El pasado viernes se dio el pistoletazo de salida a las elecciones del 28-M, pero la realidad es que hace semanas que el ambiente ya se había caldeado ante la proximidad del último domingo de mayo, fecha marcada en rojo por todos los aspirantes a ocupar un puesto en los ayuntamientos o en los parlamentos autonómicos. Hasta ahora los diversos partidos nos han servido una suerte de aperitivo del menú que vamos a tener hasta que los colegios electorales abran sus puertas el próximo 28 de Mayo. Los aparatos de agit-prop de los diversos partidos llevan días trabajándose el terreno para intentar que la noche del 28-M las urnas estén lo más llenas posible con las papeletas con el logo del partido, aunque, cada vez más, esto de poner la enseña del partido tanto en las papeletas como en el nombre de la candidatura a algunos les produce vergüenza e intentan presentarse desmarcándose del partido al que representan y al que, generalmente, deben ser alguien en el mundo de la política.
En este tiempo de preparación de las listas electorales hemos visto de todo, hemos visto como un antiguo alcalde de Barcelona, como Xavier Trias, antiguo convergente, dejaba aparcadas en el cajón del olvido las siglas de JUNTS como si le diera vergüenza mostrar en público el nombre de la formación política en la que milita, y la política que tendrá que hacer si llega a la alcaldía. He visto, en un pueblo cerca de donde vivo, una lista de la vieja Convergencia, ahora Junts, formada totalmente por miembros de una misma familia donde el que vive más cerca de la localidad de la que quiere ser alcalde está domiciliado a 65 kilómetros. Hemos visto pelearse, seguramente por nimiedades y por un sitio de salida en la lista, militantes de partidos que presumen de izquierdistas y de estar al servicio del pueblo. Y todo esto nos pasa porque hay gente que, sin vergüenza alguna, ha hecho de la política su modus vivendi, para muchos una manera fácil de vivir, cuando repaso los nombres de la política, de la gran política encuentro, casi siempre, los mismos, unas veces en el mundo municipal, otras en los parlamentos autonómicos y en el estatal, o en el senado, o, finalmente en el Parlamento Europeo que, para algunos, es un confortable “retiro del guerrero”.
Las soluciones son difíciles. Tal vez lo seria poder votas unas listas abiertas donde cada ciudadano pudiese elegir a los elegibles entre los presentados por partidos diversos evitaría que, en algunos casos, llegaran a la política algunos incompetentes que ahora sólo sirven para calentar los escaños y decir “amén” a todo lo que proponga la dirección del partido al que representa.
El 28-M nos jugamos mucho, nos jugamos el futuro, nos jugamos los derechos ciudadanos que tanto nos ha costado conseguir. Un partido de derecha extrema que nunca ha renegado del franquismo, el PP, y un partido fascista que añora y defiende el franquismo, VOX, no dudarán en unir sus fuerzas para intentar anular los logros que los ciudadanos han ido consiguiendo. La única manera de conseguirlo es acudiendo a votar y votando aunque sea con la nariz tapada porque en más de una ocasión a algunos partidos democráticos todavía les huele el sobaco a miedo a la libertad.
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