Espero a la entrada de la Casa de América. He llegado antes de tiempo. Desde ahí avisan a la jefa de prensa y me comunican que en breve se acercará. En ese momento entra por la puerta un hombre de aspecto agradable, de tez bronceada y barba blanca perfectamente cortada. Los zapatos limpios y lustrosos, acharolados y cómodos. Hay quien dijo una vez que por sus zapatos los conoceréis. Me presento. Le saludo y le estrecho la mano. Ni muy fuerte ni muy débil, como mandan los cánones del respeto, y acto seguido nos encaminamos a una de las salas cedidas por la Casa de América para la entrevista con el escritor cubano. A mi lado contemplo a un hombre tranquilo pero decidido en sus andares. Uno de los escritores latinoamericanos contemporáneos más laureados de los últimos años. Premio de la Crítica, Premio Nacional de Literatura y Premio Princesa de Asturias de las Letras, entre muchos otros.
Su voz cavernosa, en las presentaciones de rigor, da un toque de profundidad insondable a sus palabras. Su mirada se achina, se pone alerta en el momento en que conecto la grabadora.
En los guiones en los que colaboró de 7 días en la Habana, como en la novela Como polvo en el viento, existe esa concepción del Yuma, es decir la llegada de los norteamericanos con dinero en busca de ocio y disfrute, de coquetear con mujeres guapas y apasionadas ¿No es una idea que puede llegar a ser hiriente y dolorosa en la población cubana? Por supuesto que es hiriente. Es una idea muy extendida que en Cuba existan personas que tengan que vender su cuerpo para sobrevivir. De todas maneras, el fenómeno de la prostitución es un fenómeno universal, no es exclusivo de Cuba. Y Cuba no es en estos momentos un país donde haya una cuestión social grave con respecto a la prostitución.
Mi última novela, que se titula Personas decentes es una historia que se desarrolla sobre todo en el barrio de la prostitución de La Habana, alrededor de una figura histórica que fue un personaje real: Alberto Yarín y Ponce de León. Capo de la prostitución en La Habana en esos años, en una pelea con los proxenetas franceses que dominaban ese negocio. En la novela se hace una reflexión bastante profunda sobre el fenómeno de la prostitución. Qué significa esa condena de la prostituta como persona indecente cuando muchas veces no se mira las razones por las cuales una mujer llega a prostituirse.
Con la crisis de los años 90, reaparece como una opción que tienen algunas personas para poder conseguir cosas materiales muy elementales, hasta poder darle una salida a su vida fuera de Cuba con un matrimonio, es decir como una alternativa. Para definir ese tipo de prostitución por necesidad se le dio un nombre y a aquellas mujeres se las identificaba como jineteras.
En sentido general el extranjero que llega a Cuba, no solamente al que viene con fines de diversión sexual, se le llamaba Yuma originalmente por los norteamericanos por United States. Yuma era un vocablo que se usaba habitualmente para mencionar a los extranjeros. Pero no es que estuviera identificado con la prostitución ni con un turismo sexual.
Sigue siendo una tensión continua la idea de irse o quedarse en Cuba. Usted podría vivir donde deseara, pero sigue viviendo en Cuba, en el barrio donde nació tengo entendido. ¿A qué se debe ese sentimiento nostálgico que le impide a alguien abandonar su tierra? El tema del exilio es algo que yo he trabajado mucho en mi literatura porque es una cuestión que ha sido esencial en la historia cubana desde que los cubanos somos cubanos, desde principios del siglo XIX.
Una de mis novelas que se titula La novela de mi vida, tiene como personaje principal a José María Heredia, el primer poeta cubano, el primero que expresa el sentimiento de pertenencia a una patria cubana y que es el primer exiliado cubano. Desde entonces, el exilio ha estado presente en la historia de Cuba. Y en estos últimos años ha sido un fenómeno que ha ido creciendo al punto de que hoy, en estos momentos, Cuba está viviendo la crisis migratoria más grande de su historia. Han salido casi medio millón de personas en dos años. Porque hay unas condiciones económicas, sociales y políticas que son muy adversas para las personas. Buscan una alternativa de poder hacer su vida en otra parte y deciden irse.
En mi caso particular, quedarme en Cuba ha sido una decisión muy personal y pensada. Permanezco en Cuba primero porque es el lugar al que pertenezco y segundo porque soy un escritor cubano, no soy otra cosa que un escritor cubano y me alimento de esa realidad cubana. Eso hace que tenga un sentido de pertenencia a mi casa, a mi barrio, a mi ciudad, a mi país, muy fuerte porque me debo a ello como escritor. Un escritor depende de su cultura y mi cultura está en ese espacio físico que es la isla donde he vivido, sigo viviendo y trabajando.
Otra constante en sus novelas es la bebida como una especie de refugio para olvidar las frustraciones y los fracasos. ¿Es quizá una forma de ayudar a olvidar la constante presión del régimen castrista para Mario Conde? En el caso de este personaje, de Mario Conde, el tema de la bebida es una conducta social. Una manera de potenciar la relación con sus amigos con encuentros gastronómicos e incluso etílicos. Pero todo es con un sentido muy social, rara vez el personaje de Conde bebe solo, por lo general lo hace en compañía. Y es una manera muy habitual de confraternizar en el mundo y muy habitual en Cuba. Puede que, además, ese tema de la bebida en compañía tenga una connotación de que sea como un remedio para el olvido. Para salir de la dureza de la realidad en Cuba.
En una de sus novelas Adiós Hemingway, Mario Conde realiza una especie de ajuste de cuentas con su vida y con sus ídolos literarios, entre ellos Hemingway acorralado por sus recuerdos y sus remordimientos. Escribió Paul Johnson que Hemingway antes de morir dijo algo así como “Mierda de mentira”, “Mierda de mentira”. ¿Qué cree usted que quiso decir? ¿Tiene algo que ver con su novela? ¿Se refiere a la contradicción en la que cayó el socialismo? Bueno, no hay una relación estricta entre una cosa y la otra. Yo escribo esa novela que se llama Adiós Hemingway, porque utilizo el personaje para resolver diferencias sobre todo políticas y humanas con el personaje de Conde. Hemingway, fue un escritor muy importante en mi formación literaria. Fue mi primer gran modelo. Fue un instructor literario, pero después, con el paso del tiempo, las propias actitudes de Hemingway, de quien fui conociendo su comportamiento con respecto a determinadas personas, a colegas de la profesión, me fueron desgastando un poco esa figura, en principio idolatrada. Yo quería hacer una reflexión, sobre todo de los años finales de Hemingway, donde tiene ya problemas de memoria. Le cuesta trabajo escribir y a veces sucumbe a esa agonía del escritor. Hemingway empieza a visitar la Cuba de los años 30 y en el año 40 se va a vivir a Cuba hasta el año 60, en un lugar maravilloso, en la Finca Vigía.
Hemingway muere en Estados Unidos, no en Cuba. Tenía problemas de salud muy graves y entre ellos las pérdidas de memoria. Tuvo una primera simpatía con la con la revolución cubana e incluso hay un momento en que se encuentra con Fidel Castro. Aparecen juntos en varias fotos que han recorrido el mundo, pero después nunca hizo ninguna declaración pública con respecto a lo que ocurriría en Cuba. Hubiera sido muy temprano para sospechar nada. Hemingway se suicida en el año 61, es decir, apenas habían pasado dos años de proceso revolucionario. No tuvo ni tan siquiera la oportunidad de conocerlo a fondo. Ni de imaginar cómo iba a derivar ese proceso revolucionario.
¿Cómo y por qué surge la idea de combinar al protagonista de gran parte de sus novelas, Mario Conde, con ser a la vez que policía un escritor frustrado camuflado en la narrativa de la novela? ¿Es una forma de reflejar en la literatura un alter ego? Mario Conde es un personaje con el que tengo mucha relación. Es un hombre de mi generación que ha vivido en Cuba experiencias muy similares a las que he vivido yo, como casi toda la gente de mi generación, que es una generación muy homogénea y que vivió los mismos procesos durante muchos años. Mario Conde me sirve para mirar la realidad cubana y el hecho de que tenga intereses literarios, pues me ayuda a que tenga una percepción mucho más definida de la realidad. Él tiene su biografía y yo tengo la mía. No es precisamente un alter ego, sino que es un personaje que tiene todas estas estas cercanías conmigo. Y con respecto a su ejercicio literario, pues desde una de las primeras novelas que se llama Máscaras, ya aparece un relato escrito por Conde. Después, con el paso del tiempo aparecerán pequeños episodios que también están escritos, tal y como ha hecho ahora en el último libro Personas decentes. Toda la historia que ocurre en 1910 supuestamente está escrita por Conde, es decir, que es él el escritor. Ese aspirante a escritor del principio de mi literatura finalmente está escribiendo y está apareciendo en sus propias novelas como escritor.
¿Es Manuel Vázquez Montalbán uno de sus referentes literarios para la creación de su detective Mario Conde? Manuel Vázquez Montalbán fue una referencia muy especial para mí al descubrir su literatura. En los años ochenta me doy cuenta de que estaba haciendo algo que yo hubiera querido empezar a hacer, que fue escribir una literatura policial de carácter social en lengua española y es lo que comienzo a hacer a partir del año 90. Cuando escribo mi primera novela. La referencia al modelo de Vázquez Montalbán fue fundamental para mí, para encontrar ese camino por el que me he movido desde entonces, escribiendo este tipo de literatura policíaca que tiene un carácter muy de ciudad, muy social.
¿Han sido cancelados de voz, en Cuba, aquellas voces de los diversionistas ideológicos que surgieron en la época de Fidel Castro? ¿Hay en la literatura cubana actual algún autor como Reinaldo Arenas o como Virgilio Piñera, e incluso como Lezama Lima antes de claudicar frente al régimen, antes de ser condenado al ostracismo? ¿O todos han sido silenciados? Si. Si la hay. Yo creo que hay una literatura cubana muy importante y buena que quizá es muy desconocida fuera de Cuba, porque el acceso a los mercados más importantes de la lengua es cada vez más complejo. Hay muchos autores que están escribiendo su obra pero que no se conoce fuera de Cuba. Yo creo que el signo más característico de la literatura cubana es el de interrogación. Una literatura que muestra su inconformidad con ciertos procesos de la realidad y que ha hablado, por ejemplo, de cómo la sociedad cubana se ha estratificado. De problemas que tienen que ver con la propia deconstrucción de la ciudad, como La Habana y las ciudades. Una literatura que habla del deterioro de las ciudades y del tema del exilio. Hay muchas miradas críticas en la literatura cubana lo que ocurre es que tiene muchas dificultades para llegar al mercado.
Y hablo no solamente de autores que viven dentro de Cuba, sino también autores que viven fuera de Cuba, porque no creo que una literatura se pueda definir por parámetros geográficos. Yo creo que se define por parámetros culturales y un escritor cubano que viva en las Islas Baleares o que viva en Canadá, si sigue escribiendo en lengua española, mantiene una relación cultural con Cuba.
Muchas veces desde las instituciones cubanas, años atrás, se negó a los escritores que salían de Cuba. Dejaban de ser ciudadanos y dejaban de ser escritores cubanos. Desaparecían incluso de los diccionarios, pero creo que es importante tener en cuenta que esos escritores siguen siendo escritores cubanos. Su latitud geográfica no impide que sigan perteneciendo a la cultura cubana.
Hubo un momento en que parecía que la apertura y la modernización iba a llegar a Cuba de la mano de Obama, pero parece que la posterior llegada al poder de Trump paralizó todas esas políticas. ¿No hay salida al futuro de Cuba si Estados Unidos no quiere? ¿No hay salida hacia el progreso si el régimen existente no aboga por una democratización? La relación económica de Cuba con los Estados Unidos es imprescindible porque el propio Gobierno cubano, cuando habla del bloqueo norteamericano a Cuba, lo culpa prácticamente de todos los males económicos que tiene el país. Lo cual es un poco triste.
Por supuesto que tener una buena relación económica con los Estados Unidos es importante para cualquier país. Imagínate tú que España no pudiera exportar los productos que exporta a los Estados Unidos ni importar los productos que importa de los Estados Unidos. Sería un desastre para España, para cualquier país, sería un desastre no tener una relación económica fluida con los Estados Unidos. Eso afecta sin duda a la economía cubana porque además es un país que está a noventa millas de la costa de Florida. Es decir que el comercio con Estados Unidos fue muy importante durante toda la historia cubana hasta que comienza ese proceso revolucionario y aparece esta ley de embargo en el año 1962. Por otra parte, se ha demostrado una ineficiencia en cuanto a la capacidad de lograr que el sistema económico funcione y que sea productivo, porque para que haya más aguacate y mango en Cuba, por ponerte un ejemplo, no hace falta una buena relación con los Estados Unidos. Es cuestión de tener unas adecuadas políticas económicas y productivas.
Es cierto que en el periodo de Obama se potenció esa posibilidad de cercanía, de apertura y de establecimiento de relaciones. Muchos norteamericanos visitaron Cuba, y se restablecieron múltiples encuentros culturales, religiosos, deportivos, académicos, etc… Parecía que la situación iba a cambiar, pero después llegó el gobierno de Trump y su principal política fue desmontar las políticas de Obama, entre ellas las nuevas relaciones con Cuba. Por el contrario, lo que hizo fue recrudecer el embargo. Ahora, con Biden no se ha hecho nada. Todo sigue igual.
Para terminar, aludiendo a sus orígenes como periodista, tiene usted la concepción de que las redes sociales terminarán por aniquilar el buen periodismo. Ese periodismo que remueva las conciencias por el que abogaba García Márquez o Antonio Tabucchi. El mundo ha sufrido un proceso profundísimo de transformación. Pasó de la era analógica a la era digital y eso ha significado alteraciones en todos los sectores de la vida. Desde hacer economía hasta hacer política pasando por hacer periodismo. Y por supuesto que no es lo mismo el periodismo que se practicaba hace veinte años en un periódico donde había un jefe de página, un editor, un corrector, etc… que hacer este periodismo en el que cada cual configura el espacio en el que publica sin ninguna intervención que le pueda ayudar a evitar determinados errores o inexactitudes. De todas maneras, creo que la democratización de los espacios es importante. No se puede pretender que solamente los que trabajan en los periódicos tengan opinión, yo creo que eso es importante, que las redes sociales hayan democratizado la opinión, pero a la vez ha devaluado el papel de esa prensa que tenía una un cierto rigor. Hemos ganado en inmediatez y en libertad de expresión, pero hemos perdido en rigor.
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