La mitología griega narra el castigo al que fueron sometidos tres de los titanes por desobedecer la omnipotente voluntad del padre de los Dioses, Zeus.
Tántalo, por haber revelado a los hombres y demás dioses menores las conversaciones que había escuchado en el banquete al que había sido invitado por Zeus y robado algo de néctar y ambrosía, bebida exclusiva de los dioses, para invitar a sus amigos, fue condenado por la suma divinidad al castigo reservado para los más malvados, sufrir hambre y sed, sumergido hasta la barbilla en un lago cuya agua, cuando intentaba beberla, descendía hasta la altura de su vientre con lo que nunca podía satisfacer su sed. Al borde del lago habla un espléndido manzano de apetitosas frutas, doradas, relucientes, ya en sazón que, cuando intentaba este infeliz alcanzar alguna de ellas, la rama en la que estaba se elevaba, sin que nunca pudiese alcanzarla. El de Sísifo, cruel en extremo, consistía en que tenía que subir un enorme peñasco a la cima de una montaña. Realizando esfuerzos y derrochando enorme energía lograba llevarlo hasta la cumbre de esta, por mandato de Zeus. Cuando lograba su objetivo, totalmente exhausto y sin fuerzas tenía que repetir la misma acción pues la orden del padre de los dioses era que, al subirla se mantuviese en el culmen de la cima, pero, al caerse, y repetir la acción, el suplicio no tenía fin y duraba por la eternidad. No sabemos cuál sería el peor, si el de los dos anteriores o el de Prometeo hijo de Japeto y Clímenes, por haber robado el fuego sagrado que pertenecía solamente a los dioses para entregárselo a los hombres, fue castigado por Zeus atándole a una columna y enviándole un águila que le desgarraba el hígado que, devorado por esta, se volvía a regenerar con el consiguiente ataque de la siniestra ave. Así en un suplicio eterno, inacabable, atroz, padeciendo dolores indescriptibles. Similitud entre los españoles y estos titanes condenados a padecimientos por la eternidad: al igual que Tántalo, tienen ante la vista toda clase de alimentos con los que poder saciar no solo ya lujos de gourmet, sino lo más básico de la alimentación, pero, de la misma manera que este no puede ni extender la mano para cogernos porque por el precio a que están se le retraen, sin que pueda agarrarlos. Igualmente que Sísifo, tiene remontar todas las dificultades que, cual barrera infranqueable o cuesta empinada se le presentan a lo españoles en forma de alquiler de vivienda, luz, hipoteca, agua, gastos de colegio, alimento (tienen derecho a comer ¿no?) y un largo e interminable etcétera, hacen que, todo esto unido, sea una montaña muy difícil de subir, pero cuando creen que la han superado, la piedra, (los gastos), aparecen de nuevo, con lo que una vida que podría ser sencilla y placentera se torna en un sacrificio extenuante. ¿Dónde dejamos a Prometeo? No, no hace falta irse muy lejos, lo tenemos en la misma casa que habitamos, son los impuestos, las cargas fiscales, las gabelas y todos los gravámenes que soportamos, que cual águila insaciable, desgarran nuestras entrañas, sacándonos hasta el tuétano, cosa que no hacía la de Prometeo. Año tras año se repiten todas las exacciones que soportamos y sufrimos sin remisión. La presión fiscal en España ha llegado a máximos históricos en el pasado 2022, superando el 42% del PIB, por encima del promedio de la UE, que alcanza el 41,7, datos de 2021. Está previsto que para esta 2023 llegue al 42,3& por la introducción de nuevos tributos, o modificación de los existentes. Pero si contamos lo que a cada español le corresponde por la deuda del Estado, pozo negro en el que hemos caído todos los españoles, nos encontraremos con la no agradable noticia de cada españolito, incluidos todos los que están en el Censo (desde recién nacidos a provectos ancianos) debemos la friolera de 32.450 euros, lo que quiere decir que cada españolito, todos incluidos tendría que trabajar para pagar tamaño importe 2,7 años, sin percibir salario. Es una losa que nos aplasta, ya que el Estado ha llegado a endeudarnos a junio de 2023 en la no despreciable cantidad de 1.568.791 M €, que es lo mismo que decir en un 113,11% del PIB, por lo que cada uno debemos 32.450 €. ¿Quiénes terminarán de pagar? Posiblemente nuestros bisnietos. Por ello el suplicio de los titanes comparado con el que padecemos los españoles, es peccata minuta. El empleo de tan astronómica cantidad de dinero, su disfrute y quienes son los que en realidad se aprovechan de ella, merece un estudio aparte.
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