atendiendo a una de las obras pictóricas más sublimes a que mi retina ha tenido acceso: me refiero, sin duda, a los cuadros de la fascinante pintora siciliana Amelia Galli, más conocida como SCIPONA, quien a sutiles golpes de pincel obra envolventes emburujamientos pictóricos de una arrebatadora plasticidad, generando, al tiempo, unas atmósferas tan inquietantes como atrayentes.
Son auténticas metáforas visionarias las que materializa sobre el lienzo Scipona. Sinestesias subyugadoras. Pinta el ruido, no en vano. Su sensibilidad general, cuando se centra en el sonido, la reverberación que este provoca en su alma queda patentizada cromático-oleosamente para fruición del presto a afrontar tamaña ingeniería estético-pictórica. Nos deja, por tanto, Galli, ver el ruido, eso sí, tamizado por el filtro de su inconmensurable temperamento creativo.
Y todo en el marco de unos parajes entre davincianos y extraterrestres; de hecho, sus personajes son humanoides, asimismo extraños e inquietantes, como el entorno en que se mueven. Las miradas de estos parecen desconfiadas e infunden desasosiego al espectador, que transita visualmente por un piso ajedrezado sin saber qué estrategia seguir allende la de abandonarse al placer contemplativo del conjunto.
Tal cosa es lo que, en puridad, hace Scipona: abandonarse a sus impulsos e intuiciones sin cogitar demasiado lo que pinta. Ya vendrán las interpretaciones a posteriori. Y ahí radica, precisamente, la autenticidad de esta pintora y, por ende, la de su obra: en dejar aflorar de lo más arcano de su alma todo aquello que, consciente o subconscientemente, ha aprehendido su siempre vivaz capacidad perceptiva.
Anduvo unos años por Madrid nuestra pintora, y, lamentablemente, esta ciudad la dejó regresar a sus raíces sin patrimonializarla, lo cual es una pena… o quizá no, pues muchos de los paisajes, tan idiosincrásicos de ella, que habitúa a mostrarnos, están muy cercanos a aquellos que jalonan su cotidianidad allá por la Sicilia más agrestemente paisajística.
Reencontrarme con la obra de Scipona siempre provoca en mí una honda conmoción, máxime habiendo tenido la ocasión de conocerla en persona, lo que me hace poder afirmar taxativamente que es la artista más auténtica y con unas premisas más hondas y fascinantes que he podido conocer.
|