Cuando somos jóvenes tenemos tendencia a tener bastantes amigos, muchas veces porque el entorno nos los va poniendo en el camino y otras veces, porque tenemos gustos o aficiones parecidas a esas otras personas. Para que una amistad se forje es necesario tener algo en común, es necesario que exista algo que haga que se produzca la unión. Y cuando ese vínculo se forma, contaremos con un amigo, al cual podremos contarle nuestras preocupaciones, pero también reírnos sin parar ante situaciones inesperadas. Un amigo es alguien que nos conoce a la perfección y que, al cual, a través del tiempo, nos hemos abierto ante él y, sobre todo, nos hemos mostrado tal y como somos, sin máscaras y sin apariencias.
Pero el tiempo va pasando y con ello, los años, y esas personas a las que consideramos amigos, cambiarán y tomarán otras rutas, al igual que nosotros. Y podrá suceder que todo aquello que compartíamos ya no exista y ese vínculo que se formó en el pasado ahora desaparezca y lo formemos con otras personas que van surgiendo en el camino. Y quedaremos sorprendidos por la intensidad que podremos sentir ante nuevas amistades que se irán creando de la forma más espontánea que jamás imaginamos.
Y en esas nuevas amistades, pudiera ser que no nos mostremos tal cual somos porque las hemos conocido en la edad adulta. Y los planes serán más comedidos que con aquellos del pasado. Pero de una forma u otra, nos sentiremos arropados porque las amistades son personas que elegimos nosotros, que nos aportan algo y que nos hacen sentirnos plenos. Personas a las que acudimos cuando las necesitamos y con las que podemos hablar abiertamente sin que nos juzguen o en el caso, de que lo hagan, que sea con la intención de abrirnos los ojos o de reconducirnos en situaciones determinadas.
Hay que recordar que la amistad es como el amor porque es necesario cuidarlo todos los días, no hay que mentir ni que alejarse, pero lo más importante es que hay que saber ceder. Los amigos no pueden imponer ni obligarnos a hacer cosas que no queremos. Los amigos deben comprender y sobre todo, aceptar que somos libres y que tenemos la opción de elegir si estar con ellos o compartir nuestro tiempo con otras personas. Porque existen amistades que cuando a todo se les va diciendo que sí son maravillosas, pero en el momento en el que aparece un no, o simplemente, los planes elaborados pudieran ser que se cambian, surge el estallido.
Y una de las peores situaciones es comprobar como cuando uno mismo deja de poner empeño en la amistad, es decir, en proponer planes, en mantener el contacto directo ya sea telefónico o presencial o incluso, en acudir al lugar de residencia del amigo, ese vínculo va perdiendo peso. Y se va viendo como el interés sólo venía de una parte y realmente no era más que eso, una amistad unidireccional donde en el momento en el que la parte que más peso tenía deje de mostrarse cercana, eso desaparecerá. Y eso para la persona que siempre ha estado dando, duele.
No hay que acostumbrarse a que sea siempre otra la persona que mantenga la palabra “amistad” porque pueden existir altibajos, como también sucede en las relaciones de pareja, sí, pero también hay que reponerse y saber que cualquier tipo de relación social supone un esfuerzo. Y que si esos amigos que teníamos desaparecen de nuestra vida porque nosotros hemos dejado de poner interés, es que entonces no era una amistad tan sana y auténtica como pensábamos porque un amigo es mucho más que eso, un amigo es alguien especial que la vida nos ha puesto en el camino. Un amigo es un compañero, también, de vida que no nos va a abandonar aunque las situaciones se pongan difíciles o las cosas cambien porque la amistad puede amoldarse.
Al igual que nosotros no somos estáticos, las amistades tampoco, y eso supone entender que un amigo no es una posesión ni una marioneta pero también, tenemos que reaccionar a tiempo, si vemos, que cuando nosotros no estamos ahí, el grado de unión de la amistad va disminuyendo porque si esto es así una y otra vez, quizá no estemos hablando de amistad sino de interés por la parte contraria y es que la amistad, con el tiempo, si es real sobrevive, pero si sólo prima el interés personal eso acabará destruyendo cualquier tipo de relación cuando la otra persona sea consciente de la situación real y no quedará más que la decepción por parte de la persona que mantenía la unión de forma sincera.
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