Adagio latino que podemos hispanizar con el significado de que no hay nada nuevo, o no existe nada desconocido bajo el sol, mejor en la tierra, ya que esta no está bajo el sol, sino que lo circunda.
¿Por qué utilizo esa locución? Porque hoy se diatriba contra la juventud a la que se le añaden todos los defectos y carencias posibles: se les acusa de que no respetan a sus superiores, de que se creen autosuficientes y que mandan a paseo desde profesores, maestros y a cualquiera otra autoridad. Consideran que serán capaces de remediar todos los problemas que aquejan a la Humanidad. Maravillosa quimera que creo que la hemos albergado todos en nuestros propósitos durante nuestra adolescencia. ¡Bendita utopía si se sabe controlar y dirigir hacia un fin laudable y digno de encomio! Pero sabemos que también hay un dicho que dice que la adolescencia es une enfermedad que se cura con los años. Solía decir a mis alumnos que quien no es revolucionario a los veinte años y conservador a los cuarenta, no había aprovechado o desperdiciado su vida. Creo que es una verdad incontrovertible. En la adolescencia, con el despertar de las hormonas que soliviantan todos los resortes del cuerpo humano, el joven, que se está asomando a la ventana del mundo y descubre nuevos horizontes, piensa que nadie los ha explorado hasta que él lo haga. Se habla de la insolencia de la Juventud por la forma de tratar a padres, superiores y cualquier otra autoridad. También hay otra expresión, heredada de nuestros mayores, a la cual, cuando se es joven, no se le presta atención, y es: el hombre es el animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pues ni los mismos asnos lo hacen. Por muchas advertencias que padres, maestros y superiores hagan a los adolescentes, muy raro es el que hace caso. Precisamente la palabra adolescente tiene su origen en el Latín, cuyo étimo es adolesco, por lo que adolecens, su participio de presente significa el que crece, el que está creciendo. Más ampliamente el que se abre a nuevos espacios, por ello, estos, con las fuerzas y vigor que da la juventud, se consideran capaces de acometer acciones y empresas que nadie haya puesto en práctica. Actitud muy loable, pero es, sin embargo, el periodo en el que se cometen los mayores disparates y se llevan a cabo los más grandes desaguisados y desatinos. Uno de ellos, quizá el más importante de todos es considerar que sus mayores nunca han sido adolescentes. Por ello, el joven tropieza en la misma piedra, y cae en la que lo hicieron sus predecesores. Respecto a la juventud de hoy se da, como decían los griegos, un oxímoron, o contradictio en terminis, según los latinos. Se dice que es la juventud mejor formada e instruida, al mismo tiempo que se diatriba contra ella y se la incrimina de que son unos “viva la virgen” a quienes todo les da lo mismo y que no se interesan por nada importante, vamos, ser unos “pasotas”, en la jerga juvenil. A continuación citaré unas palabras, cuyo autor no desvelaré hasta el final de este escrito, en las que se demuestra que nil novum sub sole, como digo al principio de este escrito.
“La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros”. Y aunque a nadie le sorprenderá escuchar esto sobre nuestra juventud, la cita corresponde a Sócrates. Es decir, hace 2.500 años que se dijo esto y seguimos en las mismas. La juventud de ahora no es la peor, es una etiqueta que nunca ha cambiado de dueño.
Lo de ponerse de pie, cuando entran los mayores se debe a que en aquel entonces, y hasta hace no muchos años, los que tenían más edad, deberían de ser respetados, y uno de los signos era ponerse de pie, cuando algún mayor se hacía presente. Vamos, lo que a mi me enseñaron mis profesores y maestros que, si alguna persona mayor se presentaba en la clase, deberíamos todos ponernos en pie, en señal de respeto.
Había una frase que nos repetían en las clases de la urbanidad o cortesía, que a mi generación nos enseñaron y era: “Respetar a los mayores en edad, saber y gobierno”.
La Urbanidad y la Cortesía hace tiempo que pasaron a mejor vida, no es que les tocara le lotería y se fueran a vivir a un lugar paradisíaco, es que han dejado de existir.
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