Nunca habíamos conocido en Valladolid un alcalde menos sensible a la realidad, con mayor dejadez y más distante con la ciudadanía que el alcalde actual. Muchos hablan de hipocresía: fue dos días en bicicleta y no se baja del coche oficial. En apenas unos meses, Valladolid empieza a adoptar un color grisáceo, como otras ciudades donde se dedican a 'jugar' a políticos de color socialista, podemita o comunista; eso sí, estos dos últimos avergonzados del nombre de su formación política y de lo que representa: la prueba es que concurren bajo nombres que desorientan a la ciudadanía. ¿Y saben el porqué de tal vulgaridad? Pues porque el ciudadano de a pie sabe que lo que toca el comunismo lo funde; el propio nombre de “comunista” recopila odio, muerte, represión y persecución. Solía decir Tao Te King que el gran camino de la política es llano, pero la mala gente y el mal político ama los senderos. Precisamente, en los senderos comienza la corrupción. No es por casualidad eso de acudir a unas elecciones con nombre retorcido; claro que, mientras unos dicen eso de “Valladolid toma la palabra”, otros estamos convencidos de que deberían haber dicho: “Valladolid se tumba a la bartola”.
Actualmente en ‘Pucela’ siguen intentando gestionar lo que no saben. Tienen la suerte de haber cogido un Ayuntamiento con una herencia magistral en todos los sentidos. Francisco Javier León de la Riva y todo su equipo consiguieron conformar un proyecto que durante veinte años ilusionó a la ciudadanía. No sé si se puede llamar equipo a lo que tiene el tal Puente: los comunistas le tienen cogido por las criadillas y no se ven resultados en la ciudad. Y los podemitas, presentados a las elecciones bajo un nombre que solo ellos recuerdan, nunca saben ni contestan; están agazapados, escondidos, sin capacidad de reacción y huérfanos de gestión. Han formado un Gobierno de perdedores y Valladolid empieza a pagarlo.
Los diversos proyectos de mejora y modernización de la ciudad pucelana están parados, otros olvidados y muchos destrozados. Lo último y más llamativo ha sido la actitud burda del tal Puente ante el posible cierre de Lactalis (Lauki). No se le ocurre otra barbaridad al regidor que amenazar a la empresa y decir que si cierra instará a la ciudad a no consumir productos de Lactalis. ¿Se puede ser más mediocre y torpe? Debe de pensar que la ciudadanía va a hacer caso de semejante estupidez, cuando nadie cree en ese Gobierno de burdos predicadores, donde el alcalde es un ‘correveidile’ del teniente de alcalde: comunista y acomplejado de utilizar el sustantivo en la candidatura. Por si alguien no lo sabía o lo dudaba, por ahí empieza a desintegrarse el PSOE a la española, donde la “O” se cayó hace tiempo.
Hemos pasado de comprobar cómo el equipo de gobierno anterior trabajaba sin desmayo, traía proyectos a la ciudad, gestionaba con acierto, se concertaba con las empresas,… a ver un equipo de gobierno deslavazado, sin rumbo común, más preocupado de sueldos y dietas que de trabajar. ¡Qué pena que las ciudades que inician un camino de progreso y prosperidad acaben cayendo en manos de ambiciosos ilusos y acaben pagando los ciudadanos! Por cierto, la RAE aconseja utilizar el genérico; eso de “ciudadanos y ciudadanas”, tan propio de la izquierda en sus discursos, es una memez de grueso calibre. Y lo de utilizar la arroba para femenino y masculino sobrepasa con creces la catalogación de memez; prefiero no catalogarlo, aunque me río sobremanera.
Aunque alguien pueda pensar que es crítica fácil, no tiene más que acercarse a Valladolid. En un años estará para llevarse las manos a la cabeza por esa mala gestión denunciada y la paralización que observamos; en la línea de Cádiz con el ‘Kichi’; Santiago de Compostela con los representantes de la desconcertada y aturdida ‘marea’; Madrid con decenas de ‘carmenadas’, mediocridades de la ‘asaltacapillas’ (Mestre), chistes negros de Zapata o títeres proetarras; Valencia con sus historias de Celestina y odio a cuanto rodea al Ayuntamiento, etc.
Estos emergentes nunca se han parado a pensar que el trabajo endulza la vida, pero es verdad que no a todo el mundo le gustan los dulces ni el trabajo.
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