Disfrazados de trajes plurales, no debemos fiarnos; las entretelas suelen esconder las confecciones más encorsetadas. Las lenguas habladas hoy en el mundo evolucionan con diferente suerte, están sometidas a variadas vicisitudes. Las investigaciones son apasionantes, porque la riqueza de una lengua va más allá de la gramática, está involucrada con la propia esencia de las personas. Sin embargo, son llamativas las actuaciones MANIPULADORAS de dicha realidad. Para transformarla en pretendidas apropiaciones sectarias injustificadas, malversar sus aplicaciones, descuidando los menesteres adecuados para su conservación e incluso convirtiéndolas en armas políticas.
El sencillo comentario de hoy tendrá también lugar en ese panorama, viene a hurgar en el intento liberador con respecto a las movidas tergiversadoras. Los comienzos de cada idioma son siempre paulatinos, de orígenes incrustados en tiempos lejanos; por lo general, muy ligados a la consolidación de palabras y mixturas de vocablos, basados en los usos compartidos por determinada gente. Sobre dicho cargamento ANCESTRAL es imposible tener atados todos los cabos influyentes, se hunde en ámbitos genéticos, geográficos, de relaciones sociales, en épocas muy amplias. No vayamos a imitar la fatuidad del contertulio que peroraba sobre el euskera en tiempos de Adán y Eva. La dignidad de los interrogantes prevalece.
En las diferentes áreas geográficas o grupos humanos, las lenguas han constituido su entidad en pleno dinamismo relacionado con ese mar de factores influyentes. La relevancia de las oscilaciones sociales es relativa; sus particularidades inciden sobre las estructuras del habla subyacente. Se deslindan dos matices importantes en su EVOLUCIÓN, el uso habitual del común de los ciudadanos y las actitudes de los sectores dirigentes de cada momento. Cuando observamos las transformaciones lingüísticas a través de los siglos, predomina el heterogéneo conjunto del habla popular y no tanto las intervenciones directas de las agrupaciones dirigentes ceñidas al corto plazo de sus intereses.
Desde las épocas remotas a las globalizaciones actuales, las tendencias lingüísticas recorrieron senderos insólitos, no siempre visualizados. La subsistencia más elemental, según la utilización de los recursos disponibles, marca de manera indeleble el sentido de las asociaciones y formas de comunicarse. En ocasiones con mayores facilidades para establecer contactos con otros grupos humanos; como contraste con aquellos recluidos en su comarca. El vitalismo SOCIOLÓGICO se transmitía a la difusión de sus lenguas, sometidas a condicionantes inesperados, comunicaciones, migraciones, catástrofes naturales o misterios. La riqueza implícita en la expresión popular ha brotado siempre con el polimorfismo babélico inquietante.
Una simple observación desde los exteriores es muy demostrativa; aunque la experimentación de las interioridades convivenciales resalta las maravillas de la lengua propia como entidad enriquecida por las vivencias. Y lo es debido a sus rasgos primordiales, en su peculiar manera de centrar las expresiones, concentra las principales características de la gente en esas zonas, como registro de sus rasgos constituyentes en activo. Dicho de otro modo, la cultura REGIONAL se puede referir de muchas formas, pero quizá ninguna como la lengua allí predominante, para perfilar los detalles y sobre todo, las esencias; para perfilar las vivencias de los residentes en esos ámbitos, ceñidos a sus valoraciones individuales y colectivas.
A lo largo de la historia de la península Ibérica se fueron sucediendo variadas influencias sociales y lingüísticas, abocaron a la coincidencia del latín y el árabe. Desde el habla cotidiana de las gentes en cada zona se fraguaron las expresiones nuevas en lenguas romance con sus peculiaridades. Así ocurrió en los núcleos poblacionales valencianos pertenecientes a la Corona de Aragón, añadiéndose nuevas mixturas tras la reconquista y desplazamientos de la población. Queda patente la fascinante de su habla, consolidada como VALENCIANO en el Reino de Valencia y sus fueros. El importante cruce de aportaciones engrandece su entidad. Las trayectorias seguidas por las estructuras de gobierno en la península no suplantan el aire lingüista autóctono.
Es tan asombroso como lamentable, apreciar los sectarismos cuando tratamos sobre la lengua; plegados a otros intereses, sean nacionalistas o de mera pretensión dominante, son capaces de prescindir de la realidad. Al silenciar ciertos contactos en la configuración de una lengua determinada, la empobrecen. En diversos puntos de la península, las voces del ÍBERO han dejado un sustrato inequívoco; aunque algunos, detrás de pretendidas purezas o manejos, los desdeñen. Palabras como Gorra, Cadira, Pitxer, Aixa, Gizon, Andrea, Beure o Retor; salpican con su sello, desde el euskera al valenciano. Eso sí, con la naturalidad de unas prácticas existenciales por excelencia, sin forzamientos esquinados, emponzoñados en sus cuitas.
Se trata de poner en valor a través de los vocablos, no sólo unas determinadas letras o léxicos, sino el trasfondo del cual son portadores; al fin, son indicadores de incontables factores constitutivos de los actuales hablantes. El poder acercarse al conocimiento de las lucidas aportaciones es fascinante, además de facilitarnos la comprensión de lo que somos, para plantear con acierto las nuevas proyecciones. Al pronunciar esos menjar, matí, llit, cor o parlar, el enlace con las bases LATINAS nos adentra en muchos elementos evidentes o latentes. Adheridas a su significancia se prolongan actitudes costumbristas, modos y maneras de los sujetos actuantes. Sin olvidar, que estamos tomando notas de un libro abierto, sin falso absolutos artificiosos.
Repasando nombres de animales como Samaruc, Alacra, Aladroc; o bien, Arros, Carabassa, Carxofa, Senia, Sequia, Safareig, Alquería, Almassera, Aixeta, Saraguells o Safa; la misma resonancia es inconfundible, el sustrato ÁRABE en el valenciano tiene una presencia genuina. No acabaríamos en las citaciones, Tabalet, Fanecada, Llebeig, Almadrava, Gandul, Drassana o Falua. En los términos municipales abundan las señales de ese paso civilizatorio, con su indudable repercusión en el lenguaje. Desde Forna a Utiel, Adzaila u Orihuela, suenan fuerte en el actual valenciano. Es natural contar con esa raigambre, que no tiene talante impositivo ni manipulador, su vitalidad es radical e intrínseca.
Como en muchos otros aspectos de carácter vital, las plagas suelen infiltrarse de manera subrepticia primero y avasalladora si no encuentran oponentes. A cualquier observador atento de la actualidad le será fácil detectar a los MOSCONES activos en torno al lenguaje. Percibimos sus principales características, alardean sin fundamento, lo que menos les preocupa es la lengua y desprecian al resto de las personas.
En esto de los modos de relacionarse, el muestrario de las expresiones es un reflejo fiel de lo que se cuece. Frente a los avispados moscones, el mejor antídoto es el buen BAGAJE relacional en todas sus expresiones y el lenguaje orientado a la belleza, la poesía, la integración de las personas y la colaboración cualitativa para ejercer como seres humanos empeñados en una convivencia gratificante con la mente limpia.
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