La fascinación que Napoleón Bonaparte ejerce sobre los historiógrafos contagió al cineasta Ridley Scott, cuyos errores y omisiones historiográficas resultan intrascendentes ante el placer que produce ver cobrar vida a personajes tan intensos recreando un gran momento en la historia universal.
La vi en el aniversario de la batalla de Bezerina, 26 de noviembre, y en la víspera de la huida de la familia real portuguesa a Brasil, el 27 de noviembre de 1807. Ambos episodios no aparecen en el filme, pero creo que es el entusiasmo que generó la película lo que me hizo notar estas omisiones, y quedarme con las ganas de ver cómo la hubiera presentado Scott.
Un matiz humorístico a la narración fílmica la hubiera dado Fernando VII, el rey español que se sentía tan cómodo como rehén de Bonaparte en Bayona, que denunció ante sus secuestradores franceses un plan británico para liberarlo.
Diez mil kilómetros al suroeste, esta comedia tendría derivaciones igual de absurdas.
A principios de 1811, en nombre de Fernando VII, Buenos Aires decidió enviar a Manuel Belgrano para someter a los "agentes de Napoleón Bonaparte" que resistían en Paraguay.
En Paraguay ejercía el poder el gobernador Velasco nombrado directamente por el rey Carlos IV, a quien su propio hijo Fernando arrebató la corona, motín popular en las calles de Madrid de por medio.
Los ingleses estaban entonces más interesados por el regreso de Fernando VII al trono que el mismo rey secuestrado, y esos intereses resultaban compatibles con los de Buenos Aires.
Tanto Carlos IV como Fernando VII abdicaron al trono de España en favor de José Bonaparte, en 1808, sin mayor pesar y con pocas ganas de volver.
Durante sus vacaciones como huésped de Bonaparte, a falta de trabajo, Fernando VII dedicó su tiempo ocioso a felicitar al emperador de los franceses por sus victorias militares en España y por haber logrado instalar a su hermano José como rey, además de pedir ser aceptado en adopción o casarse con una noble francesa.
Cuando finalmente volvió, lo hizo obligado por el éxito de un inglés, el Duque de Wellington, que dirigió con éxito la guerra de la independencia española, en tanto sus aliados derrotaban a Bonaparte en Leipzig.
La familia real de Portugal había huído a sus colonias en Brasil pues al igual que los borbones, los braganzas consideraban que hacer la guerra a Napoleón era un asunto para plebeyos.
Ningún aliado en este enredo era del todo leal, pues los ingleses impulsaban en hispanoamérica la insurrección contra España, mientras en la península luchaban junto al pueblo español por expulsar a los franceses, para restaurar a un Rey que estaba muy cómodo secuestrado por enemigos de su país en Francia.
En ausencia de su Rey, los españoles sancionaron una Constitución Liberal que prometía mayor justicia social. Pero Fernando, que había sido capaz de conspirar para derrocar a su propio padre, perseguir a su primer ministro y delatar a los ingleses para “quedar bien”con Napoleón, no tardó en derogar esa Ley Fundamental.
Los mismos diputados que vivaron el regreso del borbón fueron sorprendidos por un golpe militar al más puro estilo del 18 Brumario, el 5 de mayo de 1814.
No terminó allí la aventura, en 1823 hizo regresar a las mismas tropas extranjeras que lo habían secuestrado, esta vez para ayudar a restaurar su absolutismo durante la "década ominosa" .
Para entonces, ya en las colonias españolas Fernando VII había perdido popularidad y después de Waterloo, nadie podía ser acusado como "agente de Napoleón Bonaparte". LAW
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