La inteligencia artificial, según se puede definir un tanto superficialmente, se encarga de sustituir algunas capacidades del pensamiento del ser humano, por sistemas informáticos que desemboquen en máquinas que imitan la inteligencia humana. Es decir, la puesta en marcha de aquel anuncio de hace muchos años “no piense: nosotros pensamos por usted”.
Una vez más el gran hermano intenta meterse en nuestras vidas y hasta en nuestros pensamientos. Por otra parte se preocupa de mejorar nuestros conocimientos y sustituirnos en el segmento de creatividad literaria o poética. En pocas palabras: nos hace los deberes. Ya me gustaría a mí estar enchufado al bicho este para sobrevivir al examen de Historia del Antiguo Oriente que se cierne sobre mi cabeza. Pero volviendo al tema, me da miedo alguno de los experimentos que se han hecho públicos en los medios televisivos en estos días. En uno de ellos, mediante el reconocimiento de voz, se suplantó a personas fallecidas haciéndolas “resucitar” mediante diálogos con aquellos familiares que les habían perdido. Provocaron profundos sentimientos en los interlocutores y una falsa y peligrosa sensación de realidad. Mi buena noticia de hoy la baso en que, sin necesitar la I.A., seguimos teniendo la oportunidad de conectar más intensamente con nuestros seres queridos en vida y no esperar a que nos abandonen para lamentar la escasa atención que les prestamos, ahora que los tenemos cerca. Todos pensamos que, posiblemente, no lo hemos hecho tan bien como deberíamos con nuestros semejantes. Razón de más para comenzar a hacerlo a partir de ahora. La vida son tres días y nos tiramos un par de ellos en la duda entre ser más consecuentes y dejarlo para mañana. Finalmente tendremos que lamentarlo. Personalmente me conformo con utilizar medianamente bien la escasa inteligencia que me queda. En este caso para entender que realizar esas conversaciones y actos pendientes me tengo que poner a la tarea ya. Así no tendré que lamentarlo mañana. No debemos temer la llegada de la Inteligencia Artificial. Lo malo es que dejemos de utilizar la propia.
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