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Francisco Sánchez, autor de «Vae Victis»: «La historia nunca está acabada, nunca está todo dicho»

Entrevista con motivo de la publicación de la primera novela histórica del escritor valenciano
Eva Fraile Rodríguez
lunes, 4 de diciembre de 2023, 12:10 h (CET)

¿Cuál habría sido el devenir histórico de nuestro país si no hubiera mantenido la posición de neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial? ¿Fue tan neutral como siempre hemos creído? ¿Estuvo España en riesgo de ser invadida por un bando o por el otro? Uno de los aspectos más interesantes de la historia es la cantidad de preguntas que cabe formularse sobre casi cualquier suceso, las cuales no tienen una respuesta cien por cien sólida, pero sí que permiten un ejercicio experimental como es este Vae Victis, la primera novela del escritor valenciano Francisco Sánchez.


Foto Francisco Sánchez


Vae Victis es tu primera novela histórica, ¿cómo te decidiste a incursionar en este género?

Me gusta pensar que yo no elegí escribir Vae Victis. En realidad, sería más correcto, y desde luego más sugerente, decir que la historia me eligió a mí. Esto es totalmente cierto. La idea de hacer una historia alternativa a la España de la Segunda Guerra Mundial vino a mí de golpe, como un destello, sin yo pretenderlo, y me atrapó durante más de una década. Hasta que no la he escrito y publicado, no me ha dejado en paz. Llegó a convertirse en una obsesión y una necesidad.


Por otra parte, me encanta la historia, no sabría decir por qué, pero así es, y creo que no estoy solo en esto. Por alguna razón, es una cuestión que fascina a muchísima gente. Forma parte del ser humano. Saber de dónde venimos, conocer a nuestros ancestros, nuestras raíces culturales, adentrarnos en las luchas y en los problemas de los que nos precedieron, en definitiva, saber cómo llegamos a ser lo que hoy somos. Además, es cierto que la historia nos ayuda a entender el mundo en el que vivimos, pero no es menos cierta la frase inglesa «The pastime of past time», que se podría traducir como «El pasatiempo del tiempo pasado». Es muy divertido.


¿Qué mensaje quieres transmitir con Vae Victis?

Me interesaba, desde el principio, saber qué pasaba realmente en España mientras el resto de Europa estaba siendo arrasada por una guerra descomunal, la más grande y terrorífica que ha vivido la humanidad. Se me hacía difícil pensar en un aislamiento espléndido, en una neutralidad exquisita, como si ese conflicto no fuese con nosotros. Hace muchos años descubrí que los aliados habían planeado la invasión de España en el caso de que esta entrara a formar parte del Eje. A esta operación la llamaron «Operation Backbone». Por otra parte, Alemania también había preparado la toma de Gibraltar. Su operativo recibió el nombre de «Operación Felix». En este caso, el preparativo estaba mucho más detallado. Estaban designados los generales que dirigirían la operación, las divisiones, las piezas de artillería. Todo estaba perfectamente previsto y detallado, incluso la fecha en que cruzarían los Pirineos. El objetivo militar era la toma de Gibraltar, pero esto no dejaba de ser una «excusa» perfecta para tomar todo el país sin enfrentarse a ningún ejército, ya que en teoría serían aliados. La realidad es que hubiera sido una ocupación total del territorio. Como ves, todos los bandos estaban muy interesados en que España se decantara por un lado o por el otro. Los aliados estaban más interesados en la neutralidad de España y jugaron todas sus bazas diplomáticas y el estrangulamiento económico del país para conseguirla. Alemania estaba más interesada en una participación activa. Creo que todo esto es muy poco conocido por el público español.


Pero esto es solamente el telón de fondo. En el interior, las cosas tampoco estaban claras. El régimen no estaba consolidado, ni mucho menos, había muchas facciones enfrentadas en posiciones de poder. Dentro del Gobierno de Franco había militares, monárquicos y falangistas, a estos últimos el dictador los despreciaba en secreto, cada facción con sus propios intereses. La guerrilla antifranquista estaba cada vez mejor organizada y suponía una amenaza real al régimen. El pueblo literalmente moría de hambre. Era una situación muy conflictiva e inestable. Entonces, con todo esto en mente, me pregunté: ¿por qué pasaron las cosas como pasaron? ¿Por qué España fue una anomalía histórica? ¿Podía haber ocurrido de otra manera o estaba todo predestinado? ¿Cuál hubiera sido el futuro de España si los acontecimientos hubieran sido distintos? Este es el mensaje que quiero transmitir con Vae Victis, primero intentar mostrar, de la manera más fidedigna posible, el escenario, y luego imaginar cursos alternativos de la historia. Como puedes imaginar, se trata de una novela muy dinámica, con diferentes puntos de vista conflictivos y rica en matices.


Tus trabajos anteriores, La socialdemocracia ha muerto. ¿Qué hacemos con el neoliberalismo? y Mafia Salud S. A., tienen un tono bastante contestatario. ¿Mantienes esa premisa en Vae Victis?

Si la imaginación es contestataria, sí, totalmente. No se trata de reivindicar nada más que la libertad del autor para imaginar un pasado diferente. No sé si más deseable o menos deseable. Eso lo tendrá que decidir cada lector.


¿Cuál dirías que es la obra más reivindicativa que has escrito hasta la fecha?

Me resulta difícil contestar a esta pregunta porque cada una de ellas es muy diferente. La Socialdemocracia ha muerto es un ensayo que trata muchos temas. El análisis es sosegado y viene de una reflexión profunda que ha ido calando en mí a lo largo del tiempo. Cuestiona muchos aspectos de nuestra democracia, pero también ofrece nuevas vías, posibles soluciones, mejoras. No es demoledora, sino que intenta construir desde la crítica.


Mafia Salud S.A. es una novela corta muy incisiva, muy caustica, sale de las entrañas, utiliza el humor más satírico para desmontar los argumentos falaces del poder. Creo que cualquiera que lea Mafia Salud S.A. acaba con una sensación bastante aproximada de lo que puede llegar a ser la privatización de un derecho tan elemental como la asistencia sanitaria. No hay elemento constructivo. Se muestra una vía, la de la reivindicación y la lucha en las calles para recuperar derechos, no hay otra.


Por último, Vae Victis reivindica el derecho a volver los ojos a nuestro pasado con una mirada más informada, más íntegra y más comprensiva. Reivindica también el derecho a imaginar el pasado, de la misma manera que tenemos derecho a soñar el futuro. Frente a las limpiezas étnicas que se han dado en nuestro país a lo largo de los siglos, la pureza de sangre, el proyecto imperial, la religión única, la lengua única, y todas esas cosas que nos han «vendido» como verdades eternas, tenemos el derecho a «inventar» otro pasado. Pienso en un pasado más inclusivo y más heterogéneo. En definitiva, más orgánico y abundante. Esa es la reivindicación. Un pasado del que todos nos podamos adueñar. 

Portada Vae Victis 1443x2048 1


Tu novela narra unos hechos ocurridos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y que tienen que ver con el papel de España en la misma. Son unos sucesos muy poco conocidos, y me parece muy interesante que aún queden cosas que no se sepan de un periodo tan tratado como aquel. ¿Es esto posible?

Siempre quedan cosas por descubrir. El pasado nos ofrece sus tesoros conforme nos esforzamos en buscarlos, nunca de golpe. La historia nunca está acabada. Nunca está todo dicho. Es un proceso que siempre está en marcha.


Si nos fijamos, por ejemplo, en la historiografía feminista, veremos que se ha recorrido un largo camino en el que se han descubierto infinidad de cosas a base de buscar en los archivos. Lo mismo podríamos decir de los que han trazado la historia del movimiento obrero. O del relativamente nuevo y excitante campo de la historia de la vida privada en otras épocas, de las emociones y los sentimientos de seres humanos, iguales a nosotros en esencia, pero tan diferentes culturalmente. Es apasionante saber que el pasado es inmenso, inabarcable y caótico mientras que la historia, por definición, siempre es una parte minúscula del mismo. Una parte que exige un esfuerzo de búsqueda, de relación, de adoptar un punto de vista determinado, de darle coherencia a lo que encuentras y narrarlo en consecuencia. Por lo tanto, sí, es posible. Incluso en un acontecimiento relativamente reciente, todavía hay muchas cosas por descubrir. Además, ten en cuenta que, precisamente por ser recientes, algunos secretos de Estado han sido desclasificados hace relativamente poco. Y eso lleva un tiempo de estudio y divulgación hasta que llega al gran público.


¿Sobre qué época te gusta más escribir?

Es mi primera novela histórica, por lo que no puedo compararla con otra. Pero puedo decir que he disfrutado inmensamente escribiéndola. Creo que cuanto más nos alejamos en el tiempo, más necesario será usar la imaginación a la hora de describir lugares, situaciones, personajes. Eso puede resultar un desafío interesante, pero a veces también estresante. Para escribir Vae Victis, me he basado muchísimo en documentos gráficos, tanto fotografías como documentales, películas, vídeos y documentos sonoros originales de la época. Evidentemente, si escribo, por ejemplo, una novela ambientada en la Edad Media, no voy a tener esa riqueza de materiales en los que basarme. Pero no soy un especialista y lo cierto es que me gusta aprender de todos los períodos históricos, incluida la prehistoria, por lo que creo que disfrutaré igual con las próximas.


Hay un debate actualmente en redes, a raíz de una polémica con un conocido escritor, sobre si es posible aprender historia leyendo novela histórica, ¿qué opinión tienes tú sobre este tema?

Hay muchas formas de aprender del pasado. La más elemental y común es leer libros de historia, que, con toda la problemática epistemológica y ontológica que tiene, sigue siendo, para mí, una forma muy lícita. Otras formas serían, por ejemplo, ir a documentos primarios, como testamentos, cartas originales, tratados, etc., pero todo esto, en general, es tarea de investigador. También podemos acudir a libros de la época, obras de arte, etc.  La novela es otra cosa, como obra de ficción que es, puede, y casi me atrevería a decir que debe, introducir elementos que no estuvieron presentes en el pasado. Desde tramas amorosas o sexuales que los escritores muchas veces introducen para hacer la historia más atractiva, hasta cambios en los hechos para ajustarlos a su argumento narrativo. Todo es posible, y todo es lícito, porque, insisto, una novela es una obra de ficción, que no es ni verdad ni mentira, es ficción.


Dicho esto, creo que una buena novela histórica, con una textura que te haga sentir que estás allí, viviendo aquello que te cuentan, puede ayudar mucho a hacerse una idea de cómo pudo ser vivir en aquella época. La novela pone caras a los personajes históricos, los convierte en personas de carne y hueso con las que puedes relacionarte, con sus emociones, sus contradicciones, sus dudas, etc. Un libro de historia no puede hacer eso, ya que por definición ha de ser un análisis más frío, más racional. Nos aporta otro tipo de conocimiento, imprescindible y maravilloso, pero diferente. El conocimiento de la novela se llama imaginación (y aquí cito a Carlos Fuentes), que es lo que nos hace humanos. Creo que, si una novela consigue eso que los críticos ingleses llaman «the suspension of disbelief», la suspensión de la incredulidad, puede aportar muchas cosas que un libro de historia jamás podrá conseguir. En definitiva, yo diría que el libro de historia  y la novela histórica son complementarios.


¿Cómo seríamos hoy si la historia hubiera sido como tú la cuentas? ¿Nos habría ido mejor?

Creo que la consideración de si nos habría ido mejor o peor es algo que cada uno tendrá que preguntarse cuando acabe de leer Vae Victis.


¿Qué proyectos tienes de cara al futuro?

Cada semana se me ocurre una idea para una nueva novela, y no todas históricas. Eso no es muy práctico, porque te pasas la vida desechando ideas, ya que es imposible escribir todo eso. De todas las ideas que he tenido a lo largo de los últimos años, algunas han ido haciendo poso, les he cogido cariño y he llegado a acariciar la posibilidad de escribirlas. En total serán, como mucho, media docena, lo que significa trabajo para muchos muchos años. El priorizar unas sobre otras está más fundamentado en cómo veo yo mi trayectoria como escritor, es decir, en mi capacidad de ir aprendiendo a escribir cada vez mejor, que al interés que me pueda suscitar una historia concreta, ya que todas me resultan muy atractivas.


Dicho esto, me resulta muy embarazoso decir los proyectos concretos, algunos de ellos ya incluso con título definido, porque realmente no sé si llegarán a hacerse realidad, y no quiero crear expectativas. Puedo decir que no será sobre la misma época, eso es seguro. Y también puedo decir que me interesan los acontecimientos que sacuden a las sociedades, porque son transformadores, y porque sacan lo peor y lo mejor de las personas.


¿Qué autores son tus preferidos?

Tengo 59 años. Compré mi primer libro a los 10. Era El lazarillo de Tormes, y recuerdo que me costó 50 pesetas en el quiosco del barrio. Me encantó. Desde entonces ha pasado mucho tiempo y mis gustos no han dejado de cambiar. Podemos hacer un somero repaso por los que más me han influido.


En mi adolescencia y primera juventud, disfruté mucho con la Generación del 27, especialmente con Federico García Lorca, pero también con Luis Cernuda y con Vicente Aleixandre. Me fascinó Residencia en la tierra de Pablo Neruda, y también Juan Ramón Jiménez con su habilidad para captar la esencia de las cosas y descubrir la belleza en la simplicidad. Con todos ellos descubrí la poesía, que es una forma de estar en el mundo y a veces también de no querer estar en él. Poco a poco, la poesía fue dando paso a la narrativa, y recuerdo que me impactaron mucho Tiempo de silencio de Luis Martin-Santos y Señas de identidad de Juan Goytisolo. Después vino el realismo mágico hispanoamericano. De aquella época, recuerdo especialmente Pedro Páramo de Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, del que leí buena parte de sus obras y sobre todo Cien años de soledad y El coronel no tiene quien les escriba. De entre todos los escritores de la Generación Perdida, me enamoré de Steinbeck y de Hemingway. Recuerdo que cuando leí La perla, de Steinbeck, todavía joven, pensé que algún día me gustaría escribir una historia así. Escribiendo alguna escena de Vae Victis pensaba en Steinbeck y trataba de imaginar cómo la hubiera escrito él. Algo parecido me ocurrió con El viejo y el mar de Hemingway. Creo que es la única novela que he leído cuatro veces.


Otro autor que me impactó mucho en su día fue Truman Capote, con A sangre fría.


Más adelante conocí la novela postmoderna y fue toda una revelación. Destacaría Fatherland de Robert Harris, que fue mi mayor inspiración para escribir Vae Victis. También nombraría Waterland de Graham Swift, Wide Sargasso Sea de Jean Rhys, reescritura de la famosa novela de Charlotte Brontë Jane Eyre.


Por último, no quiero dejar de nombrar dos de las novelas que más me han fascinado. Se trata de The Enchantress of Florence, de Salman Rushdie, y El nombre de la rosa, de Umberto Eco. Los he dejado para el final porque a día de hoy creo que son mis dos autores preferidos. 

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