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España debe cambiar y volver a respetarse a sí misma

En vez de luchar por nuestro país, lo queremos trocear, lo queremos convertir en 'Babeles' engañosos dominados por la economía de unos pocos
Ángel Alonso Pachón
lunes, 5 de febrero de 2024, 09:32 h (CET)

Hoy, siglo XXI, España, “la Vieja” o mejor dicho, “la dejada”, “la mal educada”, “la pusilánime”, “la Inquisidora” y “Beata protectora”, se encuentra perdida en el bosque, como Caperucita jugando con el lobo, porque eso era lo más fácil, jugar, saltar, confiarse y después dejarse comer...


Ese cuento, diría un buen profesor, es como una parábola que enseña realidades con lenguaje entendible, un lenguaje que deja huellas...


Hoy, caminamos por un bosque orgullo de nuestra época; trazado con senderos complicados, con árboles que dejan ver el sol,siempre y cuando sepas elegir el camino adecuado.


España, “la Vieja”, se ha olvidado que la “historia”, “su historia”, ha pasado y que, destruido aquel barco, debe aprender a nadar para poder llegar a este bosque común con la VISIÓN REALISTA ACTUAL y reconociendo su historia completa, no sólo aquella “en la que no se ponía el  sol”.


En ese bosque que ahora llamamos EUROPA, “Comunidad Económica Europea”, no somos los primeros, ni los segundos..., no somos los más industrializados..., no somos los más aventajados, ni los tenemos los mejores intelectuales, ni los más realistas..., somos “la España empobrecida”, perdida entre maraña de partidos oportunistas; Hoy día, simplemente, somos la parte sureña de Europa, descolocada después de tanta abundancia, pusilánime para enfrentarse al enemigo real, soberbia para exigir a los demás...


Hoy por hoy, con nuestro triste realismo en mano, somos, simplemente, un juguete peligroso para “ese bosque común”, por querer modificar el lenguaje, los conceptos y los principios de todos, creyéndonos, todavía, indispensables...


Estamos muy equivocados. Deberíamos comenzar de nuevo los CURSOS PARA ADULTOS, aprender, de nuevo, lo que es un pupitre, lo que es la convivencia y lo que cuesta conseguir un aprobado, el esfuerzo necesario para obtener plaza en una Escuela de Artes y Oficios, la necesidad de conocer la historia del mundo y la de nuestro pequeño territorio..., y saber hacernos muchas preguntas, como:


¿Por qué yo aquí y tú en mitad de la selva?

¿Por qué yo en una sociedad avanzada y tú en una sociedad de autócratas, de pobreza, sin futuro...?

¿Dónde están los millones de ayudas que Europa y todo Occidente entrega a tantos y tantos países subdesarrollados... a dónde van a parar?


Ahora, sin embargo, en vez de luchar por nuestro País, lo queremos trocear, lo queremos convertir en Babeles engañosos dominados por la economía de unos pocos.


Si no abrimos los ojos y cambiamos, tendrán que aumentar el pelotón de cola porque España, ni corriendo, alcanzará al último.


Todos los Imperios han caído por la soberbia de unos pocos y la cobardía de unos muchos. Podríamos en este pequeño escrito señalar los soberbios “empobrecedores de cobardes”, pero, quizás, nos faltarían hojas; mejor dejarlo y que cada cual ponga el nombre y los apellidos, los apodos creo ya les conocen todos.


Ladrones, Autócratas, Lameculos, Traidores, Fascistas regionales, Besamanos escrupulosos, Señoritos de su pueblo, Fugitivos sin hambre...


¡Pasar página!, se necesita mucho espacio...

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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