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Los jueces progres y el rebrote del Sida

No parece que países en los que se hayan aplicado las doctrinas marxistas hayan sido capaces de dar a sus habitantes un nivel de vida que supere a la media de los países llamados capitalistas
Miguel Massanet
domingo, 3 de abril de 2016, 02:55 h (CET)
Quien no se quiera dar cuenta de que, en España, se está produciendo un fenómeno de pérdida de valores, de irreligiosidad, de desprecio hacia la experiencia de los mayores y de manifestaciones de autosuficiencia con evidentes pretensiones de calificar a los sistemas de gobierno tradicionales, incluido el concepto mismo de democracia, como métodos obsoletos, de tipo burgués y atentatorios contra las libertades y los intereses del pueblo llano; acogotado, sometido y privado de una vida mejor a causa de los sistemas “capitalistas” y la subordinación a las economías que, según quienes mantienen estas teorías rebeldes, como en el caso de la libertad de mercados; son las responsables de que el número de personas que viven en la pobreza y la miseria sea mayor mientras muchos “ricos” acaparan partes importante de las riquezas mundiales.

El mismo Julio Anguita en su obra “Conversaciones sobre una III República” habla de lo que llama mantras que se repiten: el mercado, el crecimiento sostenido y la competitividad; llegando a la conclusión de que “más allá del mantra no hay nada, porque el capitalismo ha llegado a todos los extremos del planeta Tierra, no hay más que conquistar… ha crecido tanto que tiene una capacidad productiva instalada que es capaz de generar bienes para diez planetas Tierra, pero no ha diez planetas Tierra para consumir todo lo que puede producir”. No parece que esta aserción sea precisamente un análisis acertado de la realidad, cuando contemplamos que, a pesar de esta supuesta capacidad de saturación de la producción, existen muchas zonas del planeta que no tiene cubiertas sus necesidades y otras en las que no existe el régimen capitalista que, evidentemente, ha sido sustituido por sistemas totalitarios de carácter socialista, comunista, ácratas o simplemente absolutistas y dictatoriales que, no obstante, son capaces de crear las más ingentes bolsas de pobreza, enfermedad y miseria de todo el mundo.

No parece, por muchos que quiera teorizar sobre ello el culto vudú del comunismo español, que países en los que se hayan aplicado las doctrinas marxistas, incluida la propia Rusia soviética, hayan sido capaces de dar a sus habitantes un nivel de vida que supere a la media de los países llamados capitalistas y ello fue, precisamente, el motivo del derrumbe del Muro de Berlín y de la caída del imperio soviético. Creemos que el señor Anguita ha infravalorado la facilidad de los emprendedores, de los empresarios y las grandes empresas industriales de adaptarse a las necesidades de cada momento y a las modas de las distintas naciones, que siempre están evolucionando, que no se limitan a pedir el mismo producto hasta que existe una saturación de los mercados, sino que van cambiando en sus necesidades, buscan nuevos objetivos, precisan de artículos distintos a medida que la humanidad va evolucionando y progresando en busca siempre de otras metas, otras satisfacciones, otras técnicas, otras medicinas y otras ambiciosas utopías. El Mundo no se convertirá nunca en un depósito de artículos obsoletos, sino que siempre mantendrá viva su capacidad de sorprenderse con nuevos experimentos y de soñar en futuras conquistas que sean capaces de impulsar la búsqueda de aventuras en temas inexplorados, y todo ello será fruto de los avances técnicos y del impulso de las mentes privilegiadas que trabajen para ello.

El caso es que, últimamente, el respeto por la Ley, por las normas de convivencia, por los mandatos constitucionales y por la misma democracia y sus valores; ha cedido a favor de lo que se podría definir como la nueva moda de las decisiones asamblearias; la fuerza de las manifestaciones callejeras; los retos de los partidos formados por ácratas, antisistema, faranduleros, revolucionarios y contrarios a las leyes instauradas por la democracia. Todos ellos pretenden derogar el estatus actual, por métodos antidemocráticos, impidiendo su aplicación, oponiéndose violentamente a las acciones de la Justicia y convirtiendo en papel mojado la acción de las instituciones del Estado de Derecho.

Y ello nos permite asistir a sinrazones como ha sido el caso de la decisión de una juez, Roser Aixandri, del juzgado 26 de Barcelona, que se hizo cargo de la denuncia contra la poetisa catalana Dolors Miquel, acusada de insultar a los católicos haciendo befa y burla con su poesía parodiando el Padre Nuestro, con frases tan irreverentes como “Madre nuestra que estáis en el celo , sea santificado vuestro coño” (no seguimos por motivos evidentes), pero el resto de esta sacrílega poesía, de pésimo gusto, sigue manteniendo el mismo tono ofensivo con las creencias de miles de católicos, que se sienten insultados y despreciados por semejante ataque a sus símbolos más sagrados. Sin embargo, para esta juez progre este poema “no constituye escarnio a los sentimientos religiosos por mucho que pueda que disguste a un número no determinado de creyentes” ¿pensaría “su señoría” lo mismo si alguien se hubiera referido a una hija suya con semejante grosería? Seguramente que no, pero ya estamos acostumbrados a las laxas interpretaciones de estos jueces progresistas, que se han acostumbrado a aplicar las leyes según su especial manera de entender la Justicia que, al parecer, nada tiene que ver con la intención del legislador cuando las elaboró y fueron ratificadas por las Cortes de la nación.

Y puestos a valorar el grado de comportamiento de nuestra juventud, de acuerdo con los nuevos valores del relativismo moral que parece que se ha apoderado de una gran parte de los ciudadanos españoles, nos hace referirnos a un tema del que parece que se ha decidido no hablar, quizá porque resulte incómodo y representativo de la permisividad, si no queremos calificarlo de la promoción y valoración que se le viene dando al gremio homosexual, en España, por los representantes de la izquierda amoral y, por supuesto anticlerical, que actualmente vienen marcando lo que es permisible y lo que no en la sociedad española. Resulta ser que, según una noticia publicada en La Vanguardia de Cataluña, contrariamente a lo que se pudiera suponer, cada vez son más los hombres que acuden al hospital del Mar de Barcelona declarando que acaban de mantener elaciones con otros hombres y temen estar en peligro de contagiarse del SIDA. Se sospecha que lo que buscan es que les receten un producto que, según se dice, es bueno para prevenir el contagio de dicha enfermedad, Y es que, señores, esta enfermedad que, como se ha demostrado sobradamente, viene de la práctica de la homosexualidad (se dice que los primeros casos se deben a contactos sexuales con monos) se ha convertido en una epidemia mundial que debemos costear, queramos o no, los que no estamos de acuerdo con este tipo de comportamientos antinaturales.

Sería conveniente que la Administración informara a los cotizantes a la seguridad social del coste que representa para el Estado toda la parafernalia que, en el ámbito sanitario, representa la investigación, los tratamientos, las vacunas, los ingresos hospitalarios y el seguimiento y medicinas utilizadas en atender a estos enfermos. También quisiéramos tener conocimiento de las estadísticas de los contagios a personas, ajenas a la homosexualidad, debidos a la cercanía o el intercambio de fluidos con personas afectadas por la enfermedad. En momentos en los que hay investigaciones urgentes para enfermedades, como el cáncer, que son motivo de la muerte de miles de personas o del corazón o de los pulmones o de los miles de dolencias que todavía esperan que se encuentre remedio para ellas; resulta que, el Estado español, ha de dedicar una parte importante de los impuestos recaudados, para ocuparse de unos señores que, voluntariamente, con todo el derecho legal que se quiera argumentar, practican un tipo de sexo completamente antinatural, muy peligroso para su salud, por una parte de sus cuerpos que es la cloaca por la que se evacuan las heces y que, por tanto, por mucha higiene que se pretenda tener, es evidente que es imposible controlar que determinados fluidos entren en contacto con el miembro y puedan trasmitir la fatídica enfermedad.

O así es como señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos menos que dejar constancia de los peligros que, para la democracia, comportan todos estos partidos cuya permisividad, tanto respecto a la tolerancia con determinados delitos, como en la laxitud en los aspectos morales y éticos, en nombre de las libertades, del culto al cuerpo humano, de las ideas particulares sobre el reparto de la riqueza o de la toma de decisiones de forma asamblearia, se autopromocionan para dirigir España cuando las experiencias de gobiernos formados por semejante sujetos no pueden ser más catastróficas y, en muchas ocasiones, letales para los que intentan volver de nuevo a la democracia.

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