Por iniciativa de la ministra de Derechos Sociales, el Gobierno de España, su presidente y diputados, han aprobado la ley que encabeza este trabajo por la cual se les dotan a los animales, domésticos o salvajes de una extensa sarta de privilegios que ya la quisieran para sí los seres humanos por nacer: fetos o nasciturus (el que está por nacer). Con ella se conseguirá acabar en España con la crueldad y maltrato de los animales.
Entiendo que cuando nuestro “ínclito” Presidente creó este Ministerio lo hizo pensando en los Derechos Sociales de los seres humanos, es decir, de las personas, no de los animales y/o bestias irracionales. Admitir que los bichos son equiparables a los seres racionales, y en este caso, superiores, pues tienen más privilegios, es un dislate tal que no tiene punto de comparación y que, en ningún momento de la historia de la Humanidad, ha sido considerado o admitido, sin embargo se les hace acreedores de más protección y cuidado que a las criaturas humanas. Hablo desde el punto de vista de un componente de una sociedad protectora de animales cuya cuota pago religiosamente cada mes. He espigado algunas, no todas, de las prebendas de las que gozarán los seres irracionales, porque, según esta ley, se elevan las penas por maltrato, abandono y sacrificio de animales, cuyo objetivo es garantizar y proteger el bien animal, creando un marco legal común en toda España. Las penas señaladas en el Código Penal se modificarán para endurecer las correspondientes por el maltrato animal, incluyendo castigos de cárcel hasta de 18 meses, y 24, si el ser vivo es un animal vertebrado no doméstico, en cuya categoría entran todo bicho que posea un esqueleto con columna vertebral y cráneo, y fallece debido al maltrato. Matar una lagartija que se pasee entre las plantas de la terraza o una víbora que entre en el jardín, un ratón que deambule por la cocina cae de lleno en esta pena. Sin embargo si, en el corral, tengo veinte gallinas y cuatro gallos, como son animales domésticos, los puedo sacrificar impunemente y celebrar un banquete con mis amigos, matando a los que me plazca. ¿Acaso estos animales no sufren como las lagartijas, las víboras o los ratones? Como el feto no es un animal vertebrado no doméstico, podremos privarlo de la vida impunemente, además de con el beneplácito de las leyes. A pesar de ello, y de que la finalidad de esta es proteger y garantizar el bienestar de todos los animales, sin embargo algunos quedan excluidos de tal protección. Tal es el caso de los dedicados a la experimentación e investigación en el ámbito de la docencia. No deja de ser una paradoja y contradicción que a una rata de laboratorio se la pueda someter a mil experimentos y pruebas, aunque fallezca por los horribles y terribles dolores durante la experimentación, y, sin embargo, si yo mato una que haya entrado en mi casa, para que no me la infeste con sus inmundas crías, como animal animado, vertebrado no doméstico, puedo ser condenado a una pena de prisión que va desde los seis a dieciocho meses, o una multa que abarca de dieciocho a veinticuatro meses. Los fetos son seres animados vertebrados, amén de humanos, (que se lo pregunten a las gestantes si están animados cuando sientes los golpes que dan con los pies en su vientre,) pero, como no tienen la categoría de ser animales, pueden ser exterminados con todos los beneplácitos de la ley. Lo de la tauromaquia (tauromaquia proviene del sustantivo griego: ταῦρος= toro, y del verbo μάχομαι, cuyo significado es matar, luchar, pelear (Telémaco =el que lucha, mata desde lejos) en cuya lucha hombre-toro, hay un ensañamiento indescriptible contra el animal: suerte de varas, banderillas, estoque y finalmente puntilla, hasta el arrastre por las mulillas, no entra dentro de los padecimientos inferidos a los animales, porque es un espectáculo que ya celebraban nuestros ancestros y que, además porque el toreo es un bien inmaterial y patrimonio cultural de España. Sería cosa para reírse, si no fuese tan penoso, ¿“bien inmaterial y patrimonio cultural” hacer sufrir a un animal hasta la muerte”? Son muchos miles de millones de euros y puestos de trabajo los que genera esta sangrienta e inhumana fiesta, por eso se permite el sufrimiento y la muerte del toro. Mejor no hablar de las vaquillas emboladas, los toros de fuego o cuerda, en los que a estos desdichados animales se les acosan con tormentos indescriptibles que finalmente acaban con su muerte. Podría ser de chiste, si no fuese de pena, y diríamos, parodiando lo que Astérix gritaba a su amigo Obélix: “los ministros de este Gobierno con su presidente a la cabeza, están locos”, prefieren matar a un ser humano antes que a un animal, cuya muerte está penada.
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