A todos cuando somos pequeños nos enseñan que tenemos que estudiar y sacar buenas notas para el día de mañana, para progresar, para no quedarnos estancados y sobre todo, para encontrar un buen trabajo. Nos esforzamos según nuestras capacidades y llega un día en el que acaba nuestra etapa de adquirir conocimientos y empezamos de verdad a vivir, es decir, a buscar un empleo.
Y puede ser que haya personas que lo tengan más fácil por contactos o por lo que, comúnmente, conocemos como “enchufe”. Otras, que lo conseguirán por su valía, por destacar delante de otros o porque el trabajo estaba hecho a medida para ellos.
Y por fin, llega el momento en el que uno consigue ese ansiado trabajo, ya sea mejor o peor pero con ello, viene un sueldo y una estabilidad. Pasan los años y ese empleo te permite la posibilidad de afianzarte con respecto a una casa o alquiler y poder vivir holgadamente, a poder ser libre y llevar una vida sin depender de nadie. Uno está completo, está satisfecho y sobre todo, realizado.
Pero puede ocurrir que todo eso que uno tenía, desaparezca por completo, se esfume de la noche a la mañana en algunos casos, o en otros, que tengan al menos el detalle de avisarte para que el palo no sea tan grande, pero en ambas situaciones, uno se dice a sí mismo “Me han despedido, ¿y ahora qué?”.
Las sensaciones que uno puede tener son devastadoras, porque de tener todo, de repente pasas a tener nada. De contar con una rutina, pasas a tener demasiado tiempo libre para pensar. Las emociones de rabia, de furia y de decepción se mezclan en la cabeza. Aparece el miedo ante el cambio tan drástico que acaba de suceder. Y es que puede ser que estemos acostumbrados a ver los despidos de los demás como algo natural y sin importancia, pero hasta que no nos toca, no sabemos realmente lo que supone porque cuando ya has amueblado tu vida y llevas varios años y por las razones que sean prescinden de ti, de repente, todo se viene abajo. Comienzas a pensar que pasará a partir de ahora, cómo saldrás adelante o cómo la edad va a influir para insertase de nuevo en el mercado laboral.
Y es que, es completamente normal sentirse dolido y frustrado, es lógico caer en la tristeza durante un tiempo porque ante las pérdidas siempre hay un duelo. Y cada duelo a pesar de contar con patrones similares, es diferente en cuanto a ritmos y fases.
El despido es una pérdida como pueda ser un fallecimiento o un divorcio y habrá casos en los que existan ciertas situaciones que nos preparen para ello, pero a pesar de eso, siempre existirá el dolor. Y cada persona lo vivirá de una manera diferente porque no todos somos iguales con respecto a demostrar los sentimientos. Puede ser que rechacemos por completo la empresa en la que estábamos trabajando y no sólo ya eso, sino a todas las personas que se quedan en ella por el recuerdo que nos genera. Puede ser que, para otros, suponga una liberación el salir de ese lugar porque uno ya se encontrara estancado. Puede ocurrir, que surjan ideas diversas sobre haber actuado de otro modo con algunos compañeros, de haber sabido que el despido iba a producirse. Pero de un modo u otro, hay que seguir adelante, hay que luchar por superar las pérdidas, ya sean laborales o de cualquier otra índole.
La vida tiene muchas situaciones en las que perderemos de forma repentina, en las que nos cambie el camino que teníamos marcado y eso dolerá, nos transformará, pero aún así, siempre hay que intentar sacar algo bueno de las malas situaciones. En un primer momento, es normal caernos y sentirnos mal. Es válido llorar y sentir tristeza, pero pasado un tiempo es necesario volver a creer en uno mismo. Pasito a pasito, porque no importa el tiempo que necesitemos ya que el objetivo es que la experiencia del despido se quede en un recuerdo y que la vida avance hacia algún lugar. No hay que quedarse estancado elucubrando malas situaciones ante el futuro. Y es que cuesta, claro que cuesta sobreponerse a las pérdidas y encima a algo tan importante como es el trabajo, ya que esto es el motor de nuestra vida y es lo que nos permite ser libres. Tener trabajo nos da valor y reconocimiento, y por eso no estamos preparados para estar “parados”.
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