La guerra derivada de la invasión rusa de Ucrania hace un año está provocando un impacto económico global significativo. Aunque ambos países representan conjuntamente menos del 2% del PIB mundial, se trata de actores clave en el buen funcionamiento del comercio global. El efecto directo más significativo se deriva del papel de Rusia como proveedor de petróleo y gas, especialmente en Europa. Este suministro ha caído un 80% desde el comienzo de la guerra.
"Ante la perspectiva de que hogares y empresas se quedaran sin energía en invierno, los países europeos empezaron a buscar suministros alternativos de gas que encontraron en Oriente Medio y Estados Unidos, pero a un alto coste", explica el economista principal de Atradius Theo Smid. El gas natural licuado (GNL) transportado por mar que ha sustituido al suministro por gasoducto desde Rusia es un sustituto caro. Por eso, aunque los precios del gas en Europa han retrocedido desde que alcanzaran su máximo en 2022, multiplican por cuatro a los de antes de la guerra.
La Unión Europea ha prohibido las importaciones rusas de petróleo y carbón y está reduciendo gradualmente las del gas. En ese contexto, Rusia desviará toda la producción posible a China e India.
En 2023, se prevé que Europa aumente sus importaciones de GNL un 60%. Aunque los países europeos están invirtiendo en infraestructuras como nuevas terminales, sus necesidades exceden la capacidad de exportación disponible en otras partes del mundo y llenar los depósitos de gas antes del próximo invierno supondrá un desafío. "Esperamos que la importante interrupción del suministro de gas procedente de Rusia se mantenga en 2023 y sea solo parcialmente compensada por otros países”, explica la economista de Atradius Dana Bodnar.
La subida de los precios de la energía también aumenta los costes de producción de los alimentos, agravando la escasez de oferta. En conjunto, Rusia y Ucrania representaban antes de la guerra alrededor del 30% de las exportaciones mundiales de trigo, el 20% de las de maíz y cebada y el 13% de las de fertilizantes. Se espera que la escasez de fertilizantes sea una limitación importante para el suministro mundial de alimentos en 2023. Es probable que las cosechas se vean más afectadas en Europa y África.
Además, ambos países suministran importantes materias primas. Rusia es un proveedor clave de níquel, utilizado en la fabricación de baterías. Antes de la guerra, Ucrania producía el 50% del neón refinado del mundo, utilizado en la fabricación de semiconductores. Otro impacto de la guerra es el aumento de los cuellos de botella en la cadena de suministro global. "Partes del Mar Negro y del Mar de Arsov no son transitables y las compañías marítimas han cerrado rutas para evitar el espacio aéreo y los puertos rusos. Este desvío de las rutas de carga aumenta los costes", afirma Theo Smid.
Si la guerra se prolonga, la economía mundial seguirá viéndose sacudida por sus consecuencias directas e indirectas. Europa será la más afectada: las previsiones actuales sugieren que el crecimiento del PIB de la zona euro aumentará un modesto 0,4% en 2023, frente al 2,7% previsto antes de la guerra. Al mismo tiempo, la inflación en la región duplicó su tasa en 2022 frente a las previsiones previas. Aunque este año la inflación se suavizará, se prevé que los precios sigan subiendo casi un 5%. Debido a su proximidad a la zona de guerra y a su anterior dependencia del gas ruso, el impacto en Europa seguirá siendo especialmente significativo, pero ningún país es inmune a las repercusiones económicas del conflicto. "La guerra ha provocado fuertes subidas de los precios de la energía y los alimentos, que han mermado los ingresos personales, reducido la demanda y aumentado los costes de producción tanto en las economías avanzadas como en las emergentes", afirma Dana Bodnar.
|