El desempleo en África al sur del Sahara se encuentra por encima de su nivel anterior a la pandemia covid-19, como consecuencia del peso de la deuda externa y otras crisis que se superponen y dificultan tanto la creación de empleo como la protección social de la vejez. Imagen: Marcel Crozet / OIT
GINEBRA – Las crisis que se refuerzan mutuamente están afectando de manera desproporcionada a naciones en desarrollo, agravando las disparidades en materia de empleo entre países de altos y bajos ingresos, indica el más reciente reporte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Se prevé que en 2023 el desempleo mundial disminuya a los niveles anteriores a la pandemia covid-19, hasta 191 millones de personas, una tasa global de 5,3 %, pero con los países de bajos ingresos muy atrás en el proceso de recuperación.
La OIT considera que los países de bajos ingresos de África y la región árabe tienen pocas probabilidades de recuperar este año los niveles de empleo anteriores a la pandemia. Se estima que la tasa de desempleo de 2023 para África del Norte se ubicará en 11,2 % (10,9 % en 2019), con 6,3 % para África al sur del Sahara (5,7 % en 2019), y 9,3 % para los Estados árabes (8,7 % en 2019).
Otras regiones han logrado reducir sus tasas de manera sustancial, por debajo de los niveles anteriores a la crisis, y es el caso de América Latina y el Caribe, con un desempleo estimado en 6,7 % frente al ocho por ciento de 2019.
También ocurre en Europa del norte, meridional y occidental, con un estimado de 6,3 % (siete por ciento en 2019) y en Asia central y occidental, cuyo desempleo se calcula en 7,8 % (9,2 % inmediatamente antes de la pandemia).
En América del Norte hay similitud en las cifras de 2019 y 2023, con un desempleo de 3,9 % en 2019 y estimado de cuatro por ciento en 2023.
El informe subraya que los países de bajos ingresos agobiados por la deuda enfrentan una brecha de empleo muy alta, que llega hasta 25 %, frente a 11% en los países en desarrollo con bajo riesgo de sobreendeudamiento.
Esa crisis de deuda exacerba las dificultades encaradas a raíz de la pandemia y avivadas por situaciones como la guerra en Ucrania y otros conflictos armados, las interrupciones en las cadenas de comercio y suministro de alimentos, y la inflación en ese rubro y en los productos energéticos.
Más allá de las tasas de desempleo, un nuevo indicador desarrollado por la OIT, la brecha de empleo, ofrece una medida más exhaustiva de la demanda insatisfecha de empleo, sobre todo en los países en desarrollo. Comprende todas las personas que desearían trabajar pero no tienen un empleo.
Los países de bajos ingresos enfrentan la mayor tasa de brecha de empleo, de un alarmante 21,5 %; en los países de ingresos medios se sitúa en poco más de 11 %, y los países de altos ingresos registran las tasas más bajas, de 8,2 %. Además, las naciones de bajos ingresos constituyen el único grupo de países que ha registrado un incremento a largo plazo de la tasa de brecha de empleo, de 19,1 % en 2005 a 21,5 %.
Para los países en desarrollo, las dificultades financieras y fiscales obstaculizan las respuestas a amenazas complejas como conflictos, catástrofes y crisis económicas que se refuerzan mutuamente (policrisis), agravando la brecha de empleo.
El informe evidencia además carencias significativas en políticas de protección social en los países en desarrollo y aporta nuevas pruebas de que mayores inversiones en este ámbito aportarían beneficios económicos, sociales y del empleo, y reducirían la brecha mundial de empleo.
Se analizan el tema de las pensiones básicas de vejez, en especial en los países de ingresos medios-bajos y de ingresos bajos, donde solo 38,6 % y 23,2 % de los ancianos reciben, respectivamente, una pensión, frente a 77,5 % a nivel mundial.
La introducción de una pensión de ancianidad en los países en desarrollo aumentaría su producto interno bruto (PIB) per cápita en 14,8 % en 10 años, proyecta la OIT.
Además, reduciría la pobreza extrema (porcentaje de personas que viven con menos de 2,15 dólares diarios) en seis puntos porcentuales, una reducción drástica de la tasa actual de 15,5 %.
La financiación de la protección social es difícil, pero no imposible, sostiene el informe. Para los países en desarrollo, el costo anual de las pensiones de vejez al nivel de las líneas de pobreza nacional equivaldría a 1,6 por ciento de su PIB.
El informe, finalmente, destaca la importancia vital de crear un espacio fiscal para las inversiones sociales en los países de bajos ingresos, lo que debe ser considerado con urgencia como parte de la discusión actual sobre la reforma de la arquitectura financiera internacional.
A-E/HM - Fuente: IPS
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